Morir en la tormenta

Morir en la tormenta
Fernando Maldonado
Parabólica

Parabólica.MX escribe Fernando Maldonado

Difícil mantenerse ajeno al testimonio de Rey Hernández, un profesor habitante de San Pablito en el municipio serrano de Pahuatlán, ubicado muy cerca de la zona limítrofe con Hidalgo, a tres horas y media por carretera desde la capital.

La noche del jueves, día en que comenzó a caer el torrencial, su padre falleció por causas naturales. La cantidad de agua arrastró lodo, rocas … Y autos; los caminos terminaron destrozados y el recuerdo vivo de la tragedia de las lluvias de octubre de 1999 revivió frente a quienes padecieron aquella tragedia hace 26 años.

Un tramo de 20 minutos entre Pahuatlán y San Pablito requirió para un grupo de personas solidarias de seis horas del día siguiente, el viernes y hubo que tomar caminos inexistentes, borrados por la fuerza del vendaval, veredas llenas de lodo y árboles, con el ataúd para el difunto a cuestas y así cumplir con el rito de la cristiana sepultura en un pueblo creyente y triste, con su desamparo sobre los hombros.

Solo hasta que cedió la fuerza del aguacero, ya en domingo se pudo sepultar al difunto. La familia no pudo llevar en paz el duelo, rodeada de destrucción y aislamiento, con los caminos rotos, rodeados de la majestuosa belleza natural de ese lugar, pero con las carencias más elementales.

Sin comida ni agua, Pahuatlán y sus más de 20 mil personas comienzan a tener hambre. La estantería de sus tiendas está sin productos; no hay que comer y también se carece de agua. El paso de las horas luego de la tormenta terminó con los inventarios en los almacenes del pueblo.

Han conseguido llevar algo a sus mesas por la compasión o solidaridad de vecinos, familiares y compadres que tienen algo de maíz para elaborar tortilla. Rey Hernández se quiebra por momentos, cuando comparte el testimonio vivo de quien tiene en su vida haber transitado la tragedia de aquel 1999 y la de este 2025.

La comunicación telefónica depende más de un acto de fe que de los recursos tecnológicos o de las empresas de telefonía celular. Para poder tener enlaces telefónicos se debe llegar a lo alto de un cerro y esperar que la recepción celular se produzca en un momento fugaz.

La corriente eléctrica no ha sido restablecida y solo unas pocas familias en la cabecera municipal poseen plantas de luz domésticas para iluminar sus noches. Intentan administrar el servicio porque también hay escases de diésel para mantener en funcionamiento la fuente de esa energía efímera.

De entre la red de apoyo, están los familiares que partieron a hacer vida y futuro en Estados Unidos. Están organizados para comprar comida, agua e implementes para aseo personal, pero la dificultad para llegar por tierra convierte esa misión en una tarea inviable.

A la espera de ayuda está una población compuesta de adultos mayores, mujeres embarazadas y niñas y niños. Todos a la espera del establecimiento de un puente aéreo que permita llevar sobre granos básicos en la dieta de este pueblo de profundas raíces náhuatl y otomí, maíz y frijol.

Las horas pasan, la comida es menos y las necesidades crecen. Es tiempo de orar para quienes abrazan alguna fe y creer que el esfuerzo institucional será eficaz.

 

@FerMaldonadoMX