Lunes, 26 Agosto 2024 21:32

Suicidio

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Una de las decisiones más extremas que puede tomar el ser humano, es acabar con su vida. Existen múltiples razones por las que alguien decide suicidarse y van desde la decepción amorosa, hasta la depresión más profunda. Sin embargo, no es sino hasta hace unos cuantos años que se empieza a tomar con seriedad el tema de la depresión y sus consecuencias; además, sea por la pandemia, por las inconsistencias del modelo socio- económico en que vivimos que genera crisis económica, incertidumbre, imposibilidad de conseguir logros “tradicionales” -como casarse, tener una propiedad, una familia-, o por una mezcla de lo anterior con el modelo patriarcal en general, el suicidio ha aumentado en la actualidad. Según un comunicado publicado el 8 de septiembre de 2023 por INEGI, a cuento del “día mundial para la prevención del suicidio”, se afirma que, si “bien se ha reportado una disminución de la tasa de mortalidad por suicidio, la OMS señala que en el continente americano esta se ha incrementado. En México, las muertes por suicidios han aumentado. En 2017, la tasa de suicidio fue de 5.3 por cada 100 mil habitantes (6 494); para 2022 fue de 6.3 (8 123). Esto equivale a 1 629 suicidios más en 2022 respecto de los ocurridos en 2017”. Y, si avanzamos en la lectura del documento, nos encontramos con unos datos en verdad preocupantes: “La tasa promedio de suicidio según sexo -afirma el documento-, en el periodo de 2017 a 2022, fue de 9.9 hombres por cada 100 mil, y de 2.1 mujeres por cada 100 mil. Esta diferencia entre sexos ha sido constante. Para 2022, la tasa de suicidio en hombres fue de 10.5 por cada 100 mil, en tanto que en mujeres, fue de 2.3 por cada 100 mil. Los datos anteriores se traducen en que ocho de cada 10 fallecimientos por suicidios (81.3 %) ocurren en hombres y dos de cada 10, en mujeres (18.7 %)”. Sí, los hombres se suicidan mucho más que las mujeres en una proporción asombrosa. Y, si bien esto es similar en todo el mundo, es conveniente entender qué es lo que sucede en nuestro país.

Según una conferencia de prensa ofrecida por Lucía León de la Barra, representante de la fundación FAN (encaminada a la prevención del suicidio), publicada en el portal de IMER (Instituto Mexicano de la Radio), existe una relación entre los estereotipos vinculados a la masculinidad y la mayor prevalencia de suicidios en varones. “La razón que encontramos – afirma León de la Barra- es todo esto que gira alrededor de la masculinidad, en la que el hombre es el sostén, el hombre es el que no habla, el hombre es el que no llora, el hombre es el que no se puede expresar, y el hombre no pide ayuda porque él puede resolver todo porque esa es la condición de educación que tenemos en nuestras familias, es mundial, no creo que sea algo solamente de México. Y entonces el porcentaje es muy alto”. En efecto. Ya en otra entrega de esta columna hablé sobre la dificultad de ser hombre y cumplir con todos los estereotipos que se le cuelgan al género. Es una lucha constante que no siempre llega a buen término. Además, como hemos dicho, es una lucha silenciosa pues de eso no se habla. Cuántos hombres callan sus preocupaciones, dolencias, malestares, problemas emocionales para evitar ser tildados de débiles o de “maricones”. El hombre ha de permanecer incólume ante las adversidades, fuerte, valeroso, firme. Y claro, se ha de tragar todos los sentimientos de frustración, el miedo a la vida misma, sus preocupaciones y un largo etcétera. ¿Qué sucede? Pues que puede explotar y algunas de sus expresiones más terribles son violentas, tanto ejercidas contra los que le rodean -con demasiada frecuencia- o contra sí mismo. León de La Barra continúa “Los hombres desde que nacen se les carga emocionalmente muy fuerte: desde el punto de vista económico tienen que ser el sostén. Si un hombre no es económicamente exitoso, no se considera que está bien porque a él lo educaron que él tiene que ser exitoso, él tiene que ser el sostén, él tiene que ser el fuerte. (…) Y eso causa muchísima depresión en el momento en que un hombre nada más se considera importante por el éxito económico que tiene, pues entonces lo devalúas como persona”.

En efecto, el asunto es del sistema en general, meritocrático y agresivo. Para ser persona, hay que ser exitoso, cumplir metas, ganar mucho y poseer mucho; de lo contrario, eres un pobre diablo que, además de cargar con las consecuencias del fracaso, te lastras todavía más con la enorme carga social. En determinadas sociedades, como en Japón o Corea, el nivel de demanda hacia los seres humanos, pero en especial hacia los hombres, hace que se sientan tan profundamente hundidos que no encuentran otra alternativa. Sin embargo, la frustración y la depresión que puede acompañarla, no es el único motivo para cometer suicidio. También está la culpa.
Desde hace años vengo observando un fenómeno interesante en España, aunque quizá también lo sea en otros países. He leído de múltiples hombres que después de haber matado a su esposa, a sus hijos o a toda la familia, se suicidan. Se puede argumentar que lo hacen para evitar ser encarcelados, pero considero que la culpa tiene mucho que ver. Por otro lado, está el que muchos varones, en especial de corta edad, viven acoso por todos lados, ya sea escolar, en el barrio, en el trabajo, debido a sus preferencias, a sus gustos, pero principalmente porque el acosador, el “bully” como se le llama ahora, los juzga débiles. Y su machismo, su perversa idea de poder, los llevan a acosar al diferente, al que no encaja, al que se deja. Ya abordé este tema en una columna anterior llamada “Hostigamiento”, tema que dista mucho de irse extinguiendo; por el contrario, parece que toma fuerza inusitada en estos días de agandalles israelíes sobre los palestinos o en que se estilan los discursos de odio ultra a la manera de Trump o Milei. Es necesario que reflexionemos sobre todo lo que hacemos, cómo lo hacemos y por qué lo hacemos. ¿Qué tanto contribuimos como sociedad, como familias, como amigos y conocidos al incremento de suicidios en el mundo? Si bien creo que todos tenemos el derecho de decidir qué hacemos con nuestra vida -sí, incluso si decidimos terminar con ella-, sería muy conveniente que no lo hiciéramos impulsados por no cumplir con los estereotipos que nos rodean y que nos comen la cabeza más y más. El tema es serio, en verdad.

 


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