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Machomenos escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: machismo, hipergamia, relaciones, pareja, familia tradicional.
Derivado de mis búsquedas para escribir esta columna, los algoritmos me sugirieron un tema interesante que han abordado algunos canales machirrines de YouTube: la hipergamia. Según estos canales, las mujeres buscan siempre relaciones donde ellas tengan la mejor parte, es decir, se encuentren más beneficiadas, en específico, en lo económico. Según se duelen los pobres diablos que aparecen en estos espacios, las mujeres serían unas “interesadas” pues estarían exclusivamente a la caza de un hombre que tenga mejores condiciones que ellas, tanto en lo académico, como en lo físico -incluso hablan de una estatura mayor, algo así como 1.80 mts.-, como en lo económico. Ya he hablado de estos contenidos “red pill” en la columna que intitulé “Matrix”, en donde exhibí la superficialidad con la que se abordan los temas de pareja y de masculinidades por estos farsantes y la forma en que atraen a ciertas personas que no sólo han sido rechazados por sus entornos, sino que necesitan asirse a cuanto discurso machista pueda reafirmar su derecho a todo por el simple hecho de haber nacido “hombres”. En esencia, lo que buscan estos canales es obtener el mayor número de vistas -viven de ello- y recurren a cualquier contenido que pueda servir para lograrlo. Con frecuencia, caen en los lugares más comunes del machismo para mantener a esa audiencia cautiva y la hipergamia no podría ser la excepción. Este asunto es tan viejo como la invención de la clase y el estatus y todos hemos conocido a alguien interesada o interesado, que buscan “pegarle al gordo de la lotería” y encontrarse a esa media naranja que las y los sacará de la precariedad; muchos también hemos sido rechazados por no cumplir con los estándares de alguien repleto o repleta de prejuicios de clase. Pero ello no implica ni que todas las mujeres sean así, ni que las relaciones humanas se desarrollen enteramente en este sentido. Ahora que se ha puesto de moda el término, estos farsantes se cuelgan de él, aunque dan una visión bastante sesgada del asunto. La hipergamia existe, sí, pero hay que hacer ciertas puntualizaciones.
En el artículo “Estructura de poder al interior de la pareja y disconfort de género. Representaciones de las normas de género en la familia contemporánea argentina” realizado por Alejandra Martínez Finzi y publicado en La ventana, revista de estudios de género, vemos una versión más cercana del machismo de este fenómeno y que se encuentra enteramente ligado a la familia tradicional. “La hipergamia otorga un poder diferencial al varón por constituirse como la figura de mayor relevancia al aportar el dinero necesario para subsistir. Este esquema se ha reproducido a lo largo de la historia como modelo ejemplar de familia, y refuerza las normas tradicionales que jerarquizan el lugar de proveedor por encima del rol de la cuidadora, que es la mujer”. La autora dice que una familia con estas características también atañe a parejas que trabajan, pero donde el varón aporta más dinero al hogar y donde la mujer tiene un nivel académico inferior; de igual manera, afirma que una hipergamia “alta” es donde el varón es el proveedor total de los recursos lo que hace que la mujer deba dedicarse al trabajo doméstico y, quizá, a alguna actividad alternativa desde casa que no conlleve mucho tiempo, tal como ventas por catálogo o la elaboración de algunas manualidades que vende más adelante. Quien lea esto, sabrá exactamente que hablamos de una familia tradicional, algo que se ajusta perfectamente al “deber ser” de cualquier macho que se respete: el ser proveedor, el “páter familias”, el que todas las puede.
¿Entonces, cuál es el problema? El rechazo mismo provocado por aquello que se persigue. Es decir, si una persona busca a la otra para obtener algo a cambio, como dinero, posición económica, estatus, estamos hablando de una transacción comercial. Si un machirrín elige a una mujer por sus atributos físicos, como si se tratara de una muñeca que ha de ser presumida ante sus pares, bueno, es posible que esa muñeca también esté buscando a un muñeco rico que provea todas sus necesidades. Ambos perfiles se encuentran trágicamente atrapados en uno de los efectos más perversos del patriarcado y del machismo: la cosificación de la otra persona y su explotación económica disfrazada de relación sentimental. Quizá lo que ofende a estos machirrines y sus influencers farsantes, es la constatación de que en esta relación comercial no tienen nada que ofrecer. ¿Pero, qué pasa si en verdad consiguen a alguien que pueda depender de ellos? Bueno, entonces, ahí no hay la hipergamia que ellos critican, sino una familia tradicional común y corriente. ¡Vaya hipocresía! Lo peor del caso, es que términos como estos se ponen de moda, se viralizan y se convierten en parámetros para juzgar a los demás y a nosotros mismos. Y, por más que se piense que esto es inofensivo, existe gente que en verdad vive, se relaciona y respira de acuerdo con lo que le dicten las tendencias y los influencers de moda.
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