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Machomenos escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: machismo, conquista, prestigio, mentira, ficción, sexualidad.
Una de las prácticas más comunes y que se piensa inofensiva, es el compartir entre varones las conquistas realizadas. En principio se pensaría que es una dinámica de adolescentes que se encuentran construyendo su identidad y sexualidad; presumir de su virilidad y exagerar sobre ella, podría juzgarse natural. No obstante, es el inicio de una larga vida de encuentros, ficticios o reales, que hombres de todas las edades comparten ante sus pares para confirmar su virilidad y presumirla. En tales discursos se suele magnificar la experiencia y se exageran los números: la cantidad de mujeres que tiene en su haber y el número (y calidad) de los encuentros. En un documento escrito por Efigenio Amezcua intitulado ¿Por qué se presume la virilidad?, publicado en el portal del Instituto de Sexología INCISEX de España, se dice que presumir “la virilidad masculina es un fenómeno que viene de muy lejos. Es también algo muy curioso y sorprendente el hecho de que muy pocos hombres sean capaces de confesar su verdad en este campo. Su verdad tal cual, sin aumentar ni engreír, sin presunciones ni estúpidos orgullos de un machismo equivocado. (…) Entre los empleados de banco o entre los universitarios. Lo mismo entre los obreros, en el campo, en la ciudad… es muy corriente encontrarse con conversaciones en las que se bate el récord de veces que se hace el amor, de maneras variadas de éxitos donjuaneros, de conquistas y de cúspides logradas…Batir el récord en la práctica sexual es algo que engríe y llena de orgullo al macho. Confesar y reconocer la realidad suele ser humillante, como el mayor bochorno que le puede venir a uno encima”. En efecto, la verdad tiende a ser mucho menos fantástica de lo que se cuenta.
“La palabra engreída es de este modo el órgano más usado en la práctica sexual”, continúa Amezcua en un agudo y ácido análisis. “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”, reza el dicho popular. “A muchos e inocentes varones se les escapa la energía sexual con las palabras -sigue Amezcua-. Y en esta competición permanente, en esta olimpíada sexual, todos somos rivales de todos. Pero la rivalidad de las palabras se da cuando la realidad no va pareja con la invención. ¿Cuál es la realidad de nuestra sexualidad masculina? Esta pregunta es terrible. Y estamos esperando el día en que podamos responder a ella, con rigor y exactitud”. En este mundo falocéntrico, es necesario decir que te funciona y que lo hace bien, además de que, el número de las conquistas determinará tu virilidad y, por más absurdo que suene, tu valía frente a otros. En la realidad, o se exagera o se miente descaradamente. Lo curioso es que los demás lo saben, pero no se dice nada, pues hay acuerdos tácitos que no se violan; y si sucede, se da en tono de pitorreo, con lo que se vulnera la autoestima de quien narra y fomenta más mentiras. Ahora, si se trata de que es verdad, contribuye a conservar el mundo macho en el que habitamos.
Por si no fuera suficiente este esquema de ficción, narración, mentira, machismo y patriarcado, existe otro aspecto repugnante: quien presume suele dar detalles, no importa si son ficticios o no, y ofrece los nombres de las involucradas, sin el menor empacho, con lo que vulnera reputaciones y destruye su imagen. Todo esto se da pues, con demasiada frecuencia, se relaciona el prestigio de hombres y mujeres con su vida, especialmente la sexual. Si se es hombre, mientras más conquistas, mejor prestigio; si se es mujer, es todo lo contrario, pues si tiene numerosas parejas sexuales, se convierte en una “cualquiera”. Injusto, ¿no es así? Como se ve, no es una práctica inofensiva, sino que se integra a la nefasta estructura discursiva del machismo y reproduce muchos de sus elementos más importantes: la cosificación de las mujeres, el poder relacionado con la sexualidad falocéntrica del machismo y la virilidad potenciada por la cantidad de las conquistas. “¿No estaremos siendo víctimas de una mentira universal? -se pregunta Amezcua- Una mentira. Ahí está el problema. Pero esta mentira lleva a desfigurar. La exageración de pico suele corresponder a una minusvalía de hecho”. Exageración, mentira, fantasía y desprestigio, todo se suma para seguir produciendo las desiguales y perversas relaciones de género que vivimos.
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