Este Club Puebla no es para mí

Este Club Puebla no es para mí
Miguel Caballero
Atando cabitos

Por Miguel Caballero / @doncabitos

Las áreas comerciales de los clubes de fútbol –como de cualquier otra entidad deportiva profesional –buscan generar, principalmente, marca o dinero. La industria es fría, calculadora y no da tregua. Por ello, a través de narrativas que les permitan acercarse con sus seguidores (clientes), lanzan estrategias que cumplan con alguno de dichos objetivos (de preferencia, los dos).

La Franja, por supuesto, no es la excepción. La reciente campaña (“El Club Puebla no es para ti”), fiel a la esencia que caracteriza a la actual administración desde su llegada (a mediados de 2017, aproximadamente), en un término bien entendido, apostó por una agresividad que incentivara la venta y renovación del Franjabono.

A través de un racional, a priori, justificable, la estrategia tiene como objetivo ‘picar’ el orgullo de la afición por defender lo suyo a capa y espada, con todo y contra todos (incluso contra ellos mismos); demostrar que, a diferencia de los aficionados de ocasión, adquirir el pase por la totalidad del torneo sin importar los malos ratos del equipo es lo que define a un fanático puro de la Franja.

Hasta ahí, todo camina en orden y con cierto sentido: el verdadero aficionado está en las buenas y en las malas, por el escudo y no por los resultados, juegue quien juegue y lo dirija quien lo dirija. Sin embargo, dentro de este conocido discurso, existe un pequeño pero trascendental matiz que lo hace endeble.

Lejos de ponerla en posición de víctima o ser condescendiente con ella (en anteriores columnas he dejado muy en claro que si sigue aquí es porque quiere y nadie la está engañando), lo cierto es que la afición del Puebla es una de las más maltratadas del fútbol mexicano.

A lo largo de los casi ochenta años de existencia del equipo, en diversas ocasiones y sin deberla ni temerla, el fanático de la Franja ha tenido que ‘poner la otra  mejilla’ ante un sinfín de errores, irresponsabilidades, desdenes, negligencias y castigos por parte de quienes lo manejan (en la realidad y en lo ficticio; para la lente fotográfica y en lo oscurito); y a pesar de ello, sin ser en lo absoluto una de las más numerosas de la esfera nacional ni contar con un gran respaldo mediático, hasta donde se lo han permitido, se mantiene en pie.

Por ello es que la superioridad moral de esta campaña contra la afición tendría mayor sentido si no fuera el mismo club el que, torneo tras torneo, se enfocara más en ponerla en su contra, colocando al mejor postor a cada uno de los futbolistas que logran destacar y con quienes los aficionados establecen vínculos que les son arrebatados sin la menor contemplación.

O tal vez, si no fuera la propia dirigencia del club que desde sus despachos sumamente alejados de la entidad poblana, hicieran lo imposible por enfriar el ánimo de los fanáticos y poner en tela de juicio las buenas intenciones del proyecto; incluso, alardeando como un gran favor el hecho de que el equipo se mantiene en el máximo circuito. A este paso, no tardaremos demasiado en ‘darnos de santos’ porque la franquicia se mantiene en Puebla.

“El fanatismo tiene el defecto de achicar el recinto mental… No debe extrañarnos. Los hinchas de fútbol hacen y dicen cosas de hincha de fútbol. Más grave es cuando esa falta de visión global la tienen los directivos, que se concentran tanto en los intereses propios, que ponen en peligro hasta el negocio. Suelen olvidarse de algo elemental: que la primera obligación del directivo de un club de fútbol es cuidar tanto del fútbol como del club que representan. Velar por el club es velar por el presente; velar por el fútbol es velar por el futuro. Como siempre, cuestión de perspectiva”, menciona el célebre y –casi –siempre atinado Jorge Valdano en su libro Fútbol: el juego infinito (Penguin Random House, 2020).

Si el haber querido disfrazar las carencias del torneo anterior con una falsa continuidad de la “Identidad Puebla” resultó un absoluto despropósito, el atacar a los aficionados que por cariño y amor a la Franja reclaman una mejor gestión y tener nuevamente un equipo digno y competitivo, más que una estrategia irreverente y contestataria, corre un riesgo muy alto de lucir soberbia, irrespetuosa, insensible, falta de autocrítica e ignorante.

Y bajo ese peculiar panorama, definitivamente, será un alivio decir que “este Club Puebla no es para mí”.

 

@doncabitos

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