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Machomenos escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: machismo, patios escolares, deporte, moda, educación.
Hace unos días observé una publicación en Instagram que daba cuenta de un análisis realizado por un psicólogo español a raíz de un estudio realizado en escuelas de Cataluña, en España, sobre los patios escolares. En el estudio se presentan dos dibujos donde se observan los movimientos de niños y niñas en el patio escolar. Según el portal de Ser padres.es, en el que se publica un reportaje denominado “La reflexión viral del psicólogo Alberto Soler sobre los patios inclusivos: ‘son sexistas y discriminan’”, ambos “dibujos explican, también en opinión del psicólogo, lo que ocurre en la mayoría de colegios e institutos. ‘Los chicos ocupando el espacio central jugando con balones que cruzan el espacio común a gran velocidad mientras que las chicas se agrupan en corrillos en los bancos que están situados en la periferia del patio’, describe Alberto Soler”. Y, según el artículo académico “El patio escolar y la geografía del espacio: un análisis iconográfico desde la perspectiva de género”, publicado en la revista Espacios en Blanco en 2023 y escrito por Claudia Ivonne Hernández Ramírez y Jorge García Villanueva de la Universidad Pedagógica Nacional en México, “los estereotipos de género se marcan con más intensidad según va aumentando la edad, las adolescentes eligen actividades menos competitivas y más pasivas. La fuerza de los estereotipos es tan potente que no llevan a cuestionarse por qué las cosas son como son y se asumen como algo normal. El verdadero problema no está en pensar que niños y niñas son diferentes sino en atribuir un valor inferior a lo vinculado con las niñas, las mujeres y con lo femenino”. Las y los adolescentes ven reforzados estos estereotipos a través de medios de comunicación, redes sociales y la música y sus videos: los chicos se van teniendo mayor interés por los deportes -en general- y las chicas se interesan por la moda y la belleza. Como lo hemos dicho en otros momentos, el asunto es interseccional y se ve afectado por numerosos factores como los medios mencionados y la familia, pero indudablemente las escuelas y los espacios de recreo tienden a ser refuerzos naturales de estos estereotipos.
La investigación difundida a través de este artículo afirma que los “espacios escolares no son neutros sino son la representación física de los valores de la sociedad porque en ellos se reproducen las relaciones de poder y de exclusión que configuran las prácticas socioespaciales de una cultura que privilegia un sexo sobre otro que refuerzan las diferencias de estatus entre hombres y mujeres (Saldaña Blasco, 2018)”. Como vemos, no existen espacios inocuos en nuestras sociedades occidentales pues todos y cada uno son reflejo de esas relaciones de género, que no son otra cosa que relaciones de poder. El ámbito escolar no sería la excepción pues no sólo se encuentra profundamente estereotipado, sino que, queriéndolo o no, termina reforzando las estructuras patriarcales. “Lo que se tendría que fomentar -continúa el artículo- es el juego entre las niñas, ofreciendo oportunidades para que no fuera competitivo y proporcionar una variedad de equipos de patio de recreo para mejorar la socialización de los niños y las niñas así como el desarrollo de habilidades motoras básicas, aumentar el interés por los desafíos lúdicos, y proporcionar mayor libertad en el juego (Méndez Giménez, 2020)”. No obstante, para lograr lo anterior, se tendrían que modificar buena parte de las disciplinas deportivas que no admiten equipos mixtos. Como lo afirmé en otra columna donde hablé del deporte, las resistencias para el cambio son tenaces.
El asunto es que el patio de la escuela no sólo es lo único marcado por el patriarcado, es apenas un espacio sumamente visible de las relaciones desiguales de género. Si se fija quien lea esto mientras transita por la calle, verá que temprano por la mañana se trasladan a las escuelas niños y niñas, acompañadas con demasiada frecuencia por las madres -los padres ¿no se hacen cargo?, ¿son los que salen a trabajar y la mujer se queda a cargo del hogar?, ¿son padres ausentes?-; también veremos chicos y chicas de secundaria que caminan a la escuela. Y, si nos fijamos bien, las niñas y las jovencitas que llevan uniforme suelen llevar falda, sin importar el frío que esté haciendo estos días. Me parece no sólo francamente absurdo si no bastante retrógrado que siga existiendo tal distinción en los uniformes: falda para las mujeres, pantalón para los hombres. Y ¿qué hacen profesores y profesoras cuando se trata de ordenar el salón de clase después de una actividad? ¿Asignan las actividades por el género -limpieza para las niñas, los varones observan- o las asignan sin estereotipos? Como vemos, el patio de la escuela es tan sólo uno de los ámbitos de reproducción de los estereotipos de género. Trabajar en su rediseño es fundamental pues podría ser el inicio para construir nuevas perspectivas; sin embargo, el cambio no se puede quedar sólo en un maquillaje de los espacios, sino hay que modificar muchas otras expresiones patriarcales que se encuentran en la escuela. El reto es enorme, pero hacerlo visible es un buen inicio.
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