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Machomenos escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: Belleza, masculinidad, machismo, fealdad, virilidad.
Aunque me resistía por múltiples razones, decidí ver la controversial película Barbie (Greta Gerwig, 2023) y mi sorpresa ante la cinta no podría ser mayor. Considero que la película desaprovechó la maravillosa oportunidad de desmontar el modelo de mujer hegemónico que representa la famosa muñeca y, lo que tenemos en cambio, es un discurso francamente débil, de contenidos estereotipados y confusos con respecto al feminismo y, guste o no, una reafirmación sutil de la sociedad de consumo en torno a la figura humana y su fetichización en juguetes para niñas. Bien, pero ese es tema de otra columna que hable sobre feminismos; en este espacio hablamos de hombres, machismo, patriarcado y masculinidades y, por lo mismo, hablaré de Ken y uno de los modelos de belleza masculina que, aunque engañoso, resulta ser el hegemónico. En efecto, para mí, esta película también desaprovecha la oportunidad de evidenciar el patriarcado y su representación en la figura de los “Ken” para después construir una posible alternativa. Como suele suceder con los discursos de Hollywood, escritores y realizadores apuntan a los estereotipos como vehículo para transmitir mensajes. Y se cae, necesariamente, en ideas preconcebidas para plantear visiones maniqueas (bueno/ malo) magnificando defectos para contrastar. Ken se da cuenta que existe un mundo en el que él podría ser el protagonista y decide transformar su entorno. ¿Y qué es lo que crea? Su “guarida”, muy al estilo de las famosas “man cave” que el modelo norteamericano nos vende. Es decir, el lugar en que el hombre tiene su espacio y que va relacionado con un taller mecánico o de cualquier otra actividad manual para hombres, sus coches, sus motos, deportes, chelas y calendarios de refaccionaria con mujeres “sabrosas” y con poca ropa. Sin embargo, la situación no se queda ahí, sino que en ningún momento se discute el modelo de belleza o estética masculina, representada por el Ken “estereotipado”, rubio, atlético (es decir, mamado, pero no una mole de músculos) con “six pack” en el abdomen y brazos musculosos. Según el artículo “Masculinidades, cambios sociales y representación en la cultura de masas” (2018) de Iván Sambade Baquerín publicado en la revista Brocar, cuadernos de investigación histórica de la Universidad de la Rioja, en “los últimos treinta años, hemos asistido a cambios novedosos y significativos en la representación de los hombres. Redefinidos dentro de la cultura audiovisual propia de la sociedad de consumo-informacional, los modelos hegemónicos de masculinidad han adoptado cánones estéticos que, aparentemente, ubican a los hombres como objetos de deseo. En sucesivas décadas, hemos asistido a la emergencia de distintos modelos de masculinidad como metrosexuales, ubersexuales y spornosexuales, todos ellos caracterizados por el cuidado de la imagen personal y un estilo de vida sofisticado, en el que los hombres se muestran como sujetos que desean ser deseados”. Esto es que, lo que era deseable hace muchos años dejara de serlo hoy, es decir, que el hombre se representara como reza el dicho “feo, fuerte y formal”, lo que llevó a la pantalla en algunas épocas del cine de nuestro país a “galanes” francamente feos, pero bien formales y seductores (por su posición social, su dinero o su sapiencia); por el contrario, el modelo ahora cambia y el varón deseable no sólo debe “resolver”, como hemos mencionado en otras entregas, sino debe ser atractivo, tanto en su rostro como en el cuerpo, y debe cuidarse. El modelo Marvel (Thor, Capitán América, Tony Stark y hasta el simpático Star Lord), que es el que vemos más o menos reforzado por Ken, es lo más reciente. Por supuesto, es un modelo eurocentrado, donde el hombre debe ser blanco y si no blanqueado o, de tan exótico, sabrosón (como Djimon Hounsou, afrodescendiente, viril, guapo, modelo), joven y bien producido. Hubo un pequeño espacio en que hombres como Ville Valo, vocalista de la banda HIM, flaco, desgarbado y atractivo -que hizo que muchas mujeres quisieran llevarlo a su casa para darle de comer- tuvo su lugar; hoy, apenas queda rescatado en actores como Tom Hiddleston (Loki) o Mathew Goode (“Downton Abbey”) y, sin embargo, son una excepción al modelo hegemónico y que, termina confirmándolo.
Lo que me queda después de ver “Barbie”, es la sensación de que el modelo patriarcal permanece intocado y mañosamente se adapta a las nuevas realidades. Como afirma Sambade, “si bien la emergencia del capitalismo global originó en sus albores una coyuntura social facilitadora de las acciones feministas de emancipación de las mujeres, su evolución hacia la sociedad informacional de consumo podría estar generado un estado de suspensión, e incluso involución, del cambio social hacia la igualdad entre los sexos. De este modo, los modelos de masculinidad constituirían una nueva mascarada del patriarcado de consentimiento, alimentando la ficción de un cambio incompleto (la igualdad social entre mujeres y hombres), e induciendo a los hombres a identificarse como sujetos de poder social, fundamentalmente respecto de las mujeres”. En efecto, eso no ha cambiado, simplemente se ha diversificado y se ha ido filtrando a los nuevos discursos. Vale la pena preguntarnos qué es lo que vemos frente al espejo todos los días y si nos gusta o no; y si es así, en función de qué modelo de belleza sentimos eso. Si mi parámetro es alguno de los Chris (Hemsworth, Pratt, Evans), bueno, vivo claramente una ilusión, máxime si, además, no tengo la edad adecuada para un hombre atractivo que va de los 25 a los 35 años. Quien diga que no persigue un estereotipo de belleza, porque es bien macho y esas cosas no lo mueven, siento informarle que también esa postura es bien patriarcal. “El hombre duro – afirma Sambade - es la encarnación de la masculinidad hegemónica norteamericana. Ésta bien podría adecuarse a cualquier modelo patriarcal de masculinidad, no sólo porque la cultura norteamericana se haya expandido globalmente, sino porque este modelo se conforma sobre los ejes de la estructura patriarcal: el imperativo social heterosexual, la división sexual del trabajo y la protección masculina como mecanismo de legitimación del poder de los hombres”, es decir, eres feo, fuerte y formal, pero que más o menos se cuida y va a la barbería, lo que te legitima frente a tus pares machos; no eres vulnerable y no andas con esa “mariconadas” de “mamadillo del gym”, como diría una amiga, sino que eres el que resuelve preocupándose lo “justo” por su físico, lo que nos lleva a los problemas de salud que hemos abordado en entregas anteriores.
Pero entonces, ¿cómo entendemos la belleza masculina?, ¿es Ken?, ¿es el leñador barbón y mamado?, ¿es Dwayne Johnson y sus músculos construidos vía gimnasio o esteroides?, ¿es el hombre maduro, medio sugar, que todas las puede y se viste con modas acorde a su edad, pero caras?, ¿es el que se pinta las canas y se destruye en el ejercicio en el gimnasio para pescar mujeres que buscan ese estereotipo? Francamente no tengo idea pues el mundo de hoy es tan confuso que nos arroja numerosas posibilidades que uno debe cumplir para parecerse menos a lo que uno es y lo que quisiera representar. Ser hombre en este modelo patriarcal hetero normado es sumamente complicado, especialmente cuando constantemente debemos cumplir con cada uno de los estereotipos que tanto los medios como las redes sociales nos dictan y que, de una forma u otra, buscamos complacer sin darnos cuenta. Ya no digamos reconocer que algún hombre nos parece atractivo pues eso, para este pensamiento, muestra debilidad o franca homosexualidad. Hay que decirlo, toda la sociedad se encuentra profundamente sexualizada (no en un sentido erótico, sino de géneros) y sucumbe a los dictados del día a día, impuestos por la moda o los productos audiovisuales. ¿Y tú, ante qué modelo de belleza quieres sucumbir hoy?
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