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Machomenoa escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: masculinidad, vejez, impotencia, sexualidad, sostén.
Ser “Sugar” o ser nadie, he ahí el dilema. Yo ya paso los 50 y sí, llevo ya un rato en que me pasan esas cosas que no me pasaban. Empiezo a perder pelo, cosa que justifico con la intensidad de mis pensamientos, pero la realidad es que las entradas y la pelona en la coronilla vienen de familia. De hecho, me pitorreaba de mi hermano mayor pues le decía que tenía “cabeza de nalgas de tarántula” … Hoy, el trasero de la tarántula se me asoma discretamente.Aunque he de decir, no con agrado que, curiosamente sí me sale pelo, pero en lugares poco atractivos, como las orejas o en la punta de la nariz. Batallo con ello constantemente puesme parece poco agradable tener un bosque dentro de las orejas. Con las canas no tengo problema, me parecen sumamente agradables.De igual manera, mi vientre se abultó y me puse“chichón”; me dolían las articulaciones, especialmente las rodillas. He resuelto ambos asuntos yendo al gimnasio de manera regular, haciendo algo de cardio y fuerza, para evitar una eventual pérdida de masa muscular; a su vez, he mejorado considerablemente mi dieta por indicaciones médicas para evitar los infernales colesteroles y triglicéridos, pero, con todo, cuesta trabajo bajar y mantener el peso y crear volumen. Todo ello, me guste o no, es simple y llanamente, un síntoma de que el tiempo está pasando. Pronto, quizá más de lo que pueda imaginar, seré merecedor de mi credencial del INAPAM. Y pese a que agradeceré los descuentos que vengan con ella, espero poder asimilar todo lo que implica el hecho de pasar de los 60 y pertenecer a la “tercera edad”.
Sí, ya estoy viendo a los más optimistas negar rotundamente con la cabeza y decir “la edad es algo mental”. ¡Claro que es mental!, pero eso no tiene nada que ver con que el tiempo pase y que la decrepitud se posesione de nuestros cuerpos. Y no sólo es mental, sino social y cultural también, ya hablaré más adelante de ello. Antes de continuar, he de decir que estoy, hasta donde sé, reconciliado con la edad. Quizá tiene que ver con que nunca he aparentado la edad que tengo. Eso que fue un despropósito cuando todavía me pedían la credencial de elector para entrar a los antros, hoy es genial. No obstante, sé que tengo 53, entrados a 54 y que, gracias a la vida que llevo, no estoy tan jodido. Sin embargo, el deporte y las artes marciales que he practicado, me han dejado fracturas y lesiones que seguramente me pasarán factura cuando tenga mayor edad, pero ya se verá.Con todo, como afirma el Dr. Ricardo Iacub en un documento publicado por el portal de la Red Latinoamericana de Gerontología llamado “¿Es posible ser varón en la vejez?” (2017) “La masculinidad hegemónica se asocia con rasgos de competitividad; poder físico, sexual y económico; desapego emocional; coraje y dominación, capacidad de protección y autonomía. Modelos que se refuerzan de una manera relativamente constante a lo largo de la adultez (Rubinstein, 1986; Solomon, 1982) y que presentan serias dificultades a la hora de pensar el envejecimiento masculino. (…) Spector-Mersel (2006) sostiene que en la actualidad el ideal occidental de la masculinidad pareciera terminar con la mediana edad ya que en la vejez dichas expectativas resultan más difícilmente alcanzables así como no existen valores diferenciales que les restituyan valor social. (…) Los hombres mayores quieren ser vigorosos a pesar del declive físico, buscan suprimir emociones incluso luego de pérdidas, y quieren mantener el control y la autoridad a pesar de las menores responsabilidades de liderazgo (Rubinstein, 1986)”. La clave, por tanto, está en que con la edad, pareciera que el hombre pierde buena parte de su masculinidad, pero, ¿se convierte en un sujeto desechable? ¿Cómo entender esto?
Me permitiré profundizar en algunos aspectos relacionados con esto. Primero, el sexo y la edad. Xaviera Hollander, esa genial prostituta que escribió muchos años en la revista Playboy dijo en uno de sus tantos libros que leí hace tiempo, “Xaviera Súper Sexo” (1977), que la diferencia entre un hombre y un joven es que el joven está tratando todo el tiempo de demostrar que se le para y el hombre no. Bueno, yo tendría mis dudas con respecto a eso. Para los hombres el día de hoy, especialmente los de mediana edad y los de edad avanzada, la relación entre el sexo, la potencia y la virilidad asociadas con la erección, son un lugar común. Sumado a lo anterior, es muy frecuente que hombres y mujeres tengan una vida sexo erótica diferenciada y que el deseo de los hombres se mantenga en el mismo nivel y el de las mujeres decaiga en función de cambios hormonales relacionados con la edad. Si a eso le sumamos los tabúes relacionados con la sexualidad que hoy perviven, se da una combinación frustrante y explosiva.Ciertamente, hay mujeres cuyo deseo permanece casi intocado con los años y hay hombres que lo pierden también, no hay que generalizar. Pero, siguiendo estas premisas, es común que los varones busquen mujeres más jóvenes. Para nada justifico en este espacio la franca infidelidad, no se hagan güeyes. Simplemente expongo que, en muchos casos deja de haber comunicación, hay una separación y muchos hombres buscan mujeres más jóvenes que les puedan dar aquello que ya no tenían. Se convierten en lo que hoy se denomina “SugarDaddy” y alimentan chismes, memes y cuanta tontera se pueden imaginar. ¿Lesafecta la edad a estas personas? Sí, claro, pero ello no significa que a partir de los 50, uno deba convertirse en fraile, se dedique a la contemplación y lleve vida de anacoreta. Lo que falta, es cambiar la perspectiva sobre la sexualidad y una vida plena. No hay nada de malo en sentir deseo y tampoco en el hecho de querer satisfacerlo. Lo que está mal es la terrible visión que se ha construido de esto que es tan natural, en el patriarcado terrible en el que vivimos. El hombre ha de ser poderoso y ha de demostrarlo a cualquier edad, sea con relaciones extramaritales o, en el peor de los casos, acosando a cualquiera para demostrarse que puede. Y si, para colmo, empieza a tener problemas de disfunción, bueno, el tema es más espinosotodavía. En una sociedad falocéntrica, que no te funcione el pene, es pavoroso.
Por otro lado, qué pasa si a una edad madura se tiene un empleo “mediano” y a ojos del sistema meritocrático y gandalla en que vivimos, mediocre; o se pierde el empleo. Bueno, ese hombre, ya entrado en años, deja de ser proveedor, lo que no sólo genera frustración, sino rechazo social, no nos hagamos. Por si ello no bastara, gracias a la edad tendrá dificultades para encontrar empleo, pues para la mayoría de losempleadores, ese factor es fundamental, aunque profundamente contradictorio: se buscan jóvenes con años de experiencia, que se dejen explotar de todas las formas habidas y por haber, que acepten un salario de miseria y que le den a la compañía muchos años. Esto ha sido particularmente difícil en la actualidad pues, a raíz de la pandemia, se perdieron cuantiososempleos. Pesa no poder tener empleo, pero pesa más si se es maduro. La jubilación es otro asunto complejo. Como afirma Iacub en el artículo que comenté líneas arriba, “jubilarse implica perder el escenario principal de logros, competencia agresiva, búsqueda de estatus y poder, confianza en sí mismos, oportunidades de sentirse independientes y capaces en un escenario de riesgo y realización (Filene, 1981; Willing, 1989) e ingresos monetarios”. En efecto, para muchos, jubilarse significa anularse, perderse, desaparecer.
En un mundo en que gracias a los avances en salud, la esperanza de vida ha aumentado, es necesario repensar cómo es que nos enfrentamos a la vejez, en especial a la masculina, que se ve profundamente afectada por la modernidad y uno de sus productos más nefastos: el patriarcado.En definitiva, no hay nada de malo con envejecer, es un proceso natural que todos viviremos eventualmente. Lo que debemos hacer es torpedear, a como dé lugar,la masculinadad hegemónica y, cuando sea necesario, aceptar ayuda médica y psicológica. Eso no nos hará menos hombres, nos hará seres humanos plenos.
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