Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
Quien suponga que el presidente municipal de la capital poblana, el panista Eduardo Rivera Pérez, tiene solamente un derrotero hacia el año 2024 podría estar gravemente errado.
El ex diputado federal y local y ex dirigente panista tiene ante sí la mayor y, aparentemente, más cómoda baraja de posibilidades, en comparación con otros políticos de su propio partido y de los antagonistas.
Eduardo, quien ya fue presidente municipal entre 2011 y 2013, puede aparecer en una boleta legislativa; también en una que le trace el camino a la elección consecutiva en el Ayuntamiento, o en otra que lo lleve a una apuesta, fuerte y arriesgada, hacia el aparentemente imposible logro de ser el primer gobernador panista en la historia del estado de Puebla.
Aclaro que Rafael Moreno Valle Rosas, quien gobernó en una cuasi dictadura entre 2011 y 2018, incluso con testaferros, nunca fue realmente panista, ni en la doctrina, ni en la ideología, ni en el pensamiento, ni en sus acciones.
Se aprovechó de la marca del Partido Acción Nacional (PAN) y los panistas poblanos se lo permitieron.
El finado ex senador y ex gobernador tampoco fue, antes, priísta, porque siempre ignoró los principios revolucionarios, incluso los que han subsistido a lo largo de los años y a pesar de las circunstancias y el neoliberalismo.
Eduardo en cambio sí es un panista de cepa, de ideologías y de convicciones.
De todas sus posibilidades en 2024, sin duda la gubernatura es la que más debe entusiasmar al alcalde. Es la construcción natural que un político de su posición debe hacer.
Este lunes, ofreció Rivera Pérez una declaración con la que, tal vez, con la mayor contundencia de los últimos años, reconoce que quiere despachar en Casa Aguayo.
Con su tan recurrente intento de acompañar el “sí” con eufemismos y condicionamientos, aseguró -palabras más, palabras menos- que “si los poblanos quieren, le entramos” a la elección de 2024.
En el acto de anuncio de la Edición 2023 del Programa Contigo Mujer, Eduardo Rivera Pérez dejó en el aire la expectativa de que, además de los ciudadanos, deben querer su partido y la alianza que, damos por descontado, se reeditará con los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y el inservible de la Revolución Democrática (PRD).
Eduardo es demasiado recatado, porque hay efectivamente un sector importante de poblanas y poblanos que lo respaldan; porque por supuesto en su partido hay grupos mayoritarios que lo impulsa, y porque en los otros institutos políticos, los priístas y perredistas, lo claman, son sus fans, porristas, seguidores y ven en él la esperanza del regreso al poder estatal. La única, por cierto.
El político que siendo muy joven llegó por primera vez a una diputación federal, a la LVIII Legislatura (2000-2003) y desde ahí se trazó una ruta de vida profesional, directamente relacionada con Puebla, es el único que matiza, porque los demás son estridentes al proponerlo como candidato.
Rivera Pérez es el único que busca palabras perfumadas, para no verse tan “descarado” en su aspiración de ser el candidato de Va por Puebla (PRI, PAN y PRD) a la gubernatura.
Es Eduardo el único que dice “veremos”, cuando el resto de sus seguidores lo incita con pasión a la batalla de 2024.
Sin embargo, ya hoy subió la apuesta retórica: “si los poblanos quieren, le entramos”.