Parabólica.MX escribe Fernando Maldonado
Nadie está a salvo de ser víctima de extorsión hoy en día. Las llamadas, habitualmente hechas desde el interior de los penales son ya un asunto de la cotidianidad, hasta que la presa de los delincuentes resulta una persona ingenua, desinformada o un adulto mayor.
Y es que parece un contrasentido, pero en el tiempo que corre hasta para ser ciudadano/a hay que tener cierta malicia para torear al extorsionador que está detrás del otro teléfono, dispuesto a no soltar ni un momento a quien decidió responder la llamada de un número desconocido.
No hace mucho que una mujer responsable de un restaurante de la capital recibió esa llamada. El personaje era dueño de una voz con un acento propio del bajío y el tono imperativo pronto se apropió de la ingenua mujer que recibió como orden información adicional a la que ya traía en manos el extorsionador.
Pidió hablar con la propietaria del negocio y cuando escuchó que no estaba en el momento de la llamada, la estrategia cambió. Sugirió incluso estar con la persona que había buscado en un primer momento y pidió discreción porque “la señora quiere que todo se haga con sigilo”. La estratagema fue descubierta y no prosperó.
En una ocasión el autor de esta columna recibió tres diferentes llamadas del que parecía la misma persona. El cantado de voz, muy parecida a quienes viven en Michoacán y Jalisco, dio detalles de la empresa que edita este periódico y conminó a estar listo para pagar por protección.
Al tercer día la respuesta ya fue de tedio por la monotonía provocada por la recurrente estrategia de extorsión hasta que nos mentamos la madre mutuamente. Y colgué para ya no responder un intento más de extorsión. No volvió a llamar el que se había autodefinido como el jefe de la plaza al servicio del Cártel Jalisco Nueva Generación. Ajá.
Seguido de esos tres intentos de extorsión se multiplicaron los casos con otros colegas de medios que como Parabólica.MX también habían sufrido episodios casi idénticos, con matices. Se intuyó que alguien había filtrado una lista de medios de información a algún grupo delictivo porque conocían direcciones físicas, razón social y hasta el representante legal.
En una ocasión se me informó que las llamadas de extorsión eran hechas desde un área casi común desde el penal de San Miguel que popularmente se le conoció como “el chillón” debido a que era desde ahí, en la zona de dormitorios, donde existía una gran cantidad de teléfonos celulares dispuestos para quien podía pagar para su uso y actuar como la hija accidentada, el sobrino detenido o para ofrecer protección a nombre de los Zetas o cualquier otro grupo criminal.
De acuerdo con TResearch International, solo en 2023 fueron presentadas 10 mil 975 denuncias por el delito de extorsión, lo que significa que al día casi 2 mil 900 personas víctimas de ese tipo de timos inicio un procedimiento penal, aunque de acuerdo con el INEGI existe una cifra que ronda el 98 por ciento.
De acuerdo con el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, Puebla no está entre las entidades prioritarias, cosa que tampoco es un consuelo porque hoy en día es difícil encontrar a una persona que haya librado ese tipo de delitos o que le sea desconocido a quien haya recibido la indeseable llamada.
El anuncio del Gobierno del Estado por combatir ese flagelo era de la mayor urgencia porque además del riesgo de perder patrimonio o dinero, lo primero que se lleva el extorsionador es la tranquilidad de la víctima.
@FerMaldonadoMX