Ecosistema digital escribe Carlos Miguel Ramos Linares
Cuando una empresa como Apple lanza un nuevo iPhone, lo espera con mezcla de fe y escepticismo: fe por las innovaciones prometidas, escepticismo por los precedentes (fallos, ajustes financieros, polémicas). Esta vez, el “scratchgate” —la facilidad con que se raya el recientemente estrenado iPhone 17 Pro— no es simplemente un detalle superficial, sino el síntoma visible de algo más profundo: una tensión entre estética, marketing y funcionalidad que podría costarle caro al gigante de Cupertino.
Desde los primeros días de uso algunos usuarios han reportado que el módulo de cámara y los bordes se rayan con facilidad, incluso con objetos comunes como monedas o llaves, lo cual, según las pruebas de resistencia lideradas por creadores de contenido (como JerryRigEverything), sugiere que el recubrimiento anodizado adoptado puede tener adherencia débil en condiciones reales.
No cabe duda de que el iPhone 17 Pro presume un diseño más agresivo, con bordes marcados, módulo más voluminoso y nuevas opciones de color (naranja, azul) que pretenden seducir visualmente al usuario. Pero cuando lo que prometes como “premium” se raya con facilidad, el usuario se siente engañado: ¿pagar por un diseño llamativo para luego usar funda y ocultarlo? ¿Eso era lo prometido?
Según se informa, este acabado tan vulnerable puede tener una explicación técnica: Apple habría escogido ese recubrimiento precisamente para mejorar el rendimiento térmico del equipo en momentos de uso extremo, sacrificando —en apariencia— la resistencia superficial.
En otras palabras, la compañía apostó por una característica interna (mejor disipación del calor) con un costo visible en el exterior.
Esto no es nuevo en la industria tecnológica: hay siempre un tira y afloja entre lo estético y lo funcional, entre lo llamativo y lo robusto. Pero mientras un diseñador industrial puede advertir estos compromisos, el consumidor medio solo ve lo que se ensucia, lo que se raya, lo que pierde lustre con el uso.
El “scratchgate” trae ecos de otras polémicas pasadas de Apple: el “bendgate” (cuando algunos modelos se doblaban) no está tan lejano en la memoria colectiva. Cada uno de esos episodios daña la aura de perfección y durabilidad que Apple cultiva con tanto esmero.
Los compradores que desembolsan montos cercanos a los 1.500 euros esperan que un dispositivo de esa gama no solo rinda tecnológicamente, sino que aguante el uso cotidiano sin perder su estética. Que se raye sin someterlo a condiciones extremas hace que el valor percibido se erosione rápidamente.
Apple, ante la creciente viralidad del problema, no puede limitarse a callar o minimizar el asunto. Debe responder: mediante explicaciones técnicas claras, posiblemente garantías extendidas o medidas correctivas de recubrimiento. Ignorar el tema o reducirlo a “casos aislados” sería ingenuo o peor, sería subestimar la capacidad de viralización de una comunidad que controla cámaras, tests, foros y redes.
@cm_ramoslinares