Lunes, 05 Mayo 2025 20:23

Chats

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Palabras clave: machismo, redes, chats, perversidad, resistencia.

Hace unas columnas hablé de numerosas salas de chat en Corea donde se compartían mensajes con videos y fotografías deepfake de mujeres, es decir, videos manipulados por los participantes del chat en que disponían a esas mujeres en situaciones sexuales falsas. En ese espacio reflexioné sobre el uso perverso que se le puede dar a la tecnología, en específico a la inteligencia artificial y a las aplicaciones de mensajes. De igual manera, en el trasfondo que tienen este tipo de acciones y lo que nos deja ver sobre el mundo en que nos desenvolvemos, sórdido en muchos sentidos, pero en especial por su abierto y nefasto machismo. No dudo que existan en nuestro país chats como estos y tampoco que lo más granado de nuestra juventud se divierta con estos espacios. Sin embargo, hay que decir que no es el único tipo de chat ya que existen otros con menos tecnología, pero igualmente perversos. De hecho, la activista mixe, Sandra Domínguez denunció hace unos años uno de estos espacios. Según nota de La Jornada “la activista dio a conocer la existencia de un chat de mensajería denominado Sierra XXX, en el que se difundían fotografías de mujeres mixes en situación de vulnerabilidad y en el que participaban funcionarios y políticos, entre ellos Donato Vargas Jiménez, actual coordinador de Delegados de Paz de la Secretaría de Gobierno estatal. (…) En 2024 volvió a hacer una denuncia pública en la que señaló la creación de un nuevo conversatorio (llamado MegaPeda) en el que de nuevo se difundían imágenes íntimas de mujeres. Sandra Domínguez exigió la destitución inmediata de Donato Vargas, pero el gobernador Salomón Jara Cruz se negó, y aseguró que su colaborador era un buen funcionario”. En octubre del año pasado, Sandra desapareció junto con su esposo y hace unos días sus cuerpos aparecieron en una fosa en Veracruz, muy cerca de la frontera con el estado de Oaxaca. Las autoridades argumentan que se trató de una ejecución del crimen organizado debido a nexos que supuestamente el esposo de Domínguez tenía. Sin embargo, se especula con la posibilidad de que su secuestro y posterior ejecución tuvieran que ver con las denuncias sobre esos chats. Por supuesto, como es de esperarse, el crimen seguramente quedará impune.

Casos como este nos obligan a reflexionar sobre la forma en que nos comunicamos con amigos y familiares varones, sobre las cosas que compartimos con ellos. Es posible que la mayoría de las personas que lean este espacio no participen en chats tan sórdidos como los denunciados por Sandra; también es muy posible que no compartan imágenes de amigas o compañeras de trabajo o de la escuela sin su autorización o que no realicen acciones de deepfake con ellas, eso sería muy bajo sin duda. Por supuesto, si se sabe que algún conocido o familiar lo hace, lo más inmediato sería retirarle la amistad y, si es posible, denunciarlo. Pero, viendo cómo están nuestros sistemas político y judicial, no auguro un resultado muy positivo. ¡Qué paradoja! El pacto patriarcal está más fuerte que nunca y el contubernio macho en todos los niveles del poder se sostiene, con independencia de los enormes avances que hemos tenido en los años recientes en materia de legislación y otras acciones para ir eliminando violencias de género de todo tipo.

Molesta al patriarcado y a sus agentes en todo el orbe que existan personas que denuncian sus prácticas funestas. Sus promotores y cabezas más abyectos como Trump o Milei descalifican a los denunciantes tildándolos de ser activistas woke, en el mejor de los casos; por si fuera poco, habrá quien demande a los y las denunciantes por “violentar su derecho a expresarse” y por difamarlos y habrá jueces y magistrados aliados en el pacto; pero lo peor será de aquellos que al verse exhibidos, al ver sus reputaciones vulneradas, intentarán deslegitimar a quien los evidencie. Pero, más allá de estos casos extremos, debemos cada uno, en su fuero interno, analizar qué tan machistas son nuestras prácticas en estas aplicaciones. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que muchas cosas que teníamos como normales, en realidad nunca lo fueron, como el acoso y los piropos callejeros. ¿Qué tanto hacemos algo así en nuestras redes?

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