Ecosistema digital escribe Carlos Miguel Ramos Linares
El 20 de enero de 2017, Donald Trump asumía la presidencia de los Estados Unidos, marcando un antes y un después en la política internacional y, especialmente, en la relación comercial entre las dos mayores potencias económicas del mundo: Estados Unidos y China. Desde su campaña, Trump había prometido "hacer a América grande de nuevo" mediante un proteccionismo sin precedentes, al imponer aranceles y limitar las importaciones de productos extranjeros. Lo que algunos consideraron una estrategia para revitalizar la economía estadounidense también desató una guerra comercial que impactó a industrias clave como la tecnología y, por conexión, a las cadenas de suministro globales.
A ocho años de ese momento histórico, los ecos de esta confrontación se sienten en todos los rincones del mundo, pero también en las visiones de futuro. En un escenario donde los avances tecnológicos son cada vez más dependientes de la colaboración transnacional, la pregunta no es si sobreviviremos a los conflictos comerciales, sino cómo evolucionarán nuestras tecnologías y economías en este contexto.
La paradoja de la disrupción
El mercado tecnológico estadounidense no ha dejado de crecer, y se espera que para 2025 alcance los 537,000 millones de dólares. Sin embargo, este progreso está profundamente condicionado por el suministro de componentes esenciales provenientes de Asia. China, Taiwán y Corea del Sur dominan la fabricación de semiconductores, materiales superconductores y equipos criogénicos, esenciales para tecnologías emergentes como el cómputo cuántico. La promesa de Donald Trump de imponer aranceles no solo afectó a China, sino también a socios comerciales como México, que sufre los efectos colaterales en los costos de electrónica y tecnología.
La inteligencia artificial (IA), que muchos llaman el motor del siglo XXI, también enfrenta tensiones similares. Mientras Estados Unidos lidera en el desarrollo y adopción de IA, los precios de los productos que incorporan esta tecnología podrían dispararse debido a los aranceles. Esto podría frenar tendencias que hoy prometen cambiar el mundo, como el cómputo cuántico o los hogares inteligentes.
Olinia: el futuro eléctrico mexicano
En contraste con esta dinámica de confrontación, México ha apostado por un sueño distinto: la colaboración entre academia, sector público y empresas privadas para desarrollar Olinia, el primer minivehículo eléctrico 100% mexicano. Presentado como una solución sostenible y asequible para las ciudades, este proyecto simboliza algo más que la transición hacia una movilidad más limpia; es un esfuerzo por posicionar a México como un actor relevante en la revolución tecnológica global.
Pero Olinia también enfrenta desafíos monumentales. Con un mercado automotriz dominado por gigantes como Tesla y BYD, competir será complicado si no se consolidan estrategias claras en innovación, manufactura y distribución. Aún así, la idea de un vehículo que responde a necesidades locales —distancias cortas, costos accesibles y compatibilidad con la infraestructura existente— refleja una visión pragmática y realista, algo que a menudo falta en las políticas tecnológicas de otras naciones.
Una década cuántica
Como bien dijo Brian Comiskey, de la CTA, “si la década de 2020 es la década de la inteligencia, la de 2030 será la cuántica”. Para entonces, México podría tener un lugar en el mercado tecnológico global con proyectos como Olinia, mientras Estados Unidos y China continúan disputándose la hegemonía en innovación. Sin embargo, lo que está en juego no es solo el dominio económico, sino la capacidad de las naciones para democratizar la tecnología y hacerla accesible para sus poblaciones.
La comparación entre la guerra comercial iniciada por Trump y el desarrollo de proyectos como Olinia revela dos caminos contrastantes hacia el futuro. Por un lado, la fragmentación y el proteccionismo que limitan el progreso global; por el otro, la colaboración local con ambiciones globales. La pregunta es si el mundo estará dispuesto a apostar por la segunda opción.
El éxito de proyectos como Olinia o la adopción masiva de la IA y el cómputo cuántico dependerá menos de las tensiones geopolíticas y más de nuestra capacidad para reimaginar el papel de la tecnología como un puente, no como un muro, entre naciones.
@cm_ramoslinares