El Blog de Puebla Deportes escribe Antonio Abascal
Todo el deporte profesional depende de una maquinaria macabra donde cada acontecimiento (partidos oficiales de los torneos tradicionales, de nuevas competencias como el mundial de clubes o de los nuevos mundiales con 48 equipos y hasta las pretemporadas) explotan la pasión de los aficionados. A la maquinaria macabra le importa el bolsillo de los aficionados en cuanto puedan gastarlo en sus productos, pero no su tiempo como sucedió ayer en Puebla con la necedad de quedar jugar cuando el cielo se cayó en repetidas ocasiones; incluso el anuncio de que se iba a cantar el play ball a las 20:45 horas estaba fuera del reglamento de sus famosas tres medias horas que hay que esperar para decretar una suspensión, o el caso de Torreón donde el juego se reanudó a las 23:45 horas para disputar la octava y novena entrada porque la maquinaria macabra ha sumado patrocinadores, medios de comunicación, que son igual o más voraces, por lo que nadie detiene a esta maquinaria.
No importa que haya lluvia, incluso con aguaceros torrenciales y tormentas eléctricas, a la maquinaria macabra no le importa poner en riesgo la integridad física de las cuadrillas que ponen a punto los parques de béisbol, con mención especial a la del Parque Hermanos Serdán que ayer realizó una labor sobresaliente dejando listo el diamante en tres ocasiones, como ya se dijo no le importa el tiempo de los aficionados y su propia integridad física ya que si se hubiera decretado la suspensión del Pericos vs Piratas justo a las tres medias horas la gente habría podido salir del inmueble sin lluvia, todo lo contrario de lo que sucedió cuarenta minutos más tarde cuando se hizo el anuncio de la imposibilidad de jugar en medio de otro aguacero, lo único que interesa es el reloj de los intereses comerciales. Jugar un partido casi dos horas después luego de una tormenta y con el cielo iluminado todavía por rayos es la demostración del nulo sentido común de la nueva Liga Mexicana que preside Horacio de la Vega, al tiempo que también ejemplifica que la maquinaria macabra siempre quiere más.
Hoy inician dos de las ligas europeas de futbol de mayor tradición, una que todavía retiene algunos resquicios de las raíces que hicieron crecer al balompié; la otra ha caído en manos de esta maquinaria macabra y además ha enfermado de falta de credibilidad luego de que la rivalidad histórica se volvió tóxica y cada jugada de cada partido en el que intervienen los gigantes es analizado con lupa; se duda de todo, ya no hay espacio para que las respectivas aficiones reconozcan la categoría de los futbolistas del otro lado que son vistos literalmente como enemigos. Ese deporte popular que creció y se desarrolló como un fenómeno social gracias a que las hazañas de los jugadores alimentaron la identidad regional y la pasión, hoy prepara un mundial más de tres veces más grande del que arrancó en Uruguay 30 porque a esta maquinaria macabra le gusta la cantidad y no la calidad; sus aliados mediáticos justificarán la decisión a través de la ilusión de los nuevos invitados y la alegría que despertarán en los respectivos países que ahora sí podrán llegar con el aumento de cupos, pero lo peor de todo no es eso, esa gran fiesta no estará al alcance de todos: Ayer se dieron a conocer los precios para un boleto (no para todos los partidos) para una de las zonas del Estadio de Guadalajara, 77,000 pesos en una ubicación privilegiada.
El deporte que ilusiona a todos los estratos sociales estará al alcance de muy pocos o los muy apasionados tendrán que endeudarse, será una fiesta elitista donde la maquinaria macabra ganará con más partidos, más estampas y páginas en el álbum, ganará con más transmisiones, ganará con estadios llenos a pesar de todo.
La maquinaria macabra tiene oficiales de alto rango como Gianni Infantino, los presidentes de las respectivas confederaciones, Javier Tebas, presidente de la Liga Española, los comisionados de las ligas en Estados Unidos como Roger Goodell de la NFL, Rob Manfred de las Grandes Ligas, Adam Silver de la NBA; mientras que en México tenemos a Mikel Arriola y Horacio de la Vega, aunque con menor talento por eso tenemos ligas que privilegian la mediocridad sin ascenso y descenso, con repechaje pomposamente llamado play in porque ni siquiera son creativos y copiaron vilmente el sistema de la NBA, o bien crearon la figura del “mejor perdedor” para tener una serie más de playoffs en el béisbol; historias como las de ayer donde fuera del reglamento se autorizó cantar el play ball más allá de las famosas tres medias horas. Es una maquinaria macabra donde las aficiones importan como consumidoras, no como personas con opiniones y sentimientos de identidad.
En tiempos de redes sociales hay una cuenta en X que se llama “odio el futbol moderno” que resume el sentimiento de muchos (@OdFutbolModerno), pese a que el deporte en sí, en su nobleza, sigue ofreciendo partidos, jugadores, guardametas (en ambas ramas) dignos de admiración. Esa nobleza que conecta con la tradición y las aficiones es la que explota sin cesar la maquinaria macabra, una maquinaria que nos ha cegado para consumirla tanto que olvidamos que, a pesar de todo, las raíces del deporte no han sido cortadas por completo, todavía hay historias que contar como la de Armand Duplantis quien ha roto trece veces el récord del mundo de salto con garrocha y está a un centímetro de alcanzar los seis metros y treinta centímetros: Lo que la maquinaria macabra no ha logrado cortar son esas raíces que hacen del deporte el escenario ideal para forjar historias de superación.
Si salimos de la maquinaria macabra entenderemos que hay esperanza de reconectar con los valores del deporte en la actividad amateur, en la universitaria y en esas disciplinas que el gran ojo de la maquinaria macabra no ha captado con sus reflectores. Mientras escribía estas líneas en el Parque Hermanos Serdán era poco optimista, pero entonces una acción de varios peloteros de los Piratas de Campeche me recordó que esos valores del deporte también están presentes a pesar de los mecanismos de la maquinaria macabra: Cuando se soltó el último aguacero, los miembros de la cuadrilla batallaban por cansancio y peso de la lona para volverla a colocar sobre el diamante, entonces varios peloteros algunos con chamarra, otros ya con el uniforme de juego como Connor Hollis, Calvin Mitchell y Robbie Tenerowicz salieron a ayudarlos demostrando humildad, honrando a una cuadrilla de trabajadores que ya había batallado toda la tarde y recordando que el béisbol es un deporte de equipo aun en estas situaciones; por cierto, una pena que sólo los jugadores del equipo visitante hayan sido solidarios, mientras los locales se quedaron en su club house: También hay acciones que explican momentos de las temporadas de los equipos.
@abascal2