El abonero del Ajusco

El abonero del Ajusco
Fernando Maldonado
Parabólica Ricardo Salinas

Parabolica.MX escribe Jesús Olmos

Al abonero del Ajusco no le gusta que le llamen oligarca, delincuente, evasor y corrupto. Y como el ave que cruza pantanos sin mancharse, exige pruebas de las definiciones que le incomodan.

Se trata de Ricardo Salinas Pliego, concesionario de Televisión Azteca, y dueño de Elektra y Banco Azteca, las marcas desde donde ha construido una inmensa fortuna a base de la propaganda de ultraderecha que eructa en programas de noticias y entretenimiento para un público bien definido.

Que escamotea y hunde a quienes requieren de los servicios de financiamiento para la compra se enseres domésticos o envío de remesas. Quizás el abonero del Ajusco tenga razón, sólo faltó una definición en la narrativa de sus detractores: usurero.

El personaje que le fue creado para irrumpir en el ecosistema digital en donde se hace llamar “Tío Richi” perdió la brújula desde que a través de tráfico de influencias pretendió le fueran perdonados los pagos de créditos fiscales por la sola razón de ser “amigo” del ex Presidente Andrés Manuel López Obrador.

En la medida que se aproxima la fecha para la sesión de la Corte en la que se calcula le sean negados los recursos jurídicos para evadir el pago cuantioso de impuestos, la radicalización de la postura de este millonario y patán ha sido evidente.

En el más reciente post desafía abiertamente a la presidenta Claudia Sheinbaum: “Hoy me obliga nuevamente a responderle, de presidente a presidente” como si los cargos de ambos fueran equiparables, y no es así porque mientras al abonero del Ajusco lo respaldan los empleados de la televisora bajo riesgo de ser despedidos, Sheinbaum ostenta un cargo por el voto de casi 36 millones de personas.

Desde los espacios de opinión ha caminado en el límite de la ilegalidad, desde que como Jefe de Gobierno, Cuauhtémoc Cárdenas, fue linchado por la ejecución de Paco Stanley, del que luego se sabría, servía a los intereses del narco en México.

Luego trajo a Puebla a un criminal para coordinar un espectáculo circense con pretensiones intelectuales que llevó como nombre La ciudad de las ideas, Andrés Roemmer, evadido de la justicia mexicana por las múltiples acusaciones de abuso sexual.

No son exactamente las prendas morales las que pueda presumir el abonero del Ajusco. En un lance aún más discutible arropó a un defensor desde México de Donald Trump, el actor converso al activismo de ultraderecha, Eduardo Verástegui.

El perfil del abonero del Ajusco está bastante bien definido. Un vendedor de aparatos electrodomésticos convertido en empresario de medios por la gracia del innombrable Carlos Salinas de Gortari y su política depredadora del Estado Mexicano.

No sorprende que con esos orígenes hubiera tenido una conducta diferente. Como origen es destino la del abonero es la misma y tampoco se le podría haber pedido una conducta apegada a los principios más nobles y legítimos del buen periodismo porque no los conoce y porque no generan utilidad.

Consta en la experiencia de este reportero la manera en la que esa televisora se degradó hasta convertirse en una caja registradora. Las altas cuotas semanales que imponen a su fuerza de ventas y la política editorial, se resumen así: pagas o plomo, si se quiere ver como una metáfora de las múltiples campañas denigratorias que sus noticiarios producen un día sí y al otro también en contra de quienes se resisten a pagar por entrevista al aire o por campaña.

Lo que sorprende es que aún con esos desplantes y desafíos el abonero del Ajusco reciba apoyos, cortesía y lisonjas en estados en donde los aliados de la presidenta Sheinbaum son gobierno.

 

@FerMaldonadoMX