Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
La añeja impresión de que el Partido Revolucionario Institucional (PRI), incluso en sus momentos de mayor flaqueza, contaba con una estructura real en cada municipio del país y de Puebla, se ha derrumbado en la realidad. El tricolor está en bancarrota y no se ve cómo, para la elección de 2024, pueda revertirla.
En el Frente Amplio por México, el Partido Acción Nacional (PAN) parece navegar solo, con la compañía de las rémoras, cada una con su propia medida y problemas: PRI y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
No hay manera de que los tricolores, y menos todavía los perredistas, puedan sumarle con eficiencia a Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, en su aventura presidencial, y en Puebla, a Eduardo Rivera, quien dependerá más de los panistas, de su astucia, su conocimiento ante la población y las capacidades propias, para la contienda.
Es más un deseo, que una posibilidad, que los priistas y los perredistas poblanos no terminen por lastrar las alas del alcalde de la capital poblana.
El impresentable Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), actúa como el enterrador del PRI, lo que no pudieron hacer muchos otros, desde posiciones interiores o antagónicas. Es, sin duda, el peor presidente del tricolor en toda su historia y el modelo se replica en los estados.
Los estrategas electorales saben que el posicionamiento territorial es básico para conseguir triunfos.
Por ejemplo, a pesar de su fuerza popular, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, no pudo conseguir los resultados que esperaba en su primera elección federal, en 2015.
La popularidad del hoy presidente estaba también entonces en las nubes, pero faltó respaldo territorial. No había quién conformara estructuras, cuidara las urnas y acompañara la defensa del voto de sus simpatizantes.
Luego cambiaron las cosas e incluso sin una estructura completa en el país, en 2018 ganó la Presidencia de la República.
La territorialidad es básica. Eso había mantenido a flote al PRI, en Puebla y en el país, y le había proporcionado valor y eficiencia, en medida de lo posible, a sus estructuras.
Hoy eso ya no existe. El PRI no tiene estructuras reales en Puebla y eso se repite en el resto de México.
En 2018, al terminar el proceso concurrente, el Revolucionario ganó en 81 municipios poblanos.
Sin embargo, en 2021, ya con la nueva dirigencia de Néstor Camarillo Medina, la cosecha fue muy baja: alrededor de 51 municipalidades.
Pero al priismo poblano le llueve sobre mojado, pues de ese medio centenar de presidentes municipales, más de la mitad ha operado y opera a favor de Morena.
En la contienda interna del lopezobradorismo, a muchos se les vio con singular alegría en los actos y recorridos del ex secretario de Gobernación y entonces aspirante a coordinador, Julio Miguel Huerta Gómez.
Muchos de ellos y ellas, están por cambiar de barco a Morena y otros esperan la repartición de candidaturas en la alianza lopezobradorista (Seguimos Haciendo Historia), para que, según convenga, ser siglados por el Partido del Trabajo o el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), pero ir, al fin de cuentas, al cobijo del morenismo.
Está el caso, ya harto difundido, del diputado local aún priista Juan Enrique Rivera Reyes, quien será siglado por el verdeecologista, para postularse como alcalde de su natal Chignahuapan, en la alianza lopezobradorista.
Sin duda, la mayor preocupación ya no debería estar siquiera en las filas del tricolor, sino en el PAN. ¿Con ese partido irá en alianza y le entregará posiciones clave?
El PRI es hoy un pozo oscuro, un hoyo negro, en donde se extingue lo que antes fue, en el siglo pasado, una fuerza casi invencible.
@Alvaro_Rmz_V