Rúbrica por Aurelio Contreras Moreno
Desde que el régimen obradorista decidió desaparecer el fideicomiso con el cual se financiaba el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) –para apoderarse de ese dinero y destinarlo a programas clientelares y a obras como el Tren Maya-, cada que hay una contingencia ambiental que resulta en un desastre para la población, se le recuerda su irresponsable y hasta criminal decisión.
La respuesta automática es que en el pasado, el Fonden fue un pozo de corrupción, pues sus multimillonarios recursos fueron tomados por otros gobiernos para financiar campañas y engrosar fortunas. Lo cual es relativamente cierto. Tanto así, que muchos de los que incurrieron en esas trapacerías siguen activos en política… dentro de Morena. Así que ellos les podrían platicar.
Sin embargo, la falacia salta a la vista. El corrupto no era el mecanismo ni el fideicomiso, sino el político que le metía la “uña al cajón”. Lo cual habría podido solucionarse tan “fácil” como erradicar esas prácticas en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que jura que ya se terminó la corrupción. El embuste es más que obvio, pero muchos decidieron creérselo.
El caso es que el Fonden fue desaparecido como fideicomiso desde 2020, año en el que contaba con recursos por 51 mil 480 millones de pesos, mismos que de acuerdo con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público fueron a dar en buena parte al ecocida Tren Maya, y que a junio de 2023, llevaba un 43 por ciento de avance en su proceso de extinción.
Con la arremetida del huracán categoría 5 “Otis”, que devastó al puerto de Acapulco la madrugada de este miércoles, volvió –como cada temporada- a la discusión pública el tema del Fonden como una herramienta para atender los daños y a los damnificados, algo que a pesar de la corrupción que existía, sirvió para paliar los efectos de numerosos desastres naturales las últimas dos décadas en todo el país. Algo de lo que ya no se dispone.
Ante la magnitud del desastre en Acapulco y la costa de Guerrero, el gobierno obradorista salió a la carga con su maquinaria propagandística. El subsecretario de Ingresos de Hacienda, el veracruzano Gabriel Yorio, declaró este miércoles en el Senado que el Fonden aún existe y tiene recursos.
“Lo que les quiero decir es que la cobertura de reserva de efectivo no fue tocada. Actualmente tenemos 18 mil millones de pesos en el Fonden, hay una línea presupuestal de cerca de 10 mil millones de pesos”, afirmó, y precisó que “lo que se retiró sobre todo del administrador del Fonden, que era Banobras, es el sistema de gestión financiera pública, es decir, ya no se deja que sea Banobras y los municipios quienes establecen el sistema de facturas sobre los proyectos de recuperación”.
Esta información inmediatamente movió las aguas de la opinión pública, a la que se pretendió engañar con medias verdades, como lo desveló la investigación del analista parlamentario Juan Ortiz, quien encontró que el “Fonden” referido por Yorio no tiene nada que ver con el fideicomiso, sino que es un programa manejado por la Secretaría de Hacienda en el ramo 23 al que, simplemente, decidieron ponerle el mismo nombre.
Además, a ese programa “Fonden” le fueron asignados 17 mil 980 millones de pesos para 2023, más o menos lo mismo que dijo Gabriel Yorio. Lo que no dijo el “olvidadizo” funcionario federal es que para junio de este mismo año ya le habían recortado 21 por ciento de sus recursos –también con datos investigados por Juan Ortiz-, para quedar en 13 mil 568 millones, de los cuales ni un peso se había gastado en todo el ejercicio fiscal actual, a pesar de que se han registrado otras contingencias naturales que dejaron daños severos, como la inundación en Zongolica, Veracruz, hace unas semanas.
Lo cierto es que el gobierno de López Obrador destruyó un mecanismo que, con todo y sus fallas –reiterarlo, humanas, políticas, mas no de operación- sirvió durante 20 años para reconstruir y aliviar zonas devastadas por la fuerza natural. Un atraco para hacer política o peor, politiquería al estilo “4t”.
Entre tanto, el presidente y su gavilla juegan a los mismos montajes que tanto criticaron de otros políticos y otros gobiernos, con resultados igual de desastrosos gracias a su incompetencia y, por su supuesto, corrupción.
Están atascados en la simulación, igual que los vehículos con los que López Obrador pretendió llegar por tierra a Acapulco para hacer teatro, cuando solo le bastaba tomar un helicóptero para llegar en una hora a la zona siniestrada.
Pero ¿demandarle cumplir con su responsabilidad? Ni que fuera bombero, diría un clásico.
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