La columna de Alejandro Páez Varela
La sucesión de 1940 y la de 2024 se han hermanado. ¿Qué mensajes manda López Obrador a su movimiento y cuáles son las lecciones que deja la Historia?
Uno
No es la primera vez que lo dice, por supuesto. Para no ir tan lejos, el primero de diciembre de 2021, a propósito de la primera mitad del sexenio, Andrés Manuel López Obrador lo dejó más claro que el agua:
“Nada se logra, y esto aplica en México y en todo el mundo, nada se logra con las medias tintas. Los publicistas del periodo neoliberal, además de la risa fingida, el peinado engominado y la falsedad en la imagen, siempre recomiendan a los candidatos y gobernantes correrse al centro; es decir, quedar bien con todos. Pues no, eso es un error: el noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones. Ser de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos, no zigzaguear”.
Antes, el 17 de julio de ese mismo 2021, había dicho en Ayutla de los Libres, Guerrero:
“Una lección importante, una enseñanza mayor de nuestra historia es que no debe uno de zigzaguear, no hay que actuar en la indefinición”.
Y ayer, con el Zócalo lleno, a un año y poco más de seis meses de entregar la Banda Presidencial y a cinco meses de que su movimiento elija quién representará a Morena y sus aliados en las Presidenciales de 2024, fue contundente:
“[…] Sólo con el apoyo de las mayorías se puede llevar a cabo una transformación popular para hacer valer la justicia y enfrentar a los reaccionarios que se oponen a perder privilegios. Por eso, hoy de nuevo manifestamos, exclamamos a los cuatro vientos: Nada de zigzaguear, sigamos anclados en nuestros principios, reafirmemos la decisión y el rumbo que hemos tomado desde que inició el gobierno. No a las medias tintas, no aceptaremos nunca que en México se imponga una minoría a costa de la humillación y el empobrecimiento de las mayorías”.
¿Qué quiere decir el Presidente? ¿Qué peligros advierte para el futuro? No hay mucho misterio. El mensaje es claro: para garantizar la continuidad de la izquierda en 2024 y hasta 2030 debe ganar la candidatura presidencial alguien que no titubee; que no intente correrse al centro para agradar a las élites que fueron exhibidas durante estos años y a las que culpa de hacerse enriquecido a costa de los más pobres. No debe representar al movimiento alguien que por comodidad, por corrupción o por lo que sea le dé entrada otra vez a esos que han sido aglutinados en la derecha aunque les guste disfrazarse de centro e incluso de izquierda.
Y aquí el discurso se vuelve más interesante. La llamada “oligarquía”, las élites, la “minoría rapaz” que él ha echado de Palacio Nacional está más que bien definida. Y coquetearle, ceder ante ella, tratar de mediar y reconquistarla, dice López Obrador, sería zigzaguear, correrse al centro, declinar, andarse con medias tintas.
En esto no hay vuelta de hoja para cualquiera que se sienta lopezobradorista o parte del movimiento: López Obrador se refiere con toda claridad a no coquetear con la élite intelectual; no coquetear con la prensa “vendida o alquilada”, como le llama; no coquetear con cierta burocracia dorada enquistada en la academia y en los llamados “órganos independientes”. El dirigente social deja claro que negociar o acercarse a cierto grupo de empresarios que lo ha combatido con dinero y con campañas sucias durante dos décadas será traición; como lo será recurrir a los periodistas que han atacado a la izquierda por años y años, o dejar de lado la denuncia de aquellos que durante décadas se sirvieron del poder.
López Obrador dice que lo más difícil fue señalarlos y arrinconarlos y que ahora toca mantenerlos lejos; no permitir que esas élites privilegiadas regresen a Palacio Nacional porque una vez adentro será más difícil echarlas, como le ha resultado difícil a él mantenerlos a la distancia todos estos años. Ese es el mensaje.
La pregunta que se debe hacer cualquiera que se sienta parte del movimiento es: de los precandidatos presidenciales, ¿quiénes son capaces de sentarse con las élites a negociar, y quiénes vencerían esa tentación? ¿Quiénes son propensos a coquetear con la élite intelectual, con la prensa tradicional, con la burocracia dorada o con la cúpula empresarial, y quiénes no?
El Presidente está dejando sobre la mesa un mensaje a sus simpatizantes, los que van a decidir quién debe ser la abanderada o el abanderado para 2024 y que, con alta posibilidad, puede convertirse en Jefa o Jefe de Estado y del movimiento para los siguientes años. Lo que pide es: nada de aflojar, a estas alturas.
No es la primera vez que López Obrador lo dice, porque allí está su preocupación. El sábado repitió lo que, durante meses, ha dicho: que hay relevo generacional. Pero en el discurso deja las condiciones: que no sea alguien que se jale al centro, que quiera negociar con los de siempre, que les abra las puertas del Palacio después de todo lo que ha significado, para el movimiento, quitarles los algodones en los que han vivido y echarlos del poder que tanto les gusta y del que tanto se han beneficiado.
Dos
En 1940, México vivió un momento como el actual. En ese año se disputaron la candidatura Manuel Ávila Camacho, Francisco J. Múgica y otros. Tanto Lázaro como su hijo Cuauhtémoc han dicho que la decisión de que Múgica no llegara a la Presidencia fue para defender la expropiación petrolera y para no exponer al país a una intervención armada de Estados Unidos. Es una discusión que lleva muchos años. Se impone agregar un nombre más: Juan Isidro Andreu Almazán, candidato de derecha, apoyado por el PAN. Crecía en las preferencias electorales.
Cuauhtémoc escribe en el libro Cárdenas por Cárdenas: “El radicalismo que se consideraba daría Múgica a las políticas de gobierno, si bien podía estimarse necesario para profundizar el régimen de la Revolución en todos sus aspectos, en momentos en que podía casi asegurarse que la guerra no quedaría limitada a Europa y Asia, sino que podía llegar a involucrar también a Estados Unidos, y en función de los intereses de éste, de sentir cualquier riesgo en su frontera sur, podía buscar intervenciones de mayor amplitud, profundidad y trascendencia en la vida de nuestro país. No sería este el caso con Ávila Camacho”.
Es importante revisar lo que López Obrador piensa de este episodio histórico porque nos lleva necesariamente a la elección presidencial de 2024. El sábado dijo:
“En 1940, la reacción se manifestó con mucha fuerza en la elección presidencial. Era tal la oposición de derecha que el general Cárdenas tuvo que actuar con cautela, y posiblemente eso influyó para que apoyara la candidatura de Manuel Ávila Camacho y no la del general Francisco J. Múgica, con quien tenía más afinidad ideológica y el cual representaba una mayor certeza de continuidad y profundizar la política social y nacionalista. Siempre se ha hablado de que el general no optó por Múgica ante el riesgo de una intervención extranjera. Sin embargo, como hemos visto, en ese entonces gobernaba Roosevelt, que había demostrado su respeto a la soberanía nacional y que estaba por estallar la Segunda Guerra Mundial, situación que contribuía a disipar la amenaza de una intervención estadounidense”.
Luego, el Presidente agregó: “Desde mi punto de vista, lo que más influyó a la hora de la decisión fue la circunstancia política interna, es decir, la beligerancia de los grupos de derecha. Recuérdese que, aun optando por la candidatura de Manuel Ávila Camacho, que sostenía posturas moderadas, de todas maneras, la elección presidencial fue complicada y violenta: El candidato opositor, Juan Andreu Almazán, contaba con el apoyo de importantes grupos de derecha y de un sector del Ejército; incluso el PAN, que no presentó candidato a la presidencia, lo apoyó abiertamente”.
López Obrador leyó, enseguida, un párrafo esclarecedor: “Al final de la jornada se reportaron 30 muertos y 127 heridos. Sin embargo, poco después Almazán claudicó y sus partidarios, empresarios y políticos de derecha, se entendieron y pactaron por concesiones y prebendas con el nuevo gobierno de Ávila Camacho. A partir de entonces empezó a abandonarse el auténtico ideal revolucionario y las acciones en beneficio del pueblo, aunque debe admitirse que esa alianza entre el poder político y el poder económico tal vez evitó la guerra civil y mantuvo la paz social”.
Es decir, el Presidente parece proclive a no repetir el error de Cárdenas, que fue decidirse por un candidato presidencial de centro, capaz de pactar concesiones y prebendas con los acomodaticios que abandonarán a cualquiera y se acomodarán con el que les garantice privilegios.
Porque, en efecto: después de Cárdenas, lo que vino es la derechización de México. El PRI se apropió de los postulados de la Revolución de 1910 sólo para no permitir que se cumplieran. Después de Cárdenas lo que vino fueron décadas de presidentes represores, acomodaticios, antidemocráticos, defraudadores, corruptos, explotadores, asesinos, miserables y convenencieros.
Otro párrafo de López Obrador que cualquiera en su movimiento debe analizar. Es de su discurso del 18 de marzo: “Nada bueno se puede esperar de políticos corruptos, de la prensa que se vende o se alquila, de intelectuales convenencieros y de potentados dominados por la codicia. La clave está, esto para los jóvenes que quieran formarse, dedicarse al noble oficio de la política, la clave está en la frase del Presidente Juárez: ‘Con el pueblo todo, sin el pueblo nada’”.
Tres
Un año antes de que el asesinato de Rubén Jaramillo, zapatista y revolucionario, anunciara que los gobiernos del PRI habían optado el camino de la represión y la sangre, Lázaro Cárdenas se refirió a la sucesión de 1940. Menciono lo de Jaramillo porque era amigo del General y su muerte le pudo mucho, tanto como los reclamos que le hacían por no haberse inclinado por Múgica. Es un mensaje que dio en marzo de 1961. Veintiún años después, lo seguía acosando la decisión.
Y aquí hay, por supuesto, otro mensaje para la sucesión de 2024.
Escribe el General Cárdenas:
“He sido objeto de constantes ataques en el curso de mi vida. Pero en especial por lo realizado en el gobierno que presidí, de 1934 a 1940. No trato de justificarme. Cada quien puede pensar como quiera. Pero una de las críticas se refiere a que yo no entregué el gobierno a un elemento radical. No lo hice porque a pesar de que entre los que aparecieron como candidatos se presentó el general Francisco Múgica, gran amigo mío, la sucesión presidencial fue resultado de la lucha electoral de entonces, y además había problemas de carácter internacional. Creí entonces que los elementos revolucionarios intelectuales actuarían. Al retirarnos del gobierno, la clase obrera quedó organizada. Todos saben que jamás intervinimos en su régimen interior. La clase campesina organizada también, tenía la tierra y el rifle en la mano. Los maestros asimismo, organizados, y cumpliendo con su misión en los centros urbanos y rurales. Los empleados del gobierno, de igual manera disfrutaban ya del estatuto jurídico que reconocía sus derechos. El ejército se encontraba en idéntica situación. Numerosos jefes que no lucraron jamás en el movimiento revolucionario, la mayoría de los oficiales y de los soldados tenía cariño para el régimen, porque los tratamos como compañeros, porque recogimos a sus hijos y creamos las escuelas para hijos del Ejército”.
¿Entonces? ¿Por qué México se movió a la derecha a partir de 1940? El mensaje del General, visto en el tiempo, es claro también, como el agua: no bastó organizar al movimiento obrero, a los campesinos, incluso al Ejército; no bastó dejar un movimiento de izquierda robusto. El error estuvo en la sucesión, aunque cueste trabajo reconocerlo. Aunque Cárdenas y Múgica fueran amigos hasta el final de sus días.
Anna Ribera Carbó cuenta en Francisco J. Múgica. El presidente que no tuvimos:
“En 1942, durante un viaje de Mazatlán a Guadalajara en ferrocarril, los generales Lázaro Cárdenas y Francisco J. Múgica conversaban como tantas veces cuando el primero, entonces comandante del Pacífico, comentó a su amigo, en esos años gobernador del Territorio Sur de la Baja California, que en muchas ocasiones se había preguntado qué hubiera sido de ellos sin la Revolución. Múgica respondió al instante: ‘Usted, tejedor de rebozos y yo, profesor de escuela rural’.
Y Cárdenas sonrió.
El movimiento de izquierda tendrá que estar muy avispado, muy concentrado en decidir lo correcto para los años que vienen. El riesgo, al menos en estos momentos, no está en la oposición, desvencijada por su propia mediocridad y perseguida por sus propios fantasmas. El riesgo está en la sucesión de 2024, en quién representará al movimiento de izquierda y quién tiene la fuerza para defender lo que se logró en seis años y continuar, sin zigzagueo, con los pendientes que quedan y que definirán el porvenir.
@paezvarela