El Blog de Puebla Deportes escribe Antonio Abascal
El sábado prometía ser un día de mucho futbol y de alegrías para la afición mexicana, pero una vez más la realidad golpeó a una afición que necesita muy poco para ilusionarse y para creerle a los jilgueros de siempre; en cambio, Argentina fue muy superior al prometedor equipo mexicano sub-20 aprovechando las dudas de la defensa y del planteamiento de Eduardo Arce; mientras que Colombia, jugando a medio gas y sólo por ráfagas de buen futbol desnudó a la selección mayor que no camina, que sigue sin un rumbo determinado, que sigue probando jugadores que una y otra vez demuestran que no están listos para los grandes sueños de trascender. Al finalizar los partidos, tanto argentinos como colombianos coincidieron en que los jugadores mexicanos hablan mucho, lo que demuestra que otro de los grandes problemas del futbol mexicano es no captar el lugar en que está en el mundo: Nuestro país sí ha dado muy buenos jugadores, pero la falta de competencia, las malas decisiones de los directivos, la comodidad de los futbolistas ha producido un estancamiento que muy pocos ven, porque otros caen en las cuentas alegres.
México nunca ha sido una potencia futbolística, tuvo una etapa de crecimiento, fue capaz de ganar torneos de mucho peso en categorías de límite de edad, pero algunas de esas generaciones esbozaron un posible cambio sin llegar a dar el paso definitivo y otras simplemente se perdieron en un ecosistema lleno de contaminación y francamente podrido, con equipos que simplemente existen como producto en la televisión y no para enriquecer a la competencia en la liga, una donde se aceptan hasta nueve extranjeros por equipo y en la que se privilegia la cantidad, pero no la calidad, se reciben a extranjeros de medio pelo o incluso de más bajo nivel que no mejoran las prestaciones de los locales y, por lo tanto, tapan a jugadores mexicanos.
Así, el equipo sub 20 que participó en el mundial de Chile apareció con el discurso de que varios de los titulares ya gozaban de minutos importantes en la Liga Mx, festejó cada una de las asistencias de Gilberto Mora, quien incluso no ha cumplido los diecisiete años y ya debutó en la selección mayor, y hasta se aplaudió el regreso de la regla de los minutos para juveniles en la liga MX, pero en un duelo de máxima exigencia no pudo responder a una verdadera potencia como Argentina que durante muchos años lleva produciendo algunos jugadores muy especiales como Maradona o Messi y otros tantos de gran calidad, a tal grado que es el más ganador en la historia de los mundiales sub-20. México fue superado en todo, en lo táctico donde Eduardo Arce quiso inventar con Iker Fimbres como lateral izquierdo sin capacidad de ajuste, mientras que, en la cancha, los argentinos cerraron los espacios para Mora y fueron contundentes; tan extraviado estuvo el técnico que usó dos veces su tarjeta verde para reclamar dos posibles penales que no existían y que más allá de la banca mexicana sólo creía que había algo el narrador de la televisora que se adueñó de las selecciones nacionales desde hace más de 55 años sin grandes resultados, por su parte cuando Argentina usó su tarjeta verde significó dos tarjetas rojas a jugadores mexicanos en los minutos finales.
El resultado demuestra que muchas a veces nuestras creencias futbolísticas no están basadas en el conocimiento, sino en nuestro gusto por el futbol y hasta en lo mágico. Las miradas estaban puestas en Gilberto Mora, porque por primera vez (aunque tampoco es cierto ya que Giovanni dos Santos era el "nuevo Ronaldinho" o Diego Laínez "el nuevo Messi") tenemos a un jugador distinto, capaz de cambiar por sí solo el desarrollo de los juegos, tal y como los mismos argentinos han gozado con Maradona y luego Messi, pero la propia albiceleste se encargó de recordarnos que el futbol es un juego colectivo que envuelve muchos aspectos, no sólo la aparición de un talento generacional. Diego Placente, quien fue un buen defensor, creó una tela de araña donde Mora nunca pudo encontrar un resquicio para hacer daño. Mientras que un incómodo Iker Fimbres se convirtió en la vía de acceso para que Argentina encontrara el primer gol y aunque el guardameta Emmanuel Ochoa sostuvo con sus atajadas al equipo nacional no hubo posibilidad para cambiar la historia porque en el segundo lapso, Silvetti aprovechó un espacio por el centro ya cuando había salido Rodrigo Pachuca y su reemplazante, César Bustos, no hizo el ajuste situación que aprovechó Silvetti para sentenciar el juego.
Técnicos que inventan en el juego clave, errores puntuales de jugadores, algo de "mala suerte", alguna jugada polémica, pero todas esas calamidades siempre le suceden a las selecciones mexicanas que fuera del subcampeonato en Túnez 77 dentro de la sub 20, de los dos campeonatos mundiales sub 17, aunque con la segunda de esas generaciones prácticamente perdida, una medalla de oro olímpica y otra de bronce, tiene que batallar con una liga que es el paraíso de los extranjeros, de los cuales muy pocos son de gran calidad, mientras que a nivel mayor la selección tuvo un crecimiento aprovechando dos años donde el Imperio televisivo no estuvo al frente y lo tradujo en varias clasificaciones a segunda ronda de los mundiales, a un campeonato de Confederaciones jugando en casa ante una selección brasileña con muchos suplentes y dos meritorios subcampeonatos de Copa América, y así con ese bagaje todos los años se infla el globo tricolor, algún resultado destacado permite que la maquinaria vuelva a funcionar y otra vez la afición se entregue a una ilusión.
Con la selección mayor sucede algo parecido, cada ciclo mundialista las ilusiones se renuevan, cada lección previa se olvida en pro de volver a creer en los jugadores de la Liga MX, cada año que pasa se buscan a más extranjeros de moda para vestir la playera tricolor sin que alguno de ellos haya marcado una diferencia abismal (si acaso Sinha en 2006) con respecto a lo que algún jugador nacional puede aportar. Incluso si analizamos los números de la selección en los últimos ocho mundiales, recordando que en los primeros siete se alcanzaron los octavos de final, el equipo mexicano ha jugado 31 partidos con saldo de once ganados, nueve empatados y once derrotas, es decir, números muy parejos, a pesar de que en las sensaciones se pueda hablar de algunas buenas actuaciones y hasta de partidos memorables, los números hablan de medianía, sin olvidar que la obsesión del futbol mexicano es el “quinto partido”, mientras que sus grandes rivales de CONCACAF, Estados Unidos y Costa Rica sí llegaron a esa especie de tierra prometida.
Los de las barras y las estrellas lo lograron en Corea-Japón 2002 en el que además ganaron el duelo directo en octavos cuando Landon Donocan abrió el marcador y la desesperación de Javier Aguirre generó uno de esos cambios que no se entienden cuando sacó a Ramón Morales para dar paso a Luis Hernández, ese equipo de Estados Unidos sumó un triunfo, un empate y una derrota en la fase de grupos, para después pegarle a México y caer con Alemania en cuartos. Por su parte, Costa Rica acabó invicta en la fase de grupos de Brasil 2014 en la que estaba en el grupo de la muerte junto a tres campeones del mundo como Italia, Inglaterra y Uruguay, fueron dos triunfos y un empate para después igualar con Grecia en octavos, avanzar en penales y sufrir la misma suerte en cuartos frente a los Países Bajos que venían de eliminar a México tras un error del técnico verde, aunque se prefirió echarle la culpa al arbitraje. Es decir, los grandes rivales regionales de la selección sí han llegado a ese duelo con el que sueña el futbol mexicano e incluso Costa Rica acabó su mundial de forma invicta.
Once años después del “no era penal”, la selección no encuentra el rumbo, cada eliminatoria es más angustiante, ya se necesitó de un repechaje internacional para acudir a un mundial, mientras que las últimas participaciones en Copa América han sido desastrosas y las últimas “alegrías” han sido en el área de CONCACAF para permitir la gran cantaleta y la gran mentira de sentirnos el “gigante" de la zona. Con eso ha sido suficiente para inflar el globo y para renovar la maquinaria de la ilusión y, lo más importante del dinero. Así el futbol mexicano se ha convertido en uno de los mejor pagados, pero en realidad se ha convertido en un rico presuntuoso, ese que hace ostentación de sus lujos, pero que a la hora de la verdad no puede hacer frente a las crisis. Un gigante de CONCACAF que no es capaz de llegar más lejos que sus grandes rivales en los mundiales, una liga que paga mucho, que por ello aprisiona a sus talentos que se quedan para vivir las glorias semanales y tener más cerca el canto de las sirenas, es decir, rápidos llamados a la selección nacional y a partir de ahí, grandes contratos sin que el crecimiento deportivo necesariamente se mantenga.
Del “no era penal” de Miguel Herrera (un personaje que se comió al técnico) al “si nos hubieran marcado alguno de los penales” de Eduardo Arce ayer, se ha preferido convertir al árbitro en el malo, en lugar de hacer una verdadera autocrítica que permita crecer al futbol mexicano. Lejos de ello, se ha dado paso a una liga done se premia la mediocridad, donde no hay ascenso y descenso, donde hay que traer extranjeros para llenar las plazas sin importar la calidad que atesoren y, por tanto, darles a ellos oportunidad tras oportunidad, cuando el jugador mexicano joven si falla tiene un panorama francamente desolador. Si el árbitro es el malo ante la afición, se fomenta el conformismo y, sobre todo, se sigue alimentando alguna explicación “mágica”. México se quedó fuera de los octavos de final por primera vez en los últimos ocho mundiales en Qatar 2022 y los dueños del balón sólo pusieron curitas a la situación, prometieron cambios, regresaron la regla de menores y mantuvieron vigentes los principales vicios que han fomentado el estancamiento. Por eso la selección, a pesar de los cambios de técnico, sigue exhibiendo los mismos problemas: Sin liderazgos en la cancha, con muchas dudas en la zona defensiva con un lateral derecho donde ninguno de los candidatos termina de dar seguridad, sin creatividad en el mediocampo, con muchos jugadores sobrevalorados como Alexis Vega o Santiago Giménez, entre tantos otros, sin olvidar que los actuales naturalizados Julián Quiñones y Germán Berterame han sido anecdóticos, como antes lo fue Rogelio Funes Mori.
Hoy el quinto partido, que ante la ampliación mundialista sólo serían los octavos de final, y mucho menos el sexto partido, cuartos, están muy lejos para la selección mexicana lucen si hacemos uso de lo que esta escuadra muestra en la cancha y si revisamos con frialdad la nómina que tiene a su disposición Javier Aguirre, pero la expectativa se alimentará por la localía y otra vez caeremos en la ilusión mágica: La atmósfera del Estadio Azteca, otra vez una falsa creencia impulsará los últimos meses del camino mundialista, mientras la mediocridad no suelta al futbol mexicano, en gran parte porque la víctima parece feliz con este abrazo y hasta ha creado narrativas para justificarse.
@abascal2