Lunes, 19 Febrero 2024 20:53

Lo quemaría todo

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill 

Palabras clave: feminismo, masculinidad, falsedad, sistema, correcto, incorrecto.

Hace tiempo, en un grupo de guats de amigos (varones todos) se discutía sobre una de las manifestaciones feministas del 8 de marzo en la Ciudad de México, una que a ojos de ciertos sectores de la sociedad y muchos de medios de comunicación, fue calificada de “muy violenta”. Se decían los consabidos “esas no son formas” o “se pasan” … no recuerdo bien, pero creo que no apareció el terrible “feminazis” que tanto emplea quien no está de acuerdo con estos movimientos para desacreditar a las mujeres que participan en ellos. Cosas más, cosas menos, todo iba transcurriendo como en cualquier otro grupo de hombres, todos formados en el patriarcado en que vivimos y, más o menos, moderados. Sin embargo, lo que llamó mi atención, fue el comentario de uno de mis amigos, que dijo lapidariamente, si no mal recuerdo, algo así: “Si a una de mis hijas le hacen algo, yo lo quemaría todo”. Si yo tuviera hijos o hijas, diría y haría exactamente lo mismo. Y me integraría a las marchas, hasta atrás, de forma discreta para no opacar la lucha; y hablaría todo el tiempo del tema con quien quisiera escucharme y con quien no también; y le dejaría de hablar a familiares y amigos que no entendieran mi lucha, aunque se sintieran “empáticos” con mi pérdida; y terminaría solo, junto con muchos otros hombres que son padres, hermanos, hijos, nietos, novios o esposos de mujeres violadas, asesinadas, acosadas, disminuidas en el trabajo y un largo etcétera que acompaña a la creación y recreación de ese machismo en el que vivimos y que, con una tenacidad inusitada, se niega a partir.

Existen dos aspectos fundamentales detrás de la forma en que observamos como sociedad, los tiempos que corren, especialmente los espacios que están ganando las mujeres. El primero y quizá el más importante, es el relacionado con el género (o los géneros, pienso) y cómo nos colocamos frente a ello como varones que suele estar relacionado con una idea preconcebida de lo que significa ser “hombre”. Eso, en palabras de Miguel Lorente Acosta en su libro “Refundación del machismo. Poskultura y guerra cultural” (2023) se le llama “Fake Men”, es decir, el “machismo como cultura se sustenta sobre la idea de que los hombres son superiores a las mujeres y eso es mentira”. En efecto, se trata de una mentira que, de tan bien contada, se juzga verdadera. Claro que para que ello suceda, nos dice Lorente, el machismo ha tenido que trabajar en un doble sentido: “en su construcción y en sus consecuencias”. No podemos negar el avance que ha tenido el feminismo y sus luchas para construir sociedades cada vez más “igualitarias” (concepto al que le dedicaré otra entrega de este espacio más adelante), pero el sistema, que se ve hasta cierto punto moribundo, pero no del todo muerto, ha construido estrategias para resistir y responder en la defensa del machismo, que, como vemos en el título del libro, se refunda. “Lo sorprendente -dice Lorente-, y lo que demuestra la presencia del sistema en todo ese proceso, es que a pesar de que cada superación de los límites impuestos para las mujeres demuestra la mentira del sistema androcéntrico, y da razones para cuestionarlo sobre elementos objetivos, la respuesta es la contraria y se presenta como demostración de que el sistema ‘no tiene nada contra las mujeres’ cuando las deja integrarse. Y al mismo tiempo manda el mensaje de que si no lo han hecho antes es porque ellas no han querido o no lo han pedido, porque cuando lo han hecho se ha aceptado su petición sin problema alguno. Al final, la cultura que excluye a las mujeres es presentada como la responsable de inclusión, y las mujeres víctimas de esa cultura son presentadas como culpables de su situación, algo que seguimos viviendo en todo lo relacionado con la construcción de género, incluso en la violencia”. Por tanto, las mujeres que defienden el espacio que el patriarcado tuvo a bien “conseguirles”, no sus luchas, deben hacerlo bajo las normas dispuestas para la protesta y se argumenta de manera automática, casi sin pensar que se está contribuyendo con el propio sistema, que “hay otras maneras”.

El segundo aspecto, y en conjunto con el patriarcado mismo, es cómo entendemos la manera en que las personas se han de comportar frente a los cambios, las injusticias e infamias que vivimos en el mundo actual. Lorente afirma que se da de manera “piramidal”, que se cuela por todos los intersticios de nuestras sociedades sin que nos demos cuenta. La mentira del machismo se viste de cultura para que sea defendida por los sujetos mismos como dogma. A su vez, argumenta Lorente que dentro de ese “sistema se presenta la idea de machismo como conductas aisladas que superan los elementos considerados normales en cada momento histórico, ocultando que el machismo es la propia cultura. (…) Se reduce el machismo al sexismo, es decir, a las cuestiones entre hombres y mujeres surgidas sobre los roles definidos para unos y otras, cuando el machismo es la propia construcción cultural que afecta a cualquier ámbito de la sociedad, aunque su origen está basado en el sexismo”. El machismo se expresa también en un sentido racial, socioeconómico y educativo, de manera que se impregna en todos los aspectos de lo social. Con frecuencia, las Iglesias colaboran con estas ideas y las refuerzan desde sus “libros de fe” y enseñanzas; algo mismo sucede con la educación y la familia. De tal suerte que hombres y mujeres -pero especialmente estas últimas- están condenados a la sujeción por parte del sistema y a manifestarse en las formas “estables” que éste les brinda para hacerlo. ¿Y cuáles son esas formas? Lo ignoro; pero todos y todas, en algún momento, hemos criticado algún movimiento por transgredir lo establecido. Y mientras estas discusiones se dan, mientras seguimos pensando en las “formas” y en lo “correcto”, las quemadas con ácido, torturadas, violadas, asesinadas, acosadas, golpeadas, maltratadas física y psicológicamente, segregadas, siguen y seguirán siendo las mujeres. Lo que necesitamos hacer es acabar de quemar el machismo, a como dé lugar.

     

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