Rúbrica por Aurelio Contreras Moreno
La espiral de destrucción institucional instigada esta semana por el oficialismo “cuatrero” en el Congreso de la Unión, y atestiguada por un país impávido, no tiene parangón en la historia reciente de México y representa retrocesos que costará mucho tiempo remontar.
El régimen lopezobraorista lanzó una oleada de reformas legales para disimular sus fracasos como el del Insabi, encubrir malos manejos como los que llevaron a la quiebra a la Financiera Rural, controlar a la comunidad científica mediante una regresiva y autoritaria Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación, y terminar de enriquecer a la cúpula militar entregándole por completo el control del Tren Maya y todo el dinero que ingrese al país por concepto de turismo extranjero. Un despropósito inmenso.
Todo eso, mientras la opinión pública se distraía con la mala salud del presidente Andrés Manuel López Obrador, lo cual fue manejado como una de las cortinas de humo más perversas que gobierno alguno haya diseñado en México.
Fue precisamente la opacidad en el tratamiento que le dio el gobierno al “desmayo transitorio” y al tercer contagio por covid-19 del presidente lo que puso al país “patas pa’rriba”, entretenido entre rumores, disparates, desinformación y vacíos que fueron aprovechados maquiavélicamente por el régimen, que tiene muy bien medida la pobrísima inteligencia que priva por estos días entre la oposición partidista y mediática, que cayó sistemáticamente en todas las trampas y garlitos que le tendieron, lo que le hizo menos costoso a la “4t” el precio de las reformas.
Pero la “sed de sangre” de la malhadada “cuarta transformación” no está todavía saciada. Quieren eliminar cualquier resquicio que lleve a que al concluir este infame sexenio sean llamados a cuentas por todo el daño que están causando. Así que les es preciso eliminar al Instituto Nacional de Acceso a la Información, Transparencia y Protección de Datos Personales (INAI) y las plataformas a través de las cuales los ciudadanos podemos revisar lo que el gobierno hace con el dinero que recibe de nuestros impuestos. Y están buscando cualquier vía para concretar ese propósito.
El INAI sigue paralizado por la falta de al menos un comisionado que le permita obtener quórum para sesionar. Y cuando se suponía que se había alcanzado un acuerdo para nombrar a una persona con un perfil adecuado como el del ex presidente del Sistema Nacional Anticorrupción, Ricardo Salgado, en la sesión de este jueves en el Senado Morena reventó el nombramiento, incumplió lo acordado y demostró una vez más que nada de lo que digan, prometan o se acuerde con ellos es digno de crédito. No tienen palabra, ética y mucho menos honor, reflejo claro de lo que ha significado todo este sexenio.
Pero tampoco era algo que no pudiera preverse. El morenato no tiene intención alguna de hacer funcionar la maquinaria de la rendición de cuentas. Es exactamente todo lo contrario.
Este mismo jueves, el presidente de la mesa directiva del Senado, Alejandro Armenta, presentó una iniciativa para de plano desaparecer al INAI bajo los mismos argumentos falaces del supuesto alto costo del instituto y una inexistente duplicidad de funciones con otros organismos.
Al poco rato de presentarla, la iniciativa fue retirada. Pero no porque hubiese dado marcha atrás, sino porque alguien debió decirle a Armenta que era demasiado idiota pretender que las funciones del INAI las absorba la Secretaría de la Función Pública, que sería juez y parte al tener que entregar la información del gobierno del cual forma parte orgánicamente.
Así que el impresentable Armenta –que de lidercillo sindical priista del grupo del “gober precioso” Mario Marín pasó a “izquierdista morenista” para buscar la gubernatura de Puebla- anunció que solo le hará adecuaciones a su bodrio para que las funciones del INAI las asuma ¡la Auditoría Superior de la Federación! Que nada tiene que hacer en temas de transparencia, pues su labor es fiscalizar contablemente los recursos públicos.
Pero con ese discurso pretenden engañar a los ciudadanos –con algunos muy ignorantes lo logran- y de paso, destruir las instituciones que construyeron no los gobiernos “neoliberales”, sino la sociedad civil que demandó y empujó por décadas por mayores controles al abuso de poder, algo que los autoritarios simplemente no soportan.
Y esta semana se mostraron cuan opacos, tramposos y mentirosos son. Y algunos de ellos, por supuesto, no dejaron dudas: son increíblemente pendejos.
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