Miguel Caballero / @doncabitos
El fútbol, como cualquier industria de entretenimiento, tiene como principal aliado o enemigo la capacidad de quienes la dirigen para hacerla más o menos atractiva; y por ello, apetitosa y vendible.
En la actualidad, si debemos platicar sobre lo ‘atractivo’ que es el fútbol de México, lo cierto es que de ser altamente rentable y de gran cobijo en el mercado, se convirtió en un absoluto despropósito.
Acudir al estadio estaba lejos de convertirse en una experiencia fría y de altísimo riesgo; la complicación que la mayoría debía enfrentar se limitaba a llegar temprano para elegir un buen asiento (en zonas generales) y degustar del antojito previo al silbatazo inicial.
Asimismo, no hace muchos años, ver la liga mexicana era, si no lo más placentero porque nunca ha sido una competencia de altísimo nivel, sí lo más sencillo del mundo: bastaba con encender la televisión, cambiar al canal requerido y, ¡voilá!, ahí estaba el juego. Así de sencillo: cualquier partido, cualquier equipo y a cualquier hora.
Sin embargo, pareciera que los dueños de la pelota en México ordenaron acabar sin compasión con su “producto estrella”; una encomienda que sus empleados han cumplido al pie de la letra.
Lejos estábamos de pensar que, algunos años después de aquellas épocas, ir a tu propio estadio sería un caos sin sentido; o peor tantito, por el hecho de vestir una playera distinta (cuanto más de visitante) podría significar el no volver a casa.
O que sería más fácil consumir la liga del lugar más recóndito del planeta que el de nuestro propio país, gracias a todos los servicios Plus, Premium, Extra y anexas, que lo único que han provocado es un rechazo ante el descaro de sólo querer golpear la cartera.
Y como cereza del pastel, los manejos dirigenciales en todos los organismos que los conforman: clubes, federación, órganos de justicia; absolutamente todos y cada uno de ellos han contribuido a que la liga de fútbol de México sea una vergüenza, una burla, un chiste mal contado.
Los gurús de la industria, esos que nunca se equivocan y que imparten cátedras a diestra y siniestra sobre cómo manejar un club o un organismo de fútbol, han redactado y ejecutado de impecable manera el recetario de cómo destruir lo que parecía absolutamente indestructible, en todos los niveles. Cosa que por supuesto tiene un altísimo mérito.
Enhorabuena.
@doncabitos