Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
Donald John Trump es un presidente sin legitimidad popular, aunque todavía mantenga la jurídica. Las protestas del sábado pasado, 14 de junio, contra su autoritarismo, han consumido no solamente su tenue respaldo, sino que consiguieron dan fuerza y cohesión a un movimiento en Estados Unidos que repudia su permanencia en la Casa Blanca, por su talante fascista. Está el magnate al borde del precipicio.
El rechazo a su política antiinmigrante y al uso del Ejército para ahogar las protestas, que tuvieron en principio su epicentro en Los Ángeles, California, fueron el detonante para la que, sin duda, ha sido la manifestación más grande en la historia de Estados Unidos.
Aunque solamente se ha planteado hasta ahora en las proclamas de “Trump must go” (Trump se tiene que ir), la ruta del impeachment o juicio político, que en un caso ulterior puede terminar en su destitución, parece haber comenzado como ruta clara para Donald John, quien en su anterior mandato ya enfrentó un proceso así.
En alrededor de dos mil ciudades en los 50 estados y en las principales ciudades de la Unión Americana, casi simultáneamente el sábado, decenas de millones de ciudadanos y ciudadanas salieron a las calles para reprobar expresamente su política interior, junto con una firme reclamación por sus acciones militares y policiacas contra los migrantes y las autonomías estatales.
Mientras en Washington DC se realizó el desfile para conmemorar el 250 Aniversario del Ejército Estadounidense -que coincidió con el cumpleaños número 79 del mandatario republicano- y que fue considerado como la “autoglorificación” del presidente, a lo largo de todo el país las protestas enarbolaron el lema “No Kings Day” (un día sin reyes), como un contundente golpe para su administración.
“Trump must go” (Trump se tiene que ir), fue el grito repetido de protesta, ante la agenda de Donald, que ha incluido redadas masivas, extremamente agresivas y el despliegue de tropas de la Guardia Nacional, violando la autonomía de los estados, lo que han desencadenado también un enfrentamiento con los 23 gobernadores demócratas, principalmente con Gavyn Newsom, del estado de California, quien ha alcanzado, en cambio de Trump, una legitimidad popular muy sólida, por defender la soberanía californiana.
Incluso, Gavin ha ganado ya una batalla muy importante en la pelea con el presidente estadounidense: un tribunal suspendió temporalmente, el pasado 12 de junio, la orden de desplegar Los Ángeles tropas de la Guardia Nacional, para contener las protestas que, en su mayoría, han sido pacíficas.
En este contexto, lo que ocurrió el sábado 14 de junio es la contundente prueba de la falta de legitimidad del gobierno de Trump.
Las protestas no solamente son por los migrantes, sino que se han extendido al rechazo a todas las acciones de Trump y su énfasis autoritario.
Donald John ya antes enfrentó un juicio político que no terminó en su destitución, pues al igual que sus antecesores Andrew Johnson y Bill Clinton, el proceso no concluyó en la sanción máxima.
Fue acusado en diciembre de 2019 por abuso de poder y obstrucción de la justicia, pero fue absuelto.
Lo que hoy llama la atención es el masivo rechazo a su política fascista.
Pareciera que Trump tiene a casi todo el país en su contra.
Lo que comenzó como una manifestación de apoyo a los migrantes ha terminado en un grave escenario para Donald.
La ruta se ve irreversible.
@Alvaro_Rmz_V