Lunes, 27 Noviembre 2023 17:23

¿Piropo?

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Palabras clave: Piropo, acoso callejero, insulto, violencia.

Los afamados “botellos”, es decir, la banda denominada “Botellita de Jerez”, tuvo una participación interesante en la escena de la música rock de los 80 y 90 del siglo pasado en nuestro país. Quizá uno de sus aportes más importantes fue que introdujeron parte de la cultura popular en sus canciones, lo mismo en la música que en las letras. Temáticas diversas desfilaron por sus creaciones, desde la lucha libre en la figura de “El Santo”, pasando por la fascinación de cierto público sobre la nota roja presente en su canción “Alarmala de tos”, hasta llegar al “piropo callejero” con la canción “¿Te gusta a ti ese son?” Es esta última la que me permite iniciar la entrega de esta semana. En esa canción se narra la historia de un conductor de microbús que se topa en su camino con una hermosa fémina que, supuestamente coqueta, lo mira al cruzar la calle. Acto seguido, el interfecto le sube el volumen a una canción que venía escuchando –“un guacarock con guapachá, ¡qué rica rola!”- para que ella también la escuche y cuyo coro dice así: “¿Te gusta a ti ese son?”. Los lectores más albureros y ñeros habrán captado de inmediato el doble sentido con el que está elaborada la frase. Para los que no han desarrollado el músculo mental del albur, les traduzco: “¿Te gusta tiesesón?”, es decir, “¿te gusta el pene tieso?” Luego de eso, se sueltan con una serie de piropos por el estilo, la verdad es que no muy vulgares que digamos -los hay mucho más y mucho más agresivos-.

Reconozco que hace muchos años, semejantes transgresiones desde la música de rock me parecían sumamente interesantes e incluso divertidas. He de decir que, si bien no me considero un maestro en el albur, creo que me suelo defender bastante bien de los mandobles que me lancen amigos y familiares con filo ñero y vulgarzón para “chingarme”, cosa que siempre acaba en términos un tanto extraños, muy cercanos a un franco homosexualismo, aunque se piense que el asunto es muy macho. Ya dedicaré una columna completa al albur que no es el tema central de esta entrega. Lo que sí lo es, es el acoso callejero, representado por este tipo de frases, de las que, me apena reconocer, conozco varias, aunque he dejado de usarlas desde hace años -desde muy joven- porque caí en la cuenta de lo que estaba haciendo: molestar a mujeres en la calle que ni te han pedido un “piropo” ni mucho menos deben soportar vulgaridades. Para empezar, hay que aclarar que esas frases no son piropos. Según el Diccionario en línea de la Real Academia Española de la Lengua, el piropo es un “dicho breve con que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer”. Bueno, dudo que decir “si como lo mueves lo bates, ¡ay, qué rico chocolate!” o “¡quién fuera aguacate, para embarrarme en esas tortitas!” -o cosas muchísimo más vulgares que no me interesa registrar en este punto- sea ponderar la cualidad de alguien, especialmente su belleza. Gritarle eso a una mujer en la calle es simple y llanamente acoso, no hay más. Supongo que varios de los machirrines que están leyendo esta entrega dirán, “es una exageración, pues qué tanto es tantito”. Bueno, las preguntas que siguen son estas: ¿Esa mujer les pidió que le dijeran algo?, ¿les solicitó un juicio sobre su cuerpo, cara o condición? Si la respuesta es negativa, bueno, entonces es acoso. Como dice la psicóloga Sandra López Ríos, de la Universidad Autónoma de Querétaro en entrevista con el Portal Ciencia UNAM, “El acoso callejero se caracteriza porque ocurre en el espacio público, regularmente por parte de una persona desconocida y mucho más común de un hombre hacia una mujer (incluidas niñas, jóvenes, adultas y personas de la tercera edad). Tiene diversas manifestaciones, mayoritariamente con una connotación sexual hacia la víctima como los comentarios incómodos llamados piropos, los silbidos, el tomar fotografías o videos del cuerpo, tocamientos, incluso seguimiento o persecuciones”. Como se ve, en esta entrega sólo he hablado de una de las expresiones de tal violencia callejera, que es el “piropo”; sin embargo, la cosa escala a proporciones terribles.

Según el mismo portal, que cita un estudio del INEGI “45.6% de las mujeres han sido agredidas en el espacio público al menos una vez en su vida en México, informa  la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2022 (INEGI).  (…) El reporte indica que, del total de agresiones, 42% han sido de tipo sexual. La mayoría (64.8%) de las víctimas han sido violentadas en la calle o el parque, otro porcentaje importante (17.8%) en sus traslados en transporte público. Destaca que más del 70% de sus agresores son desconocidos. (…) Las mujeres de Ciudad de México (60.9%), Estado de México (58.5%) y Querétaro (51.8%) fueron las que más reportaron este tipo de violencia”. Por supuesto, lo que inicia como un “inocente piropo”, perfectamente puede pasar a muchos otros tipos de violencia, incluido el feminicidio.

Vale la pena preguntarnos en este punto ¿por qué aventuramos a alguien en la calle este tipo de piropos? Bueno, simplemente porque podemos, es decir, se trata de la demostración de fuerza y poder. El acosador callejero hace lo que hace porque piensa que la víctima permanecerá impávida. He sabido de alumnas de mi universidad (BUAP) que han sido violentadas en la calle y que, al increpar a su agresor, son golpeadas bajo la mirada expectante de la gente de alrededor. Es el ejercicio puro de poder. Según el mismo portal, en “el año 2016 se inició un movimiento ciudadano en las redes sociales con el hashtag #miprimeracoso en el que se destacó que gran parte de las mujeres en México ha sufrido violencia comunitaria, con los hombres como sus principales agresores (62%). El promedio de edad en el que una niña vivió por primera vez un acoso sexual fue a los 7 años de edad, según el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM)”. ¡Siete años! ¿Se dan cuenta de lo que están leyendo? Y seguramente, buena parte de esos acosos empezaron con “piropos” inocentes. Por si fuera poco, es con demasiada frecuencia que tanto en el entorno cercano de la víctima, como también en el espacio judicial, se revictimiza a las mujeres que han sufrido este tipo de acoso, diciendo que ellas tuvieron la culpa por caminar por ahí, por vestir como vestían o por simplemente ser mujeres. Pero el problema es muy real y sus consecuencias terribles. De hecho, se han dado operativos cerca de universidades como en la que trabajo, para proteger el camino de las alumnas, profesoras y trabajadoras que se dirigen a estos centros escolares pues sufren acoso constante e incluso desapariciones forzosas. Por supuesto, todos los que leen este texto en este momento tienen hermanas, Madres, primas, novias, esposas, hijas… ¿están de acuerdo con que cosas como estas les sucedan a ellas? ¿Siguen pensando que esos “piropos” son inocentes? ¿O también son de los que les echa la culpa a ellas? ¿O de plano les vale? Es de pensarse.   

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