Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
Hace poco más de un año, en diciembre de 2021, algunos medios de comunicación, identificados con la derecha, aseguraron que Luis Donaldo Colosio Riojas, alcalde de Monterrey e hijo del malogrado candidato presidencial del PRI, quien fue asesinado en 1994, tenía todo para ganarle a Morena y a cualquiera de sus aspirantes en la elección constitucional a la Presidencia de la República. Lo dijeron, lo festejaron y lo pronosticaron; diarios serios incluso se la creyeron.
El joven fue una llamarada de petate, como reza la voz popular al describir a los espontáneos, pero insustanciales, personajes que, por un tiempo muy breve, acaparan la atención.
Muchos dijeron que sería el candidato de la oposición y que iba a meter en serios problemas al actual régimen. ¿Dónde está hoy Colosio Jr.? En el saco fétido del olvido. No cuajó como aspirante. Ese fue siempre su destino, a pesar de sus porristas, quienes lo inflaron artificialmente con mentiras.
Ahora, con su repentina fama pública -ha tenido una extraordinaria semana en redes sociales y en los medios orgánicos de la derecha-, la senadora sin partido, pero afiliada a la bancada del PAN, Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, se ha convertido en un fenómeno similar al de Colosio Junior, con un previsible final análogo.
La oposición, que carece de cuadros y de liderazgos, está urgida de héroes y heroínas.
No importa si son reales o ficticios, si duran un suspiro o si son insustanciales, lo importante es que sirvan de estandarte del momento.
Eso ha pasado con la política de origen humilde y de descendencia indígena, quien, sin embargo, ha pasado la mayor parte de su vida sirviendo y siendo parte de la plutocracia del país.
Es una ultrafoxista que saltó a la vida pública y a la fama en los medios de la mano del ex presidente Vicente Fox, en cuyo gobierno fue responsable de Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.
Sin embargo, su visión respecto de la lucha contra la pobreza y la reivindicación de los pueblos originarios ha sido siempre asistencialista, como servidora pública, y altruista, desde su actividad privada, como lo ha hecho con una fundación que creó.
Eso sí, Bertha Xóchitl conecta muy bien, porque es genuina la mayor parte del tiempo; es también malhablada y da la impresión de ser muy franca.
Uno de sus mayores gestos y características ha sido su desparpajo para hablar y declararse aficionada del futbol, y su equipo favorito es el Cruz Azul. Son famosas las apuestas que cruza con tal de defender a los Cementeros.
Sin duda, ha sido siempre un buen personaje mediático que, sin embargo, la cúpula de la plutocracia y la oligarquía mexicana no habían sabido explotar. O no la había necesitado.
Hoy ella resulta muy útil para descalificar al presidente de la República y a la Cuarta Transformación (4T), precisamente porque por sus características personales y hasta su forma de vestir, ataviada con trajes típicos de su natal Hidalgo o de algunas minorías indígenas, pareciera más cercana a ese movimiento, que a la complacencia de los ricos y políticos de derecha, con los que realmente comulga.
En el colmo de absurdo, varias de las plumas que, en nado sincronizado, han salido a defenderla y a promocionarla, han dicho que solamente por el hecho de tener un nombre de origen indígena, Xóchitl, tendrá suficiente fuerza para contrastar con el apellido de origen extranjero de la próxima candidata de Morena. Es un exceso promocionar, por ello, como una cualidad en sí, a una persona.
Por cierto, jamás pretendió convertirse en candidata presidencial. Pero hoy sirve a los fines de su grupo.
Bertha Xóchitl es estridente. Es, en algunos sentidos, genuina, pero la han inflado artificialmente para fines aviesos y simulados.
Visto así, será también llamarada de petate.