Lunes, 08 Enero 2024 20:23

Deporte

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Palabras clave: Deporte, machismo, futbol, género.

Hace tiempo tuve una interesante discusión con un colega instructor deportivo en torno a la participación femenina en el deporte de manera mixta. Yo sostenía que las mujeres perfectamente pueden jugar futbol con los hombres y competir con ellos sin problema. Él no estaba nada de acuerdo y como respuesta irrefutable que según él zanjaría la discusión, me dijo, palabras más, palabras menos, algo así como que “no hay ninguna mujer que se le parezca a Cristiano Ronaldo”. Eso es cierto. ¿Pero qué hace que Ronaldo sea la personificación del deporte de las patadas y que sea, al menos para este individuo, el ejemplo claro para eliminar la idea del futbol en modalidad mixta? ¿Es el tamaño, su fuerza, su altura? ¿Entonces por qué Messi puede ser el más grande si no es ni alto, ni especialmente fuerte y en un brinco con Ronaldo, seguramente no ganaría? ¿No será, acaso, que el problema que tenemos es que los deportes son algo creado por hombres para hombres y que, díscolos, buscamos evitar que ellas entren en nuestros dominios? Como afirman Ignacio Lozano Verduzco, Melissa Fernández Chagoya y Mauro Antonio Vargas Urías en su libro “La caracterización de las redes de amistad de varones jóvenes: su impacto en la violencia” (2010), publicado por Indesol y la GENDES A.C., “La práctica del deporte, que parece ser una actividad favorecedora de la sociabilidad y la alianza masculina, también tiene a la competencia y al rendimiento como los ingredientes esenciales y, como tales, pudiera contener, en algún sentido, un alto nivel de agresión y homofobia. Resulta evidente la práctica y sentido del deporte como territorio de la masculinidad. El deporte se ha convertido en una institución y un ordenador social de lo masculino y femenino que, mediante una serie de prácticas culturales de carácter deportivo, configura y constituye la condición de género y las identidades genéricas de los hombres y de las mujeres”.

Como se ve, el deporte, como muchas otras actividades humanas, ha sido diseñado por hombres para hombres. Tanto sus reglas, como sus objetivos, han sido pensados en este sentido. No obstante, se han ido añadiendo a las justas deportivas o han sido considerados como tal, muchas otras actividades que, aunque tal vez surgieron en una clave masculina, integraron sin problema a las mujeres en su práctica. Ejemplo de ello son las artes marciales como el Tae Kwon do, el Jiujitsu, el Judo, el Karate o el Hapkido que hombres y mujeres pueden practicarlos sin problema. Hace unos años, cuando realicé mi examen para obtener el primer Dan (cinta negra) en un arte marcial, quien me acompañó a realizar las técnicas fue una mujer, de hecho, mucho más joven que yo. Meses atrás preparamos el examen y sufrimos lo mismo cada uno, sin distingos de edad o género. Fuerte, capaz, inteligente, entrona y disciplinada, mi compañera me lanzaba por los aires o aplicaba las técnicas -que no son nada sencillas y son ciertamente peligrosas- con destreza, pero siempre al cuidado del viejito que era su pareja en este trance, es decir yo, que en el momento contaba con 49 años. En nuestro mismo gimnasio y en la organización, existen numerosas mujeres que no sólo desbordan talento y disciplina, sino que son perfectamente capaces de competir con los varones en igualdad de circunstancias. Sin embargo, ya cuando se trata de competencias de combate, ahí se dividen las categorías en masculino y femenino. Yo estoy convencido de que tales competencias debieran ser mixtas; y garantizo que ellas no tendrían objeción, el problema lo tenemos nosotros. Como dicen los autores del libro mencionado, la “capacitación en términos de condicionamiento físico, las técnicas, los ejercicios, las formas y contenidos de un deporte conllevan en sí mismos significados asociados a la fuerza, el rendimiento, la competitividad, el logro, éxito, triunfo, aspectos que a su vez son considerados masculinos. En este sentido, el discurso de la deportivización implica un proceso mediante el cual hombres y mujeres internalizan y convierten en formas de vida aquellas prácticas deportivas, pero que ya en sí mismas sustentan la posición binaria de la superioridad de lo masculino sobre lo femenino, de la virilidad versus el afeminamiento”.

Quizá, como se lo comenté en ese momento al colega con el que discutía o como lo dije con otro grupo de amigos con los que discutía la viabilidad de que el Futbol Americano también fuera mixto, quizá lo que se requiere, si es que en verdad se busca la integración, es cambiar los deportes, es decir, transformarlos en disciplinas donde lo que se busque no sea necesariamente demostrar qué tan fuertes, violentos o imponentes podemos ser como hombres, sino en verdad demostrar capacidades físicas e intelectuales... y ahí, tanto hombres como mujeres tenemos las mismas posibilidades. ¿Que existe el riesgo de que varios deportes desaparezcan? Cierto, pero repito, si lo que se busca es integrar, construir un mundo distinto, cualquier sacrificio es bienvenido. Pues no, el problema está en que una enorme cantidad de machirrines no están dispuestos a abandonar sus privilegios de género, aquello que les da identidad y que los sostiene en el mundo. Hay que mantener su machismo a como dé lugar, salvaguardar las relaciones de género que son infinitamente más provechosas para ellos. El futbol, el americano, el beis, todos son deportes de hombres para hombres y que, pese a que se han abierto para integrar ligas femeniles, no necesariamente forjan nuevas relaciones de género, más sanas, más participativas. Siguen dividiendo, segregando, particularizando.

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