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Machomenos escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: trabajo doméstico, solidaridad, responsabilidad, machismo, inutilidad
Justo cuando me separé y poco antes de divorciarme, empecé a hacerme cargo de mi propia vida, es decir, me dediqué a atenderme pues mi situación económica no me daba para pagar para que alguien se hiciera cargo de las cosas del hogar, principalmente de la limpieza, la comida y el lavado de la ropa. En ese entonces vivía fuera del país, con beca de estudiante y, todos esos servicios eran sumamente caros. Por tanto, aprendí a cocinar y me hice cargo de la limpieza de la casa y de mi ropa. ¿Y qué pasó? Bueno, pues aprendí a hacerlo todo y no se me cayeron los testículos en el camino; por el contrario, mi condición de hombre quedó no intacta, sino mejorada. Desde entonces, puedo valerme por mí mismo y disfruto particularmente la cocina y lo hago bastante bien - ¡uso hasta la olla express! Una de las cosas que le agradezco mucho a mi familia es que nos enseñaron a los tres hijos que somos a colaborar con el hogar tanto en los aspectos mencionados, como en ciertas otras labores de mantenimiento. Sin embargo, cuando me casé, la relación se convirtió en algo curioso: se me dejaba colaborar en ciertas cosas de la casa, pero otras no; mi exesposa argumentaba que no lo hacía bien y que mejor se lo dejara a ella. Con ello, queriéndolo o no, controló muchos aspectos de mi vida y, la verdad, es que yo la dejé hacerlo de forma muy cómoda. Me hizo, de cierta manera, un inútil. No fue sino hasta que me vi fuera de esa comodidad -por elección propia, debo añadir- que me redescubrí y encontré capacidades y talentos que no sabía que tenía. Quiero decir que también sé hacer muchas cosas de mantenimiento del hogar e incluso, a raíz de la pandemia, incursioné discretamente en el ámbito de la carpintería. Hasta ahora, los muebles que he hecho siguen parejos y en pie.
Con frecuencia pregunto a mis alumnos varones si colaboran en casa con las actividades designadas para las mujeres o esperan a ser atendidos por sus madres y hermanas -los que tienen- y, pese a que el número de casos en los que los chicos colaboran va en aumento, sigue siendo enorme la cantidad de ellos que no levantan un dedo en casa. Pienso que sería lo mismo si pregunto si contribuyen con aquellas supuestamente destinadas para los varones, como el mantenimiento. Es muy común que los varones sean formados para ser los que han de proveer y las mujeres para atender el hogar y, en los últimos tiempos, también para que trabajen. Lo que vemos es que el varón es formado como un inútil en el hogar y, si bien nos va, un trabajador pertinente; si nos va mal, por el contrario, no sólo será inútil e irresponsable en casa, sino que lo será fuera de ella. He sabido de numerosos casos de hombres que se quedan sin empleo y se dedican a la contemplación en casa y son incapaces de lavar un plato; he sabido de otros que se divorciaron o quedaron viudos y viven en una pocilga o de plano esperan que sus madres o hermanas vayan a hacerles el aseo o, los que puedan, contratar a quien lo haga; por supuesto, algunos se alimentan en fondas y restaurantes. Los peores, buscan una nueva pareja, es decir, una nueva sirvienta para que los atienda. Según un reportaje publicado en octubre de 2020 en el Americas Quarterly, uno “de los mayores obstáculos a los que se enfrentan las mujeres cuando se trata de oportunidades profesionales está en el hogar. Nosotros —maridos, padres, hijos y hermanos— somos en gran medida responsables de la desigualdad que se deriva de nuestro propio comportamiento en el hogar. ¡Y hacemos esto a las personas que amamos! (…) Las mujeres y las niñas realizan tres cuartas partes de las tareas necesarias para el funcionamiento cotidiano de los hogares latinoamericanos según datos recopilados por Naciones Unidas. Esto puede alcanzar picos tan altos de hasta 86% como sucede en el caso de Guatemala”. En México, según este reportaje, el índice supera el 70%, según cifras de la CEPAL. Tal cual afirma el reportaje, el hacerse cargo de un hogar no se centra sólo en la limpieza y la elaboración de alimentos; es necesario también realizar compras, pagar cuentas y servicios, atender a los hijos, ayudarlos con sus tareas, llevarlos a las citas médicas de rutina -esto también se complejiza en aquellos hogares con familias ampliadas donde hay abuelos, abuelas y quien se añada a la ecuación-, ir a las juntas escolares, en fin, una cantidad de actividades enorme. En general, quien se hace cargo de todo esto son las mujeres. ¿Y los machirrines? Pues sintiéndose ejecutivos, piensan que, con llevar dinero a casa, han cumplido con su labor.
Lo peor del asunto, es que esto se proyecta al lugar del trabajo, a la escuela y a cualquier actividad que realizamos; esto es que los hombres esperan que sus compañeras, trabajadoras o estudiantes, se hagan cargo de ciertas labores “femeninas”, como preparar café, asear el lugar de trabajo, ordenar espacios e, incluso, organizar las fiestas y reuniones laborales, pues ellas “saben” cómo hacerlo. Según el reportaje, existen “argumentos, además de la equidad, que respaldan la importancia de que exista una mejor distribución del trabajo doméstico. A nivel internacional, se ha comprobado que en los hogares donde los hombres participan en las actividades cotidianas, los niños tienen más estabilidad emocional, mejor rendimiento académico y mejor salud”. Por supuesto, también habrá un mayor equilibrio en la pareja, muchas más experiencias en conjunto y la sensación de que todo se logra en verdad en pareja, razón por la cual muchos nos emparejamos en primera instancia. Claro, hay muchos machirrines que se han casado o arrejuntado para poder tener la siguiente “chacha” en su vida pues, después de su madre, su esposa o pareja ha de ser la que tome la estafeta. Es necesario ya que dejemos de ser inútiles y que asumamos labores y responsabilidades en el hogar y fuera de él. No basta con proveer, hay que vivir y convivir en casa. Si no sabes ni siquiera cómo accionar tu lavadora, qué es lo que tienes en este momento en el refrigerador, cómo se dobla la ropa, en qué cajón van los trapos de cocina y los de la limpieza, o cuándo se paga la luz, el agua o el cable y eres perfectamente incapaz de poner un clavo, colocar repisas o siquiera cambiar el tapón del tanque del inodoro, bueno, entonces es necesario que te empieces a preguntar qué tan inútil eres.
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