Parabolica.MX escribe Fernando Maldonado
Será que al presidente del PRI y senador de la República, Néstor Camarillo nunca lo encaró ni padeció lo que otros sí: la humillación pertinaz, como sus subalternos.
Tal vez no lo escuchó con tal aproximación al grado de sentir su aliento en el rostro mientras salía de su estentórea voz la frase que tanto lo distinguió en su entorno inmediato y guardada con celo: “eres un pendejo, chinga tú madre”.
Tal vez porque no le echó a andar el aparato judicial para intimidarlo tras una negativa a sus desproporcionadas peticiones: una candidatura para aquella, una posición para aquel, los privilegiados de su efímero feudo.
O por negarse a votar en los órganos legislativos cuando se trataba de confeccionar leyes lesivas para quienes menos oportunidad tenían de defenderse frente a un modelo político diseñado para beneficiar a pocos en detrimento de muchos.
La #LeyBala por la ejemplo o la que permitía expropiar a legítimos propietarios de predios y ranchos bajo cualquier coartada que escondía desquites y venganzas personales.
Ejemplos abundan.
Cito dos: don Delfino Flores Melga, un activista a quien la Comisión Nacional de Derechos Humanos consideró debía enfrentar el proceso penal en su casa por sus 90 años de edad y que el morenovallismo negó, murió en un fría celda del penal en San Miguel, con una salud quebrantada por los golpes que recibió tras su aprehensión.
No hubo clemencia en aquel 2013 por el gobierno de quien Camarillo consideró, no fue un mal gobernador.
Uno más: José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, un niño que en este 2025 tendría 22 años, fallecido con exposición de masa encefálica tras el impacto de un proyectil de la policía de ese mandatario, en una jornada de protestas por el retiro de potestades de juntas auxiliares.
Elia Tamayo, la madre de ese niño muerto como la familia de Flores Melga caminaron por distintos caminos de la burocracia y las calles en la búsqueda de justicia para solo encontrar el silencio cómplice de la prensa sumisa de la época y la indiferencia de los funcionarios de ese gobierno insensible al dolor ajeno.
Es por eso que debe tener las consideraciones que expresó en su rueda de prensa de lunes a una persona que en vida se condujo con un ego exacerbado, empeñado en acumular poder y dinero.
Y si, el buen gobernador que ve el líder priista hoy en día sorprendió y atemorizó por un exacerbado ego hasta su deceso hasta hace siete años, cuando en el imaginario flotaba la idea del imbatible opositor a Andrés Manuel López Obrador.
Ahí radica la añoranza de un reducido segmento de la esfera política. El antídoto contra la 4T, de carne y hueso, asumen aún quienes se duelen de su ausencia.
La idea de que fue un buen gobernador parece un homenaje desproporcionado hacia quien en vida heredó una deuda que apenas este viernes significará erogar con esfuerzo 2 mil millones de pesos, entre otras cargas financieras que rebasa la capacidad de pago de la hacienda pública.
El buen gobernador, según el priista, dejó maniatado al estado, a grado tal que el edificio central del gobierno el Centro Integral de Servicios seguirá siendo la morada rentada de un inquilino que al menos este año no podrá pagar lo que se debe desde hace dos periodos sexenales.
La historia aún no pone a cada quien en su sitio.
@FerMaldonadoMX