Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
Entre diciembre de 2023 y enero de 2024, Morena emitirá la convocatoria para la elección del candidato o candidata a la gubernatura de Puebla. Se podría suponer que los ocho meses que faltan para ello son mucho tiempo. Pero no lo es y, menos todavía, cuando vas cayendo en las encuestas.
El diputado federal Moisés Ignacio Mier Velazco ha estado poniendo mucha atención a lo que hace o deja de hacer, o lo que se dice que ocurre en torno del secretario de Gobernación estatal, Julio Miguel Huerta Gómez.
Al menos en unas tres ocasiones ha dedicado a Julio Huerta espacios abundantes en sus conferencias de prensa semanales, para referirse a quien, de acuerdo con varias encuestas, lo ha desbancado del segundo lugar de las potenciales preferencias en la carrera por la aspiración morenista poblana de 2024.
Moisés Ignacio —lo hizo nuevamente este lunes— le reprocha las bandas, las lonas, las no sé qué y muchos no sé cuándos.
El nerviosismo del de Tecamachalco lo desnuda con temor hacia Julio Huerta. Lo inquieta y su conducta exhibe que la aritmética de las mediciones, que colocan al funcionario estatal como segundo en las preferencias, se han confirmado también en los estudios que tienen el propio Moisés Ignacio.
No solamente son las bardas, no sólo es que sea Julio más empático y que ante la gente tenga un rostro amable y que a los poblanos y poblanas les sepa hablar con un discurso de iguales; tampoco solamente es que esté recibiendo apoyo en los 217 municipios del estado.
Es todo lo que inquieta al diputado federal.
Precisamente la semana pasada, Julio Huerta anunció que, con cuidado de las formas y los hechos, por su responsabilidad como titular de la política interna del estado, será el coordinador en Puebla del proyecto político de la puntera a la Presidencia de la República, Claudia Sheinbaum Pardo.
Eso deja claras varias cosas. Una, la ausencia de Julio Huerta en la comida que hace un par de semanas ofreció el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina al canciller Marcelo Luis Ebrard Casaubon en Casa Puebla. Se cuidaron ahí las formas y la pulcritud.
La segunda, el porqué está tan nervioso el diputado Moisés Ignacio, quien era el segundo en la carrera, aunque lejísimos del puntero que es Alejandro Armenta.
Por cierto, que el presidente del Senado de la República, a diferencia de otros, nunca ha menospreciado a Julio Huerta. Lo ha visto siempre con seriedad y fuerza:
“Yo lo veo como un buen compañero de contienda, somos compañeros, pero somos compañeros con los que puedes competir sin problemas, porque sabemos que competimos de frente, no hay golpes bajos ni patadas bajo la mesa”, dijo Armenta en entrevista en febrero pasado sobre Julio Huerta.
Julio ha puesto inquietos a varios.
Y todavía faltan ocho meses para la convocatoria.
Ya le temen a Julio y recién comenzó mayo.
Armenta y la conducción del Senado
El aparente caos que vivió la sede del Senado de la República en la última sesión del periodo ordinario fue manejado con reflejos y temple, por el poblano Alejandro Armenta, presidente de la Mesa Directiva.
Sin hacer contrapunto a los gritos y sombrerazos que protagonizaron, principalmente, senadores y senadoras de Acción Nacional (PAN), operó el cambio de sede al viejo e histórico recinto de Xicoténcatl, en el Centro Histórico de la capital del país.
Mientras, el panista Gustavo Enrique Madero Muñoz bailaba el Jarabe Tapatío —es literal, no es metáfora- y festejaba la toma de la tribuna en la sede de la intersección de las avenidas Insurgentes y Reforma, y en tanto Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz se encadenaba a la mesa directiva del salón de sesiones de la antigua sede, Armenta tuvo la rapidez de acción y decisión, para que la sesión se realizara en el patio de esa vieja casona.
Los eludió y evitó así también mayores conflictos.
El periodo se clausuró y Armenta, ya muy curtido en estas lides, permitió que la oposición hiciera un show, que parecía hasta pactado, pero también consiguió sacar adelante los trabajos parlamentarios.
Se llama oficio.
@Alvaro_Rmz_V