Xóchitl, Milei y el papalote de 4 colas

Xóchitl, Milei y el papalote de 4 colas
Alejandro Páez Varela
Columna de Alejandro Páez Varela

La columna de Alejandro Páez Varela

Xóchitl Gálvez y Javier Milei tienen más o menos la misma prisa. Ella debe revertir su caída y la de los desesperados partidos que la acompañan, y el otro debe mantener el crédito que le dieron los desesperados votantes argentinos a una tasa de crisis, es decir, a una tasa exageradamente alta. Y ella y él tienen en común, entre otras muchas cosas, que aceptaron ser vendidos por las élites mediáticas e intelectuales de sus respectivos países como “fenómenos”; y comparten la prisa de convencernos si era verdad eso de que son “fenómenos político-electorales”, o eran simples fenómenos de circo.

La premura es, apenas, una parte de la soga que los une y les aprieta. Hay hermandad en objetivos y proyectos y eso es sabido por todos: el PRIAN propone básicamente regresar a lo que inició en 1982 con Miguel de la Madrid y a Milei se le considera un neoliberal tardío, un precursor del neoliberalismo salvaje o del neoneoliberalismo, que para el caso son lo mismo. Unidos van, Xóchitl y él, y nunca sobra un ejemplo:

Milei prometió entregar a los privados Vaca Muerta, un rico yacimiento de 30 mil kilómetros cuadrados con abundante petróleo y gas de esquisto que pertenece a los argentinos. Además, ya dijo que venderá Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), donde el Estado tiene 51 por ciento y 49 por ciento está en manos de los privados. Xóchitl Gálvez quiere eso, y más: ofrece dar el negocio de las energías limpias a la ultraderecha, así, sin rubor.

–¿No va a intentar hacer un gesto a la ultraderecha? –le pregunta en septiembre pasado Carmen Morán, de El País.

–Yo a la ultraderecha le voy a dar certeza jurídica, le voy a dar energía limpia para que hagan negocios [se ríe, anota Morán], y van a pagar impuestos porque van a hacer más negocios, la libre empresa está clara, no soy una persona que crea que el Estado tenga que tener monopolios.

Xóchitl tiene muchos problemas. El primero es obvio: su propia boca, y esa entrevista es apenas un botón. El segundo es que ha decidido representar a los partidos más viejos y con más negativos en México, pero ella lo sabía y llegó allí por su gusto, convencida por las élites que le inflaron el ego aunque nunca alcanzaron a inflarla electoralmente. El tercero, en orden de importancia, es su propio pasado; para empezar, una riqueza, que siempre presume hasta que se le recuerda que la hizo en los últimos 20 años, cuando era servidora pública. Y un cuarto es su futuro. ¿El futuro? Sí, su futuro inmediato, atado además al futuro de Milei.

De hecho, hace tiempo que el problema de Javier Milei no es sólo de Javier Milei: es de la derecha latinoamericana en su conjunto y, en particular, de la mexicana. Su desempeño impactará a toda la derecha regional y, créanme, lo que haga o deje de hacer le pegará a la candidata de la derecha mexicana. Vean cómo el Presidente argentino ha desarmado con su agenda antiderechos a los intelectuales mexicanos que apoyan en masa a Xóchitl: es él quien consolida la idea de un viraje súbito hacia el autoritarismo y no el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, a quien iba dirigida la acusación de su desplegado “Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia”, publicado el 15 de junio de 2020 en el periódico Reforma.

Alguien muy ciego y muy sordo tuvo la brillante idea (Xóchitl misma, Max Cortázar, Santiago Creel o quien sea) de que la mexicana uniera su destino al argentino con aquel tuit que decía: “¡En Latinoamérica soplan vientos para mejorar nuestros países! Mi reconocimiento por esta histórica jornada electoral. Felicitaciones al Presidente electo”. Y hay errores que marcan y hay errores que yerran: Gálvez nunca podrá deshacerse de la cicatriz voluntaria: el olor de la carne quemada acompañará su campaña presidencial.

Ahora pareciera que, gracias a las maravillas de la tecnología, el continente es testigo de una competencia entre ella y el Presidente argentino y todos calculamos, a diario, el momento en el que una u otro tropiezan con las cámaras transmitiendo en vivo.

El error de acoplar su destino con el de Milei es sólo comparable con el de evitar que el Presidente la mencionara en las “mañaneras”. Ese era su trampolín, y se lo amputó de un solo golpe. Esa confrontación abierta con el líder de la izquierda mexicana la hacía ver supuestamente valiente, y mejor aún: la había hecho crecer en las encuestas. Hasta el 14 de julio de 2023, cuando el INE ordena, por una queja de ella, que López Obrador nunca vuelva a mencionarla. Y aquél, que conoce los huracanes que desata con su voz, se contiene; y aquélla siente cómo deja de soplar el viento que la eleva. Y entonces, en un viraje absurdo y hasta penoso, Xóchitl intenta enmendar el error casi todos los días; busca que AMLO voltee a verla con videos donde le dirige diatribas y provocaciones. Le habla al vacío desde el vacío.

Ahora Xóchitl es un papalote dando piruetas en el aire mientras las tres colas de papel que iban a darle estabilidad (PRI-PAN-PRD) son todavía más penosas que ella: dan graciosos latigazos, izquierda-derecha, arriba-abajo, tratando de ponerse de acuerdo cuando ya no hay tiempo para ponerse de acuerdo y caen, papalote y colas caen, con las cámaras del continente transmitiendo en vivo.

***

El desplegado “Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia” es una maravilla. Maduró con el tiempo. Transparentó aún más a esa élite siempre con hambre, desesperada por acontecimientos que por primera vez en muchas décadas no controla. Me gustaría desglosarlo idea por idea, pero tengo otras cosas que hacer. Sólo mencionaré dos.

Habla –ejemplo– de una “asfixia del pluralismo” y denuncia polarización. Ja. Qué lindos. Les encantaba ese país “plural” y “democrático” donde Elba Esther Gordillo ayudaba a entronar presidentes (y prestaba sus departamentos de lujo, claro); donde Claudio X. González, de cabello largo y sacos de pana, representaba el centro-izquierda-democrática-progresista; un país tan plural que en la mera-mera izquierda (algo casi como “el Ché”, pero con salarios de CEO) tenía a Lorenzo Córdova y a Santiago Creel por líderes; un país donde Xóchitl era la transgresora, por sus ocurrencias y por “trotskista” e “indigenista”.

Y la derecha era, en realidad, la ultraderecha: locos que conspiraban para robarse condones de las farmacias pero que (¡Dios, qué alivio!) no ganaba elecciones. ¿Y Felipe Calderón, dónde encajaba en ese país plural y democrático al que añoran volver? En el centro tirando a izquierda, como adalid del humanismo. ¿Y Vicente Fox? Un gladiador de las libertades. ¿Y Jesús Zambrano? La izquierda responsable, con ambos puños metidos en la boca.

Claro, para los intelectuales mexicanos “se asfixia el pluralismo” y “se polariza” cuando se pone en evidencia el hermoso colchón king size de sultán donde cabían todos (siempre y cuando moderaran los ronquidos) y que se les ha venido reduciendo y reduciendo hasta catre de vecindad.

Y en medio del texto del desplegado, en el clímax de palabras hermosamente unidas hasta la humedad, como no queriendo, una convocatoria: “La única manera de lograrlo [derrotar a la dictadura en ciernes] es mediante una amplia alianza ciudadana que, junto con los partidos de oposición, construya un bloque que, a través del voto popular, restablezca el verdadero rostro de la pluralidad ciudadana […]”. Y zas, que los intelectuales se convierten en los padres del PRIAN. Y zas, que los intelectuales son los padrinos de Xóchitl Gálvez. Y zas, que se convierten en una cuarta cola del papalote que da piruetas en el aire.

Aspiraban a ser el hilo, pero no, no son el hilo. Son otra cola en el papalote que da tumbos un día sí y otro también; que serrucha su propio trampolín y que amarra su destino al destino de Milei.

Curiosas carambolas que provoca tanta congruencia: no es casualidad que los intelectuales mexicanos no se han pronunciado en contra de Milei porque el rebote del viento sería casi inmediato: ellos son Xóchitl, Xóchitl es Milei, Milei son ellos y todos somos testigos, gracias a las maravillas de la tecnología, de cómo los grandes pensadores mexicanos se arrugan, se hacen chiquitos, se encorvan junto con sus ideas, ahora mismo tan pequeñas que no les alcanza para llamar al Presidente de Argentina por su nombre. Su protagonismo los puso a disposición del viento. Y es el viento, que no controlan, el que los envejece mal.

Xóchitl y Milei tienen más o menos la misma prisa. Para fortuna de la primera, si no resulta “un fenómeno” se irá a su casa y ya. Para Milei la cosa está más difícil. Deje usted que acabe con el sueño de los José Ángel Gurría, de un neoneoliberalismo: si no le da un abono, aunque sea chiquito a los que le dieron ese crédito tan caro, irán con garrotes a cobrárselo a la Casa Rosada. Y ya saben ustedes cómo son las turbas cuando se enojan.

(Feliz año).

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