La historia de una madre

La historia de una madre
Jesús Olmos
Máscaras

Máscaras escribe Jesús Olmos  

La abuela tenía apenas 21 años cuando perdió a su mamá.

Su historia, plagada de tragedia, mereciera ser contada en un libro, por lo que sus nietos la grabaron mientras narraba su vida, cuando le llegó el Párkinson.

Su papá había muerto el mismo día que ella vio la luz en este mundo. Sucedió cuando iba a caballo a ver la primera luz en sus ojos, cayó del corcel y no pudo levantarse más, solo mantuvo fuerzas para despedirse entre dolores y fiebres, y con un beso en la frente a su esposa y la pequeña bebé.

Luego vino una seguidilla de años de penurias de pueblo en pueblo perseguidas entre Guadalupe Victoria y Perote, por los revolucionarios que tomaban por la fuerza la comida, el dinero y la virtud.

Cuando cumplió los 15 comenzó a dedicarse a las labores del hogar, no puso reparo pues fue la más chica de 7 hermanos y la confidente de su mamá.

Era recia, pues se crió entre varios hombres de campo, cuya fuerza traspasaba las riendas. 

Ahí tuvo sus primeros desencuentros, cuando los hombres de trataban de imponer por edad o por su sexo, y ella los paraba en seco, nunca la pudieron doblar, ademas de que contaba con la aprobación de la mera patrona de la casa.

A los 20 ya se hacía cargo de la cocina, de la indispensable llevada y traída del bastimento para que los trabajadores estuvieran bien alimentados, mientras cuidaban al ganado y las tierras.

A los 21 su vida dio un giro completo. Con la muerte de su madre, no le quedó de otra que empezar a hacer las veces de administradora y de cocinera, de ama de llaves y también de consejera.

Cada que crecía tuvo más poder y más poder, hasta que ella misma terminó por llevar todos los temas de la Hacienda.

Ocurrió a mediados de los 50 que los juegos de azar, la facilidad de más pistolas y las borracheras de dos de sus hermanos, los orillarían a irse a vivir a la ciudad en donde había trenes y los grandes teatros.

Ahí conoció a su primer gran amor, entre vagones y carbón, un hombre de humo del que rápido quedó prendada y a quien la vida le arrebataría también trágicamente.

Fue en un cambio de rieles que la locomotora en que viajaba se volteó dejando su cuerpo entre toneladas de fierro y brasas.

Le lloró mucho, a cántaros, pero ni eso la tiró, vamos, no la movió de su destino.

Soñaba con ver crecer a sus hijos y darles lo mejor de su vida, y lo consiguió.

Pasaron más de 10 años y conoció al que sería su último amor, un hombre decente y bueno, hecho de clavos y martillo, quien la cautivó con el olor a madera de su carpintería.

Juntos hicieron una familia con 3 hijos, dos perros, un gato y un enorme patio para corretear la felicidad.

La mujer se llamaba Xóchitl, tuvo en total 9 nietos, uno de ellos arquitecto graduado con honores en la UNAM.

Cuentan que en sus últimos días, solo pidió que alguien escribiera su historia para la posteridad y que guardara el recuerdo de quien, como decía ella “hasta vivió de más”.

@Olmosarcos_

Jesús Olmos

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