Por Miguel Caballero / @doncabitos
Después de muchísimos años de deambular y encontrarse sometida por su acérrimo rival, Televisa se ha vuelto a adueñar de la narrativa en la comunicación deportiva de México.
Los fichajes de David Faitelson y André Marín, conocidos desde hace semanas pero oficializados hasta apenas hace unas horas, así lo confirman.
La televisora de mayor relevancia en América Latina, al parecer, entendió que debía regresar a sus raíces: ser el villano de la historia.
Tras varios intentos (fallidos en su mayoría), Televisa se hartó de estrategias simples y acartonadas protagonizadas por personajes de nómina altísima, pero de irrelevancia absoluta.
Comprendió que lejos de relatores llorando por un gol de la Selección Nacional (su mejor producto) en una final de Copa Oro o por el campeonato de “su equipo” con cámara en el palco incluida (cosa que, además, “los de enfrente” ya habían realizado años atrás), la solución se encontraba en reavivar su esencia prepotente.
El discurso enemigo ha quedado dilapidado tras comprar las voluntades de dos de sus más grandes abanderados; ha sido un golpe maestro y que, guste o no, nos hace entender que su soberbia y poder gozan de cabal salud.
A diferencia de sus nuevos empleados, la ”credibilidad” de Televisa ha ganado fuerza de manera indiscutible.
Seguramente, claro está, habremos quienes ni por el morbo de ver a este par de “refuerzos” en un escenario que parecía imposible, sintonizaremos en lo más mínimo su programación; pero es un hecho que las transmisiones de cara a Juegos Olímpicos, Copa América y demás proyectos de relevancia internacional, sufrirán los efectos de este suceso de manera indiscutible.
Enhorabuena a Televisa. Este ha sido un gran golpe. Y en una de esas, el último.