La leyenda de Silvio

La leyenda de Silvio
Jesús Olmos
Máscaras

Máscaras escribe Jesús Olmos  

Silvio era un hombre poderoso cuya influencia alcanzaba al menos 8 estados del sureste mexicano. 

Amigo de gobernadores, diputados y alcaldes desde Oaxaca y Guerrero, hasta Quintana Roo y Chiapas, pasando por Veracruz, Tabasco, Campeche y Yucatán, era un hombre que influía en las desiciones de grupo que luego se convertían en decisiones de país. 

Por la mañana los domingos, placeaba en un conocido lugar de Polanco, donde aseguran que luego sale a tomarse su café Don Carlos Slim. Recorría caminando hasta el museo Soumaya y ahí esperaba a su chofer para dirigirse a la oficina que tenía en aquella lujosa zona, una de las caras del país. 

Desde ahí, mandaba en negocios de todo tipo que había construido con una mini fortuna familiar que heredó y ayudado por sus influencias en sindicatos y oficinas gubernamentales. 

Cuentan que una vez a Silvio lo mandaron llamar a las 4 de la mañana de las oficinas de uno de esos gobernadores que presumían “la plenitud del pinche poder”, en la época dorada del novo priismo peñista. 

Había que preparar al mandatario en turno para un encuentro con un periodista televisivo sobre un escándalo que había ocurrido en el norte de su entidad. 

Silvio no tenía ni idea de que problemáticas abarcaban los municipios de la región que se había calentado por la sobre explotación minera, así que decidió llamar a un cronista, un periodista y un ex mando policial de la región para preparar la entrevista que podría detonar o apagar aquel escándalo. 

Antes de todo el embrollo proyectado para detonarse con la salida del sol, hizo una gestión que sigue siendo recordada como una leyenda. 

Llamó a “La Doctora”, una dirigente sindical con la que tenía una añeja amistad casi de madre a hijo, y quien le había ofrecido concederle 3 deseos, cuando la cuidó de no ser bañada en líquidos humanos luego de una acalorada pugna por su reelección. 

“La Doctora” pidió los pormenores de aquel escándalo, a grosso modo Silvio le contó, mientras ella le pedía paciencia. 

A las 7 en punto, ya todos provistos de luces y reflectores, maquillaje antiarrugas y sepa usted que tanta cosa más, se sentaron frente a las cámaras para esperar la entrevista que nunca llegó. 

Silvio, había conseguido via su madrina política, que el escándalo se archivara en el noticiario matutino y que corriera en un bajo perfil para “no incomodar a nadie”. 

Después de aquella gestión, cuentan que mes con mes, acudía por maletines cargados de dinero a las oficinas de Hacienda donde era visto como la mano derecha del gobernador priísta y como un hombre confiable para disolver escándalos. 

Así caminó junto a esa administración y su sucesora, feliz por haber alcanzado el sueño del maximato extendiendo su influencia ya por 3 sexenios.

Cuando corría la mitad de este mandato comenzó la hecatombe con una nimiedad. 

Una de sus empresas ocupada del servicio de catering a escala gubernamental, sirvió en el tercer informe que se desarrolló en el monumento histórico mas importante de aquel estado. Al finalizar ofreció una cena a embajadores, gobernadores y representantes del presidente en la que no previeron el calor y la carne se sirvió casi descompuesta. 

Hubo quien ni la probó, otros acabaron en el baño y unos cuantos más padecieron las secuelas en los días posteriores. 

Cuentan que fue un enemigo político el que saboteó aquella comilona, pero de aquello siempre quedará la duda. 

Ahí inició el derrumbe del imperio de Silvio, luego le cayeron a “La Doctora” con varios millones en un aeropuerto, luego su gobernador fue acusado de vínculos con el narco, luego se perdieron las elecciones y Silvio nunca volvió a lo que fue. 

Lo vieron hace apenas unos días, comiendo solo en un restaurante de medio pelo, sin chofer, sin Polanco, sin aquel poder que degustaba antes que la carne descompuesta lo sepultara todo.

 

 

 

Jesús Olmos 

@Olmosarcos_

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