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Machomenos escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: machismo, alcohol, violencia, patriarcado.
Hace varios días, mientras caminaba en una tienda de autoservicios, escuché en el sonido del establecimiento el anuncio de una promoción para la celebración del Día del Padre: un porcentaje de descuento -no recuerdo cuánto, pero no es importante- en la compra de ciertas bebidas alcohólicas para celebrar a Papá. De inmediato me pregunté si es que pasa lo mismo con el Día de la Madre, es decir, si hay promoción de bebidas espirituosas para ellas. No recuerdo haber escuchado algo semejante a “celebremos a las madres en su día con el güisqui de su preferencia” o “en honor a ellas, 20 por ciento de descuento en rones, tequilas y otros destilados”. Pero ¿qué tal para el padre? Ahí, claro que viene a cuento. Posteriormente, el Día del Padre, fui a comer a un restaurante y me obsequiaron, porque supusieron que era progenitor, un pequeño dominó; de inmediato me pregunté si es que el día de la madre les obsequiaron a ellas un abanico, un costurero de bolsillo o quizá un kit de manicura. Como sea, dudo que les hayan convidado con un dominó o un mazo de cartas para póker. Además, estoy seguro de que cualquiera de nosotros relaciona el dominó con unas buenas cervezas o con unas cubas; le guste o no a quien lo inventó, es con demasiada frecuencia que ese juego de mesa se practique en bares o reuniones donde usualmente hay bebidas alcohólicas.
Ambas circunstancias, tanto la promoción de bebidas alcohólicas como el dominó para obsequiar a los padres, me llevan a pensar que lo mismo pertenecen a un estereotipo de lo masculino que contribuyen a reforzarlo. Los hombres beben y lo hacen practicando juegos de mesa. Por tanto, regalarles eso es meramente normal. Así como existen estos estereotipos de la masculinidad, existen muchos otros relacionados con las mujeres, sus actividades y lo que podemos obsequiarles en consecuencia. Esto, como he dicho en otros momentos, normaliza las relaciones patriarcales en el hogar de manera que, desde pequeños, relacionamos a los hombres de la casa con ciertas actividades y a las mujeres con otras. Estos obsequios, sin duda, refuerzan estereotipos de género y estructuras machistas.
Pero no sólo esto resulta preocupante en estas prácticas sociales y comerciales, sino que hay otros aspectos a considerar. En un reportaje publicado en el portal de Sin Embargo, que explora la relación del consumo del alcohol con la violencia machista, se dice que esta “es exacerbada por el alcohol; hay una relación cultural entre el machismo y el consumo de alcohol. El machismo se asocia con que los hombres son fuertes, dominantes y arriesgados, y el alcohol se presenta como una manera de afirmar estas características. El machismo se asocia con el carácter agresivo, la dominación sobre los demás, y el alcohol desinhibe estos comportamientos violentos. Es común que el consumo de alcohol se convierta, entre los machistas, en una forma de demostrar poder y pertenencia al grupo, se reta al consumo de alcohol y a perder el control”. Por tanto, en un país como el nuestro, que es uno de los más peligrosos para las mujeres – según el reportaje, “de acuerdo al INEGI y ONU Mujeres, más de seis de cada 10 mujeres, mayores de 15 años, han reportado haber sufrido violencia”, el alcohol funciona justo como eso: como un desinhibidor en todos los sentidos, incluida la violencia y como un factor importante en la generación de otros problemas como adicción, abandono del trabajo y de obligaciones para con la familia, así como la comisión de diversos delitos. A lo largo de nuestra vida, pensémoslo con atención, normalizamos su consumo en fiestas, reuniones, encuentros deportivos -sí, son frecuentes las chelas después de la cascarita-, conciertos, bodas, bautizos y días especiales como el Día del Padre. Pareciera algo simple, inocuo, pero no lo es cuando vemos las consecuencias. Es tiempo de que reflexionemos, como dije hace unas semanas, sobre el papel que una celebración como esa tiene para el reforzamiento del patriarcado y con todas sus expresiones más nefastas, incluidas el alcoholismo y las violencias relacionadas con él. Y también cómo nos relacionamos con una droga legal y de tan libre acceso como el alcohol: ¿está ligado a nuestras experiencias más significativas? Y ¿cómo ha sido esa relación? ¿Positiva o negativa? ¿Qué produce en nosotros: violencia, descuido, adicción? Para pensarse, sin duda.
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