Parabólica - Periodismo en Red

Palabras clave: machismo, patriarcado, influencer, ciencia, futbol.

Sé que quien lea esto ya ha de estar hasta el copete del Chicharito y su desafortunado intento por convertirse en influencer, pero hay algo que considero que es importante mencionar. Es mi opinión, como la de muchas otras personas, que los dichos del futbolista caído en desgracia son lo mismo misóginos que retrógradas; a nadie que haya estado medianamente cerca de los avances que en materia de género se han dado en México y en el mundo puede ocurrírsele que semejantes dislates son justos o que siquiera exista una conspiración anti-hombres. Sin embargo, al revisar publicaciones en redes donde se ha hablado del caso, me he topado con una enorme cantidad de comentarios a favor del “pobre” Chicharito y en contra de la injusticia cometida contra él pues se ha violentado su “libertad de expresión”, concepto que es necesario matizar ya que los discursos de odio no pueden entrar en esta categoría pues provocan violencia, exclusión y discriminación.  Por ejemplo, este comentario me pareció muy ilustrativo: “La doble moral de las #feministas o sociedad en general. (…) "Entonces quieres a una mujer que te respete y sea leal, pero mientes y tu vida la haces alrededor de tus padres y amistades... Interesante", Javier Hernández, Chicharito. (…) ¿Por qué ellos no están tan ofendidos por este post y tundiendo al jugador en redes sociales o por qué ellas por esta opinión no están ofendidas y haciendo escarnio? Sí la #doblemoral, la conveniencia o la desinformación. #Chicharito sin querer o queriendo, hiciste un pequeño experimento social (las negritas son mías)”. Francamente no entendí el “post” de Chicharito que nos comparte el comentarista, pero me pareció genial la idea de un Chicharito científico social que hubiera diseñado un experimento y que lo estuviera llevando a cabo. Más adelante podría presentar sus resultados ante la enorme mayoría de academias en México y en el mundo que quizá y hasta le aplaudirían y le darían la razón pues son lo mismo misóginas que clasistas y racistas, ya me ocuparé de eso en otra entrega. ¿Deberíamos citar después en nuestros artículos y publicaciones a “Hernández, Javier (2025)”? Creo que no. Ni hubo experimento, ni Javier es un sesudo científico. Es un macho quizá a punto de quedarse sin chamba y que vio en las redes una forma de vida, como tanto machirrín que ha medrado en esos espacios. ¿Que no es macho y sólo interpretó un personaje para vender “likes”? Pues no le salió la jugada.

El problema es que el mundo sigue siendo dominado por un patriarcado cada vez más agresivo y tenaz, que encuentra los mejores canales para difundirse y perpetrarse en las mentes de los más jóvenes y lo hace, como se vio, reclutando a personajes como este. Muchos hombres y muchas mujeres esperan este tipo de mensajes para reafirmar sus propias ideas misóginas y se abalanzan desbocados a las redes a corroborar sus decimonónicas ideas. Por ejemplo, esta joyita: “Al chile tiene razón el Chicharito, las mujeres de hoy están peleadas con la feminidad porque el feminismo les dice que sean masculinas (líderes, competitivas, etc) y a los hombres les dicen que sean muy sensibles. ¿Si se dan cuenta de qué tratan de invertir los roles? Se pelean con la naturaleza de cada sexo”. Quien comenta no se da cuenta de la trampa en la que él mismo se encuentra: lo masculino, según este estereotipo, es ser líder, competitivo e insensible. ¿Qué pasa si no cumples con esto? ¿Eres menos masculino? Pobre de ti. Ya ha hablado en otras entregas de este espacio sobre estos temas y he concluido que no sólo es imposible cumplir con todos los estereotipos machistas, sino que además es injusto. Chicharito, al parecer, no cumple con el estereotipo de hombre proveedor, pues se le acusa de ser padre deudor. ¿Es menos hombre por eso? Claro que no, para la comunidad macha, el eludir responsabilidades es la norma.

Por otro lado, no tiene nada de extraño que estos mensajes vengan del futbol, pues es una de las actividades más misóginas que hay. Baste ver las dificultades que han y siguen enfrentando las integrantes de las ligas femeniles de futbol y en general las mujeres relacionadas con ese mundo (edecanes, novias, esposas, amantes, mujeres contratadas para fiestas privadas) para darnos cuenta del nivel de machismo que encontramos ahí. De hecho, cualquier día de partido, en muchas transmisiones televisivas, veremos en el “color” de la tribuna, que enfocan a las mujeres más “guapas y atractivas” que asistieron a ese partido, con o sin su permiso. Un ejemplo de este machismo lo vi en comentarios al comunicado emitido por el club Chivas. Acá una muestra: “Desde niño le voy a Chivas, pero si Chivas comienza a apoyar la ideología Woke, el feminismo hembrista de tercera ola, y el neomarxismo cultural en serio que le dejo de ir a este equipo. Mi orgullo y apoyo gane o pierda a este equipo es incondicional, pero si abandonan el sentido común me daría asco”. ¿Woke, feminismo hembrista, neomarxismo cultural? Todos estos términos son empleados en esta chapuza conceptual que quizá Javier, el científico social, podría ocupar para comprobar aquella hipotética conspiración de las mujeres contra los pobres hombres. Desafortunadamente, este individuo no se da cuenta de que aventura esos conceptos y sigue los patrones discursivos de grupos ultraconservadores cuyas agendas van más allá de las relaciones de género. Es sólo una parte de un paquete conceptual que abraza también la idea de religión única; que se sustenta en la pureza de la raza; que niega genocidios del pasado, como el nazi o los de África y aplaude el actual en Palestina; que acusa de la crisis económica mundial a esa conspiración comunistasocialistamarxistacastristachavista; y que pretende erradicar todo lo que no es “normal” de acuerdo con sus propias normas. Como alguien agudamente señaló, el machismo nunca viene solo y suele estar acompañado de muchas otras lacras, como el cambio climático, la xenofobia o la meritocracia. Es necesario profundizar en lo que provoca que existan tantos personajes como este, así como sus discursos retrógrados en pleno siglo XXI. Al hacerlo, no diremos “interesante…”, sino “¡preocupante!”