Lunes, 02 Septiembre 2024 22:08

Simp

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Palabras clave: machismo, odio, discriminación, acoso, simp.  

En mis pesquisas en la red para encontrar material para mi columna, me he topado con ciertos personajes que en YouTube, TikTok o Instagram exhiben la “toxicidad” de las feministas y el supuesto daño que están propiciando a los hombres y a su masculinidad. Uno de estos canales, de plano, centra toda su atención en mensajes de mujeres de Estados Unidos que se quejan de que no logran tener pareja, que los hombres se arriesgan cada vez menos a acercárseles y, por tanto, están solteronas a los 30 años. Claro, todo el discurso de ese canal se dirige a la crítica del feminismo y frases como “ustedes se lo buscaron” o “ahora ¿de qué te quejas?” son la tónica. Otros canales hablan de la “difícil” situación que viven los varones en el gimnasio, pues, al menos en Estados Unidos -no he visto videos de esto en México- se ha generalizado que mujeres exhiban en redes a hombres que las observaban argumentando acoso. Más allá de si es discutible o no -he visto videos donde tal acoso no se percibe-, es un hecho que el acoso existe y que hay muchos y muchas que van al gimnasio a mostrarse y a ver y, lo que menos importa, es el ejercicio. Sin embargo, dedicaré otra columna a hablar del particular. En este instante, me centraré en algo que llamó mi atención del discurso de varios de estos videos: el concepto simp.

De acuerdo con un reportaje sobre el tema publicado en el portal de CNN en marzo pasado, "'Simp' es la jerga para referirse a una persona (normalmente un hombre) que está desesperado por la atención y el afecto de otra persona (normalmente una mujer)’, dijo Connor Howlett, quien era entonces un estratega digital en la ciudad de Nueva York en 2021, en un correo electrónico a CNN (…) Los hashtags de la palabra “simp” están creciendo en TikTok. Instagram tiene más de 600.000 publicaciones con el hashtag #simp, y hay grupos de Facebook dedicados a simps y simping. (También puede ser un verbo)”. Simple, bobo, quizá hasta rastrero, sería una posible traducción. Es la forma en que el machismo se defiende como gato boca arriba frente al avance de vías más amables de convivencia entre los géneros. Pero ¿cómo podemos entender este tipo de epítetos que buscan insultar a quien resulta claramente débil a ojos del modelo todavía imperante? Se supone que en casa somos educados para el respeto a los demás, ¿no?; es moneda corriente también en discursos religiosos, principalmente cristianos y católicos. ¿Será mera hipocresía y tanto en casa como en las entretelas de iglesias, templos y congregaciones se refuerza el discurso patriarcal? La pregunta se responde sola.

Para colmo, estos discursos machistas se reproducen también en la escuela, donde tanto alumnos, como profesores y profesoras perpetúan estos modelos, disfrazados de disciplina y enseñanza de lo correcto, como exigirle a las y los estudiantes que se vistan, peinen y actúen en concordancia con los modelos de masculinidad y feminidad existentes, que son netamente patriarcales. Sí, aunque no lo crean, todavía en las escuelas primarias y secundarias de hoy, públicas y privadas, se demanda que los varones vayan con el pelo corto -incluso he sabido de casos donde lo cortan prefectos y profesores- y las mujeres sin tinte en el pelo y sin las uñas pintadas. De eso, a validar el modelo machista patriarcal es una mera consecuencia. Los mensajes son contradictorios de cualquier manera. Se educa para el respeto a los demás y a las diferencias, pero, por lo bajo, como hemos dicho, se limita al otro, al que no cumple con el modelo. Si vemos los numerosos canales en YouTube que hay de “masculinidad” y que frecuentemente utilizan la idea de la recuperación del macho alfa, la palabra simp viene relacionada con debilidad, condescendencia y sumisión. El alfa, por el contrario, es intrépido, viril y permanece incólume ante los embates feministas del día de hoy; eso, según estos discursos, los hace sumamente atractivos ante las mujeres y, por añadidura, los convierte en líderes que han de ser seguidos por los rebaños de otros hombres de menor valía. ¡Vaya falacia! Lo peor del caso es que, a la fuerza de resistirse al cambio, se producen y reproducen discursos y acciones de odio que, con demasiada frecuencia, terminan en situaciones violentas, principalmente en la escuela y en el hogar. Como lo mencioné en la columna donde hablé de los contenidos “red pill” (“Matrix”), existe gente que se deja convencer por estos discursos de odio precisamente porque se encuentran inmersos en una vorágine de cambios sociales donde el género es una constante y no pueden lidiar con todo lo que ocurre, son discriminados o rechazados por su contraparte femenina lo que los lleva a estar sumamente vulnerables y dispuestos a dejarse llevar por algo que les devuelva sentido.

Si nos damos cuenta, todo va de la mano en un ciclo perverso: machismo, discriminación, violencia, discurso, acción, enmarcado en el deber ser patriarcal que coloca a los machos alfa en el culmen de la “evolución humana”. Y, por más estúpido que suene, es una realidad palpable en este mundo de hoy, donde el discurso conservador, aderezado con odio desmedido, crece y se reproduce a través de vías inusitadas y aparentemente inofensivas, como estas categorías acuñadas desde la red y su distribución vía “influencers” cuyo auténtico impacto puede ser sumamente negativo. Si ser amable, cordial y respetuoso es ser simp o bobalicón, para quitar anglicismos, pues creo que necesitamos más de eso que de alfa, que significa agresividad, violencia, impunidad y machismo, mucho machismo. Antes de decirle a alguien que es un simp, mejor evalúa tu propia existencia y encontrarás las razones por las que consideras el uso de semejante categoría. Verás que se asoma un macho cualquiera, típico, que responde al modelo y lo abraza.           

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