Historias de un joven reportero escribe Gerardo Ruiz
Parte del testamento político que dejó Andrés Manuel López Obrador antes de irse a “La Chingada”, su rancho en Palenque, Chiapas, contiene un manual para los procesos electorales, sucesiones y elección de candidatos, el cual sigue siendo la hoja de ruta, al menos, para los próximos comicios intermedios del 2027.
La presidenta Claudia Sheinbaum, es un hecho, elegirá sus propios métodos y rituales para destapar al que será su “carta marcada” para su sucesión en el aún muy lejano 2030.
La próxima elección en la que se renovarán, ya sea las 500 o 300 curules de la Cámara de Diputados –en caso de que avance o no la reforma electoral propuesta por Sheinbaum Pardo en la que se incluye la eliminación de 200 diputaciones plurinominales– será no solo un enfrentamiento entre Morena y la muy minimizada oposición, sino, también será un choque entre el claudismo y lo que queda del obradorismo.
A diferencia de lo que sucedió en el 2024 cuando López Obrador le impuso a un gran número de diputados y hasta al coordinador legislativo, en la figura de Ricardo Monreal, quien ya bloqueó iniciativas prioritarias de Palacio Nacional como la “no reelección” y el “nepotismo” que Sheinbaum quería que se aplicara en el 2027, para que la presidenta no tuviera el control total de la Cámara baja, ésta ahora buscará que la siguiente legislatura sea en su totalidad fiel y leal a ella.
Parte de las lecciones que dejó el proceso interno de Morena para destapar al heredero de la 4T, de acuerdo con la visión de López Obrador, es que los y las aspirantes deben comenzar a caminar el territorio con al menos dos años de antelación al inicio de las elecciones en cuestión.
A diferencia de otros presidentes, AMLO decidió adelantar la sucesión al tercer año de su gobierno y no esperar hasta el quinto, como era una tradición en el priismo para no perder peso político ni poder. Desde el 2021, el entonces presidente le dio el “banderazo de salida” a sus cuatro ‘corcholatas’, entre las que estaban Claudia Sheinbaum, quien siempre fue la favorita del tabasqueño; Marcelo Ebrard, gran rival en la interna presidencial; Adán Augusto López, personero y paria de los López Obrador; y Ricardo Monreal.
Además de siempre haber sido la elegida de Andrés Manuel, Sheinbaum Pardo logró afianzar su proyecto político gracias a las alianzas que hizo con la mayoría de los y las gobernadores emanados de Morena y PVEM, entre los que destacaba Miguel Barbosa, quien fue de los primeros en sumarse y apoyar a la exjefa de gobierno de la Ciudad de México.
El muy precoz destape de las “corcholatas” de López Obrador dejó como lección que la “preferida” necesita forzosamente a un grupo de al menos tres aspirantes más para dividir los ataques de la oposición, que el fuego amigo y el golpeteo interno no se centre en una sola persona y para contar con un “Plan B” o hasta un “Plan C” en caso de que el “A” no cuaje o se complique.
El método de encuestas para definir al ganador del proceso interno, que no es más que un ‘dedazo’ disfrazado y legitimado –según la 4T– por el pueblo, y el ritual de unción del o la “candidata” también forma parte del manual que dejó AMLO, pero eso será tema de otra entrega.
Esta reflexión viene a colación por el supuesto “destape” de Laura Artemisa García, que se dio en el contexto de su inauguración de su casa de gestión como diputada local y que para muchos comentócratas, analistas y periodistas fue la “pinche señal” del gobernador Alejandro Armenta para que la presidenta del Congreso del estado abandere a Morena en la capital en el 2027.
En mi opinión, dudo mucho que un político tan experimentado y con tanto conocimiento en elecciones, como lo es Armenta Mier, ponga todas sus canicas desde ahora en una sola aspirante y no ponga a correr en las mismas condiciones a otros de sus alfiles, como Gabriela “La Bonita” Sánchez, Silvia Tanús o Idamis Pastor, en el caso de la baraja femenina; o a José Luis García Parra, Rodrigo Abdala, Israel Pacheco o Víctor Gabriel Chedraui, en caso de los hombres.
El supuesto destape de Laura Artemisa no solo la convertiría en el objetivo principal de todos los partidos de oposición, también del gran número de capitalinos que están inconformes y decepcionados con el actual gobierno municipal.
García Chávez no solo cargaría con sus propios negativos, lo haría desde ya con los de otros al ser vista como “la elegida” de Armenta para el 2027.
Creo que Alejandro Armenta, junto con el resto de su grupo compacto y la cúpula morenista local, en las próximas semanas también “apapacharán” al resto de aspirantes identificados con el mandatario poblano.
Y es que, insisto, si alguna lección dejó la interna de Morena del 2027 es que se necesitan varias “corcholatas” para jugar en la arena electoral.
Si bien es cierto que hoy la percepción está a favor de Artemisa, otra verdad –y más en Puebla– es que el o la elegida del gobernador no siempre es lo más idoneo, y por el contrario, es el camino más difícil.
Ejemplos sobran: Desde Carlos Julián y Nacer hasta Gabriel Biestro.
Veremos.
@GerardoRuizInc