El Blog de Puebla Deportes escribe Antonio Abascal
El literato argentino, Jorge Luis Borges, (24 de agosto de 1899-14 de junio de 1986) dijo: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos” y agregó: “Nunca la gente dice ‘qué linda tarde pasé, qué lindo partido vi, aunque haya perdido mi equipo´. No lo dice porque lo único que interesa es el resultado final. La gente no disfruta del juego”. Las frases para los que gozamos del futbol son hasta ofensivas, pero deberíamos reflexionar en la segunda frase en la que criticaba que esos aficionados no disfrutáramos del juego y nos centráramos en el resultado final; cuando uno escucha a programas especializados criticar a equipos que intentan ofrecer espectáculo, a periodistas que se regodean con las derrotas de los equipos de Pep Guardiola o aplauden ejercicios ultradefensivos que ganaron alguna ocasión o aplauden a la Brasil utilitaria de Parreira porque ganó un mundial y se olvidan de la maravillosa verde-amarela de España 82, es cuando los propios “especialistas” le dan la razón al premio Cervantes, el más importante en lengua española, ya que nunca Borges ganó el Nobel; cuando uno escucha a ciertos personajes televisivos repetir que lo único que cuenta es la victoria, Borges vuelve a tener razón, pero en toda la idea central en la que explicaba por qué no le gustaba el futbol.
Justamente ayer se cumplieron trece años del partido de vuelta entre el Barcelona de Pep Guardiola y el Chelsea de Roberto Di Matteo, una eliminatoria que se llevó el conjunto londinense con un global de 3-2, tras un triunfo de 1-0 en la capital inglesa y el empate a dos en el Camp Nou con el gol en los minutos finales de Fernando Torres tras recoger un despeje para luego enfilar al arco, quitarse a Víctor Valdés y sentenciar la eliminatoria; ese Chelsea terminó ganando la Champions ante el Bayern Múnich de la misma forma que eliminó al Barcelona, metido atrás, dependiendo de grandes atajadas de su arquero o hasta de la suerte, ya que en la ida de la semifinal la que ganó al conjunto catalán, hubo varios disparos a los postes por parte de la escuadra de Guardiola; se dijo que el Chelsea había frenado al Barcelona cuando en realidad ganó la eliminatoria, pero nunca pudo parar el exquisito juego catalán; el triunfo de los blues fue tomado como ejemplo de efectividad, pero pasados los años donde está Roberto Di Matteo como entrenador, mientras que Guardiola ha seguido no sólo ganando (a excepción de esta temporada con el Manchester City), sino revolucionando el juego y ofreciendo detalles inolvidables con otros equipos que ha dirigido como el Bayern Múnich y el propio Manchester City.
El futbol es mucho más que un resultado, es un deporte que ofrece memorias significativas a los aficionados de todo el mundo y esas memorias no sólo se refieren a los resultados, sino a las sensaciones, a los sentimientos que despertaron ciertos equipos o ciertos partidos. Cuando reducimos al futbol a los resultados le damos la razón a Jorge Luis Borges quien odiaba al futbol. Cuando reducimos al futbol a un resultado caemos en el mal del que alertaba otro escritor latinoamericano Eduardo Galeano, uruguayo, reconocido aficionado al futbol quien en su libro “El futbol a sol y sombra” definía la historia del balompié como: “un triste viaje del placer al deber. A medida que se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí”, más adelante profundiza en la idea: “La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un futbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía”.
Cuando se aplaude al Chelsea de Di Matteo o al Inter de José Mourinho se le da la razón a Borges, con su odio al futbol, y a Galdeano que expresaba su preocupación por este deporte. El timonel argentino César Luis Menotti subrayaba la importancia de no perder la esencia: “Es necesario tener respeto a lo que el juego significa. Jugar es una maravillosa palabra, hasta en el amor. No puedo entrar en una cancha sin sentir la emoción del juego. Más teniendo en cuenta que hay jugadores que lo han llevado a una expresión artística, como Maradona. Jugué de joven con Di Stéfano, estábamos en Alemania, él ya era un hombre grande. A los 15 minutos del amistoso, me di cuenta de por qué era Di Stéfano: jugó como si fuera la final del Mundial”. Una idea en la que fue mencionando otros nombres como el de Pelé para llegar a una anécdota que revela que el futbol es mucho más que un resultado: “En el fútbol todo debe tener un sentido, como la música de Serrat. Una vez, jugando en Central, pateé al arco desde cuarenta metros y un compañero me dijo 'no seas ordinario'. Eso se me quedó grabado".
Los utilitarios del futbol, con muchos comentaristas como aliados, han propagado la falacia de que los equipos que juegan bonito no ganan, pero se equivocan en el sentido literal tal y como lo demostró el Barcelona de Pep Guardiola o el Manchester City del propio Guardiola, o la selección española de Luis Aragonés continuada por Vicente del Bosque, aunque si me apura un poco, ninguna jugó como la de Aragonés en la Euro de 2008; la Alemania de Low en Brasil 2014 o la actual Argentina de Scaloni. También se equivocan en otro sentido, algunos de los grandes equipos que jugaron un futbol que encandiló a la tribuna y no ganaron se convirtieron en leyenda: El Wünder Team de Austria en Italia 34 porque revolucionó el futbol y fue la base para posteriores transformaciones: Los magyares mágicos de 1954 que sólo fueron detenidos por el “Milagro de Berna” y una serie de factores que se aliaron a favor de Alemania, la “Naranja Mecánica” de Rinus Michels en Alemania 74, la escuadra de Cruyff y Neeskens, la que todavía sus páginas son repasadas con admiración a pesar de que la copa se quedó en Alemania; la Brasil de España 82 la que obsequió magia, belleza y hasta poesía futbolística en cada aparición que tuvo en ese mundial, incluyendo una derrota de 3-2 ante Italia en la que pagó caro su congruencia y su compromiso con la belleza, justamente su verdugo se quedó con el trofeo pero a más de cuarenta años los Zico, Sócrates, Falcao, Toninho Cerezo, Eder y Junior se siguen nombrando con admiración, los que los vimos jugar seguimos no sólo recordándolos, sino recreándolos en cada acción y eso también tiene un gran valor.
Incluso en la historia del Puebla hay un capítulo muy especial. La campaña 88-89, la primera tras la adquisición del equipo por parte de los socios que encabezaban Arturo Migoya y Emilio Maurer, la que trajo al futbol mexicano a Jorge “Mortero” Aravena (quien el pasado martes cumplió 67 años), regresó a la Franja a Carlos Poblete, la que contaba con dos extremos a la vieja usanza como Gustavo Moscoso por izquierda y Paúl Moreno, por derecha, la que apostó por un técnico chileno, Pedro García. Ese equipo logró el récord de puntos con 53, fue líder general, colocó a Aravena y a Poblete en la pelea del título de goleo con más de veinte tantos, ese equipo jugaba muy bien y mantenía una idea ofensiva tanto dentro como fuera del Estadio Cuauhtémoc, pero una liguilla distinta en la que se crearon dos grupos y un técnico que se traicionó ya que ante el América en el Azteca y con la lesión del central chileno, Oscar Rojas, retrasó a Poblete a la defensa, ya abajo en el marcador regresó al “Búfalo” a la delantera y rescató un empate. Al final de la ronda de grupos, el equipo de la Franja se quedó fuera por dos derrotas frente a las Chivas, Pedro García dejó su cargo, la directiva apostó por Manolo Lapuente para la dirección técnica, reforzó todavía más al equipo y la apuesta no salió mal al ganar la Copa y la liga y, por tanto, el “campeonísimo”, pero todavía hoy existen aficionados del Puebla que aseguran que la Franja de la 88-89 dirigida por Pedro García jugaba mejor que el campeonísimo.
Galeano, quien por cierto escribió en defensa del Puebla cuando inició la persecución del imperio televisivo en 1992, definía al futbol como “fiesta de los ojos que lo miran y como alegría del cuerpo que lo juega”, contaba la anécdota de la teóloga alemana Dorothee Sölle quien respondió a un periodista que le preguntó qué era la felicidad: “No se lo explicaría, le tiraría una pelota a un niño para que jugara”, por eso el uruguayo dedicó su libro a unos niños “que una vez, hace años, se cruzaron conmigo en Calella de la Costa. Venían de jugar futbol y cantaban: Ganamos, perdimos, igual nos divertimos”.
El futbol ha dejado de ser divertido porque todos estamos inmersos en la lógica del resultado, algo que Galeano explicaba de la siguiente manera: “El futbol profesional hace todo lo posible por castrar esa energía de felicidad, pero ella sobrevive a pesar de todos los pesares. Y quizás por eso ocurre que el futbol no puede dejar de ser asombroso…por más que los tecnócratas lo programen hasta el mínimo detalle, que por mucho que los poderosos lo manipulen, el futbol continúa queriendo ser el arte de lo imprevisto”.
Por ello hoy es necesario defender las ideas de Menotti, de Valdano, de Galeano, de hablar más allá del resultado, de alejarnos de las frases hechas, de las explicaciones de formaciones (números telefónicos, decía Menotti) y hablar de sensaciones, porque el futbol trasciende el resultado y al final los equipos que nos han marcado son recordados más allá de un campeonato o de una eliminación; han pasado noventa años del Wünder Team y todavía se habla de Mathias Sindelar, setenta de los magyares mágicos y todavía hablamos del falso nueve, de Kocsis, Puskas y de Nandor Hidegkuti https://www.youtube.com/watch?v=5rJ4OkweeI4, la Brasil que ganó los mundiales de Estados Unidos 94 y Corea-Japón 2002 luce vulgar tras la de España 82 condenada por la falta de un portero de garantías. El América de la 94-95 conquistó hasta los más recalcitrantes enemigos hasta que el error de la directiva pudo darles paz a esos antiamericanistas que luchaban con la belleza que veían sus ojos, pero luego recordaban todo lo que representa el equipo de Coapa.
El futbol es mucho más que un resultado, por ello, cuando lo reducimos a ello le damos la razón a un genio de la literatura que reconocía nunca haber visto un partido de futbol, pero que lo odiaba. Hace unos días, el 23 de abril, se conmemoró el día internacional del libro; el futbol ya es un tema literario o de análisis que aparece en libros, pero hoy más que nunca debemos hablar de las sensaciones que el futbol produce, son esas sensaciones las que le dan una mayor trascendencia, son las que le dan la vida y las que todavía privilegian algunos aficionados que verdaderamente lo aman y recuerdan al sabio futbolero argentino, César Luis Menotti: "Respeto a lo que el juego significa", si lo recordamos seremos capaces de afirmar que pese a toda su grandeza literaria e intelectual en este tema específico llamado futbol, Borges no tenía razón.
@abascal2