Chaparros

Chaparros
Miguel Caballero
Atando cabitos

Atando Cabitos escribe Miguel Caballero 

Cuatro partidos tuvieron que pasar para que conquistaran su primer punto en la Copa de la Liga Estudiantil de Puebla.

Nadie dijo que sería fácil. Al contrario. Desde el primer entrenamiento, desde nuestra primera charla, desde que firmamos aquel reglamento con un sinfín de cláusulas, fuimos conscientes del enorme reto que teníamos por delante:

Sabíamos que nos enfrentaríamos a rivales con una preparación profundamente distinta a la nuestra y que eso nos exigiría mayor trabajo, cansancio, calambres y otras dolencias más; que habría que encontrar acomodo a todas nuestras actividades y responsabilidades; que, por supuesto, haríamos algunos sacrificios; que con todo esto, también comprometíamos a nuestras familias. Pero deseábamos vivir esto con todo nuestro corazón.

El primer entrenamiento exhibió nuestras carencias, todas y cada una de ellas, desde la falta de condición física hasta el manejo de la pelota, pasando por la comunicación. Nos excusamos en el césped irregular, en el tamaño de la pelota e, incluso, en el clima. Siempre hay algo a lo cual aferrarse cuando las cosas no salen como esperamos. Pero decidimos seguir.

Del primer partido pudimos sacar muchísimas conclusiones; la más importante, que necesitábamos actuar como un equipo. La cantidad de goles en contra de nuestra portería, por muy alta que haya sido, era lo de menos; la asignatura pendiente estaba en conformar un verdadero equipo. Habíamos adoptado horas antes, ante la mirada de sus padres y con nuestro uniforme en mano, una filosofía que, aseguramos, sería nuestra identidad: UBUNTU (ese concepto africano que significa «Yo soy porque nosotros somos, si no, nada sería.»), mismo que viene bordado en nuestra camiseta; pero aquel día no encontramos la manera de demostrarlo en la cancha.

Debo confesarles algo: la nota publicada aquí mismo sobre aquel partido, pude no publicarla, pero era necesario hacerlo. No es sencillo escribir desde la derrota, tratando de acomodar palabras que disimulen el sentimiento de tristeza. Pero había un mensaje oculto que, esperaba, pudieran descifrar. De ustedes dependía cambiar la situación.

Siguieron dos partidos que, según nuestra mirada, si no para salir con los tres puntos en la mano, sí eran dignos de un resultado menos doloroso. Pero las cosas no siempre serán como nos gustaría que fueran. Lo mejor de todo fue que ustedes, lejos de renunciar, que termina siendo siempre la decisión más fácil, decidieron seguir adelante. Creo que ese fue nuestro primer triunfo.

Saben que no me gusta hablar de premios ni castigos, sino de consecuencias. Pero esta ocasión haré una excepción, porque la sonrisa con la que hoy salieron del campo lo justifica.

El ‘triunfo’ de hoy es un premio, pero no sólo a su talento futbolístico y al trabajo realizado dentro y fuera del campo, sino a todo ese cúmulo de esfuerzos que hacen día con día.

Además de ser grandes jugadores (los mejores, para mí), los admiro por la capacidad de sobreponerse a la adversidad; por la capacidad de compaginar el deporte y el estudio; por el temple de lidiar con la crítica y el juicio ajeno; por sacar la fuerza necesaria para competir como lo han hecho.

Sigan escribiendo su historia. Jamás se conformen con menos de lo que pueden ser. Hoy demostraron que son capaces de apoyar al compañero, respetar a la autoridad, mostrar personalidad en los momentos difíciles y competir hasta el último segundo. Hoy demostraron que son un equipo. Y de eso, chaparros, permítanme avisarles que ya no hay marcha atrás.

 

Miguel Caballero / @doncabitos

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