La columna de Alejandro Páez Varela
En los últimos tiempos, en mis textos o en el programa Los Periodistas, he puesto énfasis en el grave problema que significa para la oposición depender de la orientación que le dan intelectuales, medios, empresarios y académicos afines y la falta de una estrategia propia. La alianza PRI, PAN y (lo que queda del) PRD ha confiado demasiado en inteligencia externa, que viene de intereses muy particulares. A esas élites les urge vengarse de Andrés Manuel López Obrador, a quien aborrecen, pero no generan estrategias electorales, necesariamente.
La alianza, para ir al ejemplo más clarificador, es producto del enojo de un puñado y no fue razonada por las diligencias en función a los intereses electorales de sus respectivos partidos. ¿Les convenía convertirse en una ensalada ideológica y perder lo que les había identificado frente al elector? Claramente no. Y allí están los resultados: más de veinte gubernaturas perdidas por el deseo de venganza de unos y por la incapacidad de los otros para establecer una ruta por su cuenta. Los intelectuales lanzaron el 15 de junio de 2020 la idea de fusionar a los partidos de centro, derecha e izquierda en una sola boleta electoral en aquél desplegado titulado “Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia”. La dependencia intelectual de los líderes del PRIAN a esas élites, sus limitaciones personales, los llevaron a competir juntos en las intermedias federales 2021 con los resultados que conocemos.
Cuando Claudio X. González los reunió en su mansión de Las Lomas, Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano ya iban condicionados por la publicación previa del desplegado de los intelectuales. Cayeron redondos. Claro, aceptaron la “X” enorme de Va X México y del mismo Claudio X. El único que dio un paso atrás fue Movimiento Ciudadano, de acuerdo con lo que narra Álvaro Delgado en el libro La disputa por México.
Esa era la única apuesta segura para Claudio X. González y las élites representadas en él. Durante años, el único “éxito” del hijo del multimillonario del mismo nombre ha sido crear fondos perdidos con dinero del padre y de otros empresarios; fondos que se pueden gastar sin retorno. Y así vieron a PRI, PAN y PRD: un nuevo fondo de inversión para cumplir ciertos objetivos, como lo es Mexicanos contra la Corrupción. O como los fondos que se han creado para atacar a Andrés Manuel López Obrador, de los que nadie espera una remuneración económica porque se asumen como perdidos.
Los partidos, sin embargo, no pueden ser fondos perdidos como los administrados por Equis González. No se les puede desgastar sin pensar en el retorno. Son partidos: dependen del retorno en votos. Pero Claudio hizo con ellos lo mismo que con sus otros fondos: gastarlos y ya; fusionarlos sin calcular que debían entregar resultados electorales concretos. Los que vino fue la debacle, la misma debacle que sufre cualquier otro fondo perdido: se les crea, se les usa y luego se cierra la cuenta. Lástima por PRI, PAN y PRD: eran parte de un ecosistema basado en la eficiencia electoral y se volvieron un fondo para élites más inteligentes que los dirigentes partidistas. Los usaron para sus propias venganzas, no para ganar elecciones.
La falta de inteligencia, ahora, los pone a celebrar la eventual salida de Marcelo Ebrard de Morena. Y la empujan por todas las vías, porque piensan que de esa división viene la posibilidad de que su candidata, Xóchitl Gálvez, crezca en las encuestas. Esos son buenos deseos y al mismo tiempo, un error muy grave. La alianza acelerará su extinción si Ebrard deja Morena y brinca a Movimiento Ciudadano. Marcelo NO es Claudio ni opera en su lógica de fondo perdido: sabe perfectamente que los partidos deben caminar con una estrategia de recuperación en forma de votos. Ebrard sumará votos de todas partes, si deja Morena, pero sobre todo de los que simpatizan por Xóchitl Gálvez porque el registro de ambos es muy parecido, según algunas encuestadoras que los han cruzado.
Claudio sacó una calculadora para ver cuánto le podía durar el fondo PRIAN que acababa de crear y, con visión de junior, simplemente experimentó con su “emprendimiento” y no le funcionó. Lo que Marcelo –y casi cualquier otro político con inteligencia– haría es armar una estrategia electoral y analizar en ella su propio futuro y del partido huésped. Jamás sacaría una calculadora, como lo hizo el señor González. El cálculo de Ebrard sería para sobrevivir él y los que lo rodean; la lógica del hijo de multimillonario es la de gastarse lo que le pongan en la mano sin que genere necesariamente ganancias.
La presión de los medios, intelectuales, académicos y empresarios para que Movimiento Ciudadano se una al PRIAN viene justamente de la lógica del fondo perdido. Los tres partidos más viejos de México no cumplieron sus objetivos; ahora necesitan echarle más a ese fondo, llamado pomposamente “Frente”, para que les dure hasta 2024. En esa lógica, sin embargo, MC se volvería otra fuerza política que cae en manos de quienes conocen cómo derrochar recursos y no cómo recuperarlos.
Claudio, como los intelectuales, medios, empresarios y académicos opositores al Presidente López Obrador ha sido irresponsable con PAN, PRI y PRD. Los han llevado a su ruina. Pero actúan en la lógica del niño malcriado: pronto abandonarán en un rincón de la recámara a los tres partidos; junto a la caminadora y el traje de karate intactos; junto al juego de química y el ajedrez que nunca abrieron y junto a los chacos que dejaron sobre la cama con el primer golpe.
Los abandonarán en el clóset donde están los diez o veinte logotipos de organizaciones supuestamente de la “sociedad civil” que, lo mismo, les han servido para firmar desplegados y dejaron de ser útiles cuando nadie se creyó el cuento de que eran la sociedad civil.
El asunto es que si medios, intelectuales, académicos y empresarios pierden al PRIAN (ya olvídense del PRD) les quedan pocas opciones o les queda la opción que no les gusta: regresarse al lugar que abandonaron: los intelectuales, a generar más ideas y menos odio; los medios, a hacer periodismo y no negocios; los académicos, a la academia. Y los empresarios a impulsar una sociedad más justa, abundante en oportunidades, y no andar metiendo la mano en los partidos o en los gobiernos porque, y ojalá aprendan la lección, mariposa que no entiende que la luz es una antorcha que arde tarde o temprano terminará chamuscada.
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El 31 de julio pasado escribí que para que la oposición resurgiera, la única esperanza estaba en un desprendimiento desde Morena. Alguien adentro que dijera, como dijo López Obrador en 2012: “En los 23 años que milité en el PRD di lo mejor de mí; estamos a mano, estamos en paz”, e inicie la construcción de algo distinto. Pensaba, por supuesto, en Ebrard y me preguntaba si tendría suficiente fuerza para que no se sintiera “un salto al vacío, una traición o un deseo de poder ciego que no atiende el daño que se causa en el proceso o sin medir las consecuencias”.
También decía algo que sostengo hoy: que Ebrard debía, primero, dejar pasar la elección interna y luego la elección general porque de otra manera se vería como un berrinche. Debía esperar a que López Obrador se haya retirado y buscar un nuevo espacio en el espectro político, también; aceptarse más hacia el centro o de plano de derecha para comerse los votos del PRIAN y sumarlos a Movimiento Ciudadano, considerando que ese partido será si próxima casa.
Decía que los intelectuales y los medios y Claudio X. González y los empresarios y Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano siguen soñando con su regreso al poder así como están, sin cambio alguno, y que la sociedad podría apresurar la renovación negándoles votos; dejándolos morir por inanición.
Hace un mes y medio dije que “Alito”, Marko, Zambrano y las tribus que representan no van a soltar el poder que todavía conservan y tienen una visión muy corta y están demasiado desgastados. Dije que una nueva oposición necesitaba deshacerse de ellos y de los Aguilares Camín y los Enriques Krauze, de los Vicentes Fox y los Felipes Calderón, de los Javieres Lozano y las Beatrices Pagés, de los Robertos Madrazo y una larga lista de periodistas, medios y académicos parásitos. ¿Se atreverá Marcelo, si deja Morena? A veces lo dudo: su precampaña se hizo en la prensa tradicional, en la que vomita a diario contra el Presidente López Obrado y es, sin más, la peor reminiscencia de lo peor del régimen caduco.
Y sobre todo, refundar a la oposición pasa por deshacerse de Claudio X. González y lo que él representa. Desechar la idea de que los partidos son arietes para la defensa de los intereses de las élites. Hacer a un lado el concepto de un fondo que se administra sin pensar en el retorno: el fondo perdido. Vean a Xóchitl Gálvez, la última apuesta del junior: ya se estancó. La quisieron vender como “fenómeno electoral” y su campaña se ha marchitado más pronto de lo que cualquiera calculaba. Cometió el error de ampararse contra las menciones que hacía de ella López Obrador en la “mañanera” y pasó a la irrelevancia. Ahora, con el escándalo de su casa chueca, quiso retar públicamente a Claudia Sheinbaum pensando que le va a responder para generarle una ola y mover su barco. Porque ella no genera olas. Sus chistes, risas, brincos y vueltas en el piso; sus disfraces, pijamadas, gelatinas y mariposas la colocan en el papel del bufón, no en el de una princesa.
Por eso insisto en que cualquiera que esté pensando impulsar una nueva y efectiva oposición necesita deshacerse de esas élites a las que les urge vengarse de López Obrador y contaminan, con su odio, las estrategias electorales. Ese cualquiera necesita desparasitar urgentemente el pensamiento opositor y ofrecerse como una nueva vía, distinta. ¿Se atreverá Marcelo? Está por verse.
@paezvarela