La IA que sabía demasiado: Copilot y la nueva vulnerabilidad en Windows

La IA que sabía demasiado: Copilot y la nueva vulnerabilidad en Windows
Carlos Miguel Ramos Linares
Ecosistema digital Inteligencia Artificial

Ecosistema digital escribe Carlos Miguel Ramos Linares

La promesa de una inteligencia artificial integrada en el sistema operativo más usado del planeta parecía inevitable. Microsoft apostó por Copilot como asistente de productividad, eficiencia y asistencia personalizada para sus usuarios de Windows 10 y 11. Sin embargo, una reciente revelación ha encendido las alarmas sobre lo que muchos expertos temían: que la automatización sin suficiente control puede volverse un riesgo de seguridad.

Según un informe difundido por Infobae, especialistas en informática lograron acceder a información sensible —incluidas contraseñas— almacenada en documentos protegidos en SharePoint, utilizando únicamente comandos dirigidos a Copilot. Es decir, burlaron los permisos restrictivos de seguridad no con habilidades de hacker de película, sino con un lenguaje natural dirigido a una IA diseñada para “ayudarnos”.

Este hallazgo, que en otras circunstancias habría sido catalogado como un “error de sistema”, revela un problema más profundo: no es solo un fallo técnico, sino una grieta ética y estructural en el desarrollo de estas tecnologías. Si una IA puede violar los límites de seguridad por diseño, ¿realmente estamos hablando de un “asistente” o de un “vigilante involuntario”?

La paradoja aquí es inquietante. Copilot está concebido para ser una interfaz amigable, incluso con activación por voz (“Hey, Copilot”), supuestamente pensada para mejorar la accesibilidad y privacidad. Pero ¿cómo hablar de privacidad cuando se documenta que esta misma IA puede acceder a archivos que el propio sistema bloquea manualmente?

Lo más preocupante no es el fallo en sí, sino el contexto: más del 95% de los usuarios de PC utilizan versiones de Windows vulnerables a este problema. Esta no es una brecha localizada o un caso aislado; es un agujero que se abre bajo los pies de millones de personas en todo el mundo.

Y aquí es donde el discurso tecnológico triunfalista debe dar un paso atrás. Microsoft —como muchas otras compañías— ha apostado por lanzar funciones de IA de forma apresurada, apelando a una carrera por la innovación que, en su prisa, parece olvidar la evaluación de impacto. La privacidad, al parecer, no se prueba en los laboratorios, sino cuando los usuarios descubren que su información ya ha sido expuesta.

La recomendación inmediata, según los expertos, es desactivar Copilot desde la barra de tareas. Pero ¿cuántos usuarios promedio saben cómo hacerlo? ¿Cuántos entienden que su “asistente inteligente” puede ser también un “puente” hacia sus archivos privados?

El incidente de Copilot debería obligar a la industria tecnológica a detenerse y revisar sus principios rectores. ¿Dónde queda el consentimiento informado cuando una IA actúa por encima de los permisos configurados? ¿Cuál es la responsabilidad ética de las grandes corporaciones cuando un producto potencialmente expone datos sensibles sin el conocimiento del usuario?

En una era donde los algoritmos se vuelven invisibles, naturalizados en nuestras rutinas diarias, lo que Copilot revela no es solo una vulnerabilidad informática, sino una falla de modelo: una visión tecnocentrista que prioriza la funcionalidad por encima de la privacidad, y la novedad por encima de la seguridad.

La inteligencia artificial puede ser un gran avance, sí. Pero no puede ser excusa para ignorar la protección de lo más valioso: nuestra información personal.

 

@cm_ramoslinares