Parabolica.mx escribe Fernando Maldonado
La fuerza y capacidad de corrupción del narco penetró a la Universidad de las Américas Puebla, la institución superior privada de mayor mérito académico junto al Instituto Tecnológico de Monterrey en el país, que ha visto a una cantidad incontable de egresados tener éxito en los diversos campos de las finanzas, política, sociología y la empresa.
Hace unos 22 años el rectorado de la UDLAP descansaba en las manos de una académica de reputada trayectoria como Nora Lustig, la antecesora de Luis Ernesto Derbez, ambos ensayistas en el Grupo Nexos, del que Héctor Aguilar Camín fue presidente con un grupo de intelectuales que creció al amparo del sexenio de Carlos Salinas de Gortari y fortaleció con los regímenes panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón.
El desapego, frialdad y ausencia de empatía de la reputada Lustig con la comunidad universitaria fue exactamente proporcional al reconocimiento que como economista cultivó a lo largo de los años que debería ser visto en otro contexto: haber permitido que un informante de la Agencia de Control de Drogas (DEA) de los Estados Unidos y colaborador de los hermanos Beltrán Ley en el Cártel de Sinaloa se metiera al campus universitario como Edgar Bayardo del Villar, ejecutado en diciembre de 2009 en una cafetería de la colonia Del Valle en la Ciudad de México.
Era 2002 cuando el colaborador del Cártel de Sinaloa que había sido junto con el poblano Facundo Rosas, mando de Genaro García Luna en la Secretaría de Seguridad Pública, llegó a la comunidad de escuelas infantiles de Aztequitas de la UDLAP que la propia rectoría había desdeñado.
El nombre del informante de la DEA fue recuperado a partir del estreno del documental Narco Circo que ya se puede encontrar en HBO+ y Discovery como parte de una trama criminal que lo condujo a ser victimado hace 14 años y que había sido subprocurador en Tlaxcala y responsable de un grupo de élite en la Procuraduría de Justicia del Estado de Puebla.
Nadie en esos años en la UDLAP podía sentir vergüenza de aparecer junto al padre de familia que asistía como uno más a esa pequeña comunidad de fútbol americano infantil.
La capacidad económica y el aparente desinterés por dotar de equipos de última generación en ese momento a los niños que gustaban por el deporte de las tacleadas había sido visto como un acto de desprendimiento para alentar el espíritu y compromiso deportivo de los niños que andaban por los 12 años. Con el paso de los meses esa percepción cambió.
Tan cerca, pero tan lejos del escrutinio de la rectoría y los patronos de la UDLAP, a la asociación civil de las escuelas infantiles de fútbol americano se le dispuso del campo cuatro para entrenar y el siete para el desarrollo de los juegos contra rivales que fueron equipados de pies a cabeza con los más costosos aditamentos, a costa de los bolsillos de ese padre de familia: zapatos (tachos) Umbro, cascos, barras y barbiquejos Riddell y utilerías que antes solo eran vistas en universidades de los Estados Unidos o de liga profesional, en la NFL.
Nadie tuvo duda entonces que Bayardo del Villar había puesto en marcha un esquema de lavado de dinero en la UDLAP de los cuantiosos recursos que llegó a recibir del Cártel de Sinaloa -hermanos Beltrán Leyva-, como mando policiaco en la estructura del equipo de Genaro García Luna y como informante de la DEA.
Fue un secreto a voces entre los integrantes de esa comunidad deportiva que tras la salida del mando que fue colaborador del cártel más poderoso del mundo en ese año, el apoyo para el equipo infantil de fútbol americano en la UDLAP, se desvaneció.
@FerMaldonadoMX