Capacitan en UPAEP a ingenieros, arquitectos y constructores

Capacitan en UPAEP a ingenieros, arquitectos y constructores
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Uno de los avances más notables en la evaluación del riesgo sísmico en México ha sido la instalación de estaciones de registro y monitoreo sísmico

Todavía existen retos significativos en la evaluación del riesgo sísmico en México. Predecir con precisión cuándo ocurrirá un terremoto sigue siendo un desafío formidable debido a la naturaleza altamente aleatoria e impredecible de estos eventos. El enfoque debería centrarse en reducir la vulnerabilidad de las estructuras y la sociedad en general. UPAEP ofrece curso-taller en “Patologías y Evaluación de Construcciones de Concreto”.

El trágico terremoto del 19 de septiembre de 1985, fue un evento sísmico que tuvo un impacto profundo en la conciencia de los mexicanos y en el enfoque de la ingeniería en el país. Antes de este devastador terremoto, México había enfrentado otros eventos sísmicos significativos, como el temblor del “Ángel de la Independencia” en 1957. Sin embargo, el terremoto de 1985 marcó un antes y un después en la ingeniería sísmica mexicana, ya que reveló la necesidad urgente de comprender y evaluar mejor el riesgo sísmico.

Uno de los avances más notables en la evaluación del riesgo sísmico en México ha sido la instalación de estaciones de registro y monitoreo sísmico. Estas estaciones, algunas de las cuales ya existían en la Ciudad de México en 1985, permitieron registrar y analizar las aceleraciones sísmicas en tiempo real durante el terremoto de ese año. Este evento también dio lugar al estudio del efecto de sitio, que se refiere a cómo las ondas sísmicas interactúan con diferentes tipos de suelos y estructuras, un factor crítico para comprender y mitigar los daños causados por los terremotos, enfatizó Eduardo Ismael Hernández, profesor de la Facultad de Ingeniería Civil de la UPAEP.

Además, el terremoto de 1985 condujo a la creación del Centro Nacional para la Prevención de Desastres (CENAPRED), un importante centro de investigación y estudio de desastres naturales. También se implementaron modificaciones en la normativa de diseño sismorresistente, lo que resultó en la creación de reglamentos más rigurosos en cuanto a las fuerzas sísmicas que deben soportar las construcciones en México, reiteró el académico.

Dijo que uno de los avances más destacados en la evaluación del riesgo sísmico es el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX), desarrollado por ingenieros mexicanos. Este sistema proporciona una advertencia anticipada de terremotos, lo que puede dar a las personas y a las autoridades unos valiosos segundos para tomar medidas de seguridad.

A pesar de estos avances, Ismael Hernández enfatizó que todavía existen retos significativos en la evaluación del riesgo sísmico en México. Predecir con precisión cuándo ocurrirá un terremoto sigue siendo un desafío formidable debido a la naturaleza altamente aleatoria e impredecible de estos eventos. Sin embargo, Ismael Hernández sugirió que el enfoque debería centrarse en reducir la vulnerabilidad de las estructuras y la sociedad en general.

La vulnerabilidad se refiere a la exposición al daño que pueden tener las estructuras y la infraestructura ante un terremoto. Para abordar esta vulnerabilidad, es esencial mejorar la calidad de las construcciones, especialmente en áreas donde la autoconstrucción es común. Capacitar a ingenieros, arquitectos y constructores es clave para asegurar que las técnicas de diseño sismorresistente se apliquen de manera efectiva.

Eduardo Ismael mencionó que la reducción del riesgo sísmico en México debe ser un esfuerzo conjunto que involucre a la comunidad científica, las autoridades gubernamentales, los profesionales de la construcción y la sociedad en su conjunto. A pesar de los desafíos que enfrenta México en este campo, los avances tecnológicos y la conciencia pública sobre la importancia de la preparación para terremotos son pasos fundamentales hacia un futuro más seguro en un país propenso a los eventos sísmicos.

Por su parte, Gerardo López Arciga, profesor de la Facultad de Ingeniería Civil de la UPAEP, destacó la coincidencia de que años después del terremoto del Ángel en 1957, México se enfrentó al devastador terremoto de 1985, un lapso de tiempo relativamente corto en términos de investigación sísmica.

López Arciga enfatizó la complejidad de predecir cuándo y dónde ocurrirá un terremoto, ya que se necesitan tres parámetros clave: magnitud, localización y tiempo, y actualmente no se cuenta con la capacidad de predecirlos de manera precisa.

En lugar de centrarse en la predicción, López Arciga subrayó la importancia de abordar la vulnerabilidad de las construcciones y la sociedad en general. La vulnerabilidad, en este contexto, se refiere a la exposición al daño que pueden tener las estructuras y la infraestructura durante un terremoto.

Señaló que una de las áreas clave en la que se deben realizar esfuerzos es en el conocimiento y estudio de los materiales utilizados en la construcción. Esto incluye investigaciones sobre mampostería, un material comúnmente empleado en la construcción en México. Un mejor entendimiento de cómo estos materiales se comportan durante un terremoto puede llevar a mejoras significativas en la seguridad de las edificaciones, enfatizó el académico.

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