Jaime Lozano, ¿por qué no?

Jaime Lozano, ¿por qué no?
Miguel Caballero
Atando cabitos

Miguel Caballero / @doncabitos  

En Sólo humo, su más reciente novela, el español Juan José Millás relata la historia de Carlos, un chico que el día de su cumpleaños dieciocho, recibe la noticia del fallecimiento de su padre; un padre, cabe destacar, que lo abandonó y al que nunca conoció, pero que le ha hecho heredero de una suma de dinero importante y una residencia ubicada frente a una de las vialidades icónicas de Madrid.

Al mudarse a la casa, por decirlo de alguna manera, Carlos comienza a conocer a su padre. Primero, a través de los libros que ha dejado en aquella envidiable biblioteca. Y también, por medio de Amelia, vecina y amiga del difunto, con quien solía compartir sus lecturas, y quien también acababa de sufrir una pérdida irreparable: la de Macarena, su hija de apenas diez años. 

—¿Mi padre habría sabido recomendarte una novela que te gustara en esta situación que te ha tocado vivir?, preguntó Carlos.

—Bueno, quizá no sea una cuestión de gusto o disgusto. A lo mejor la lectura no se puede reducir al gusto. Tampoco la vida. 

—¿Entonces?

—Tu padre decía que él leía por responsabilidad. Me seduce como idea, pero la verdad es que no veo el modo de llevarla a la práctica.

—Él no fue muy responsable conmigo.

La Selección Nacional de México se clasificó a la final de la Copa Oro. Y más allá de las formas –que aunque siempre son importantes, al día de hoy sería ridículo exigirlas con vehemencia –, lo ha hecho de buena manera; sin aspavientos ni echando las campanas al vuelo, pero tampoco dejando peores dudas de las que arrastraba desde hace ya varios ayeres. 

Por decirlo de alguna manera, el equipo de Jaime Lozano ha retomado la ‘responsabilidad’ que tiene en el área de CONCACAF y, salvo una catástrofe mayúscula, a pesar de la grata exhibición que ha mostrado Panamá en el torneo (incluyendo la merecida eliminación sobre Estados Unidos), levantará la copa el próximo domingo. 

Sin embargo, la gran interrogante que rodea a este peculiar “miniproceso”, pareciera, sigue sin resolverse: ¿quién dirigirá al cuadro mexicano en la próxima Copa del Mundo?

Lozano, quien ha esquivado de buena manera las balas que le han disparado en estas semanas al frente del “Tricolor” (la mayoría de ellas, basadas en absurdos, como siempre), se ha consolidado como una figura que, sí o sí, deberá permanecer en el banquillo nacional. 

Y si no como el estratega principal para la justa de 2026, sí como ese gran aprendiz al cual arropar y sobre quien hay que edificar los siguientes procesos mundialistas, pues no es sencillo voltear y encontrarse con un director técnico joven, preparado, con las ideas claras, una adecuada gestión de vestidor y una relación cordial pero limitada con los medios de comunicación, en el mercado nacional.

La lectura y la vida, que en muchas ocasiones son lo mismo (al igual que el fútbol), no se pueden reducir al gusto. Existe un sentido de responsabilidad que tarde o temprano, a veces ya sumergidos en el caos, nos alcanza y, en consecuencia, nos libera. 

La gran interrogante que rodea a este peculiar “miniproceso”, tal vez, podría cambiarse. ¿Por qué no?

Banner Footer