Lunes, 23 Septiembre 2024 22:13

Deporte, violencia y género

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Machomenos escribe Israel León O’Farril

Palabras clave: machismo, violencia de género, deporte, feminicidio

Rebbeca Cheptegei, maratonista de origen ugandés que corrió el maratón en París 2024, entre muchas otras competencias en su exitosa carrera, falleció a inicios de septiembre como resultado de las quemaduras del ataque con gasolina y fuego perpetrado por su novio quien recientemente también falleció por las quemaduras que también sufrió. Según el portal de la BBC, en la nota donde se reporta la muerte del asesino, “Cheptegei es la tercera atleta asesinada en Kenia en los últimos tres años, donde la policía señaló a sus parejas como los principales sospechosos. (…) En 2021, la poseedora del récord mundial Agnes Tirop fue apuñalada hasta la muerte y seis meses después Damaris Mutua fue estrangulada”. La violencia de género o machista, como la que se manifiesta en estos tres casos, no es nada nueva, ni en África, ni en el mundo en general; por el contrario, sigue siendo algo bastante común y ha adquirido una virulencia en el presente - nuestro país es ejemplar- que nos hace pensar que el machismo se defiende y se venga de las mujeres por los derechos y libertades adquiridas por décadas de lucha feminista y de transformación social.

Lo terrible del asunto, es que esta violencia surge ahora en Kenia principalmente, porque ahí han surgido las y los actuales atletas de fondo, academias famosas, entrenadores legendarios y mucho dinero vía los patrocinios y los jugosos premios que se obtienen en las competencias. De esta manera, el asunto no es sólo de machismo, si no de control económico también. Como nos informa El Diario.es en un reportaje, el “control de las finanzas suele estar detrás de la mayoría de casos de violencia de género en el atletismo keniano. En el condado de Elgeyo Marakwet, donde entrenan los atletas, hay una tasa de pobreza del 57% y en una sola carrera puedes ganar más que un trabajador medio en todo un año. Con su segundo puesto en la media maratón de Madrid en 2011, Rebecca Cheptegei consiguió 1.100 euros y un atleta suele correr una media de diez o doce carreras al año”. Es una explotación machista de las atletas, pues se da a través de una relación sentimental donde opera el control lo mismo del cuerpo, que de la cuestión anímica. Es como si estos machos se acercaran a mujeres talentosas, poderosas, para después controlarlas, sobajarlas, “pastorearlas”, explotarlas y, cuando se salen del redil, corregirlas o, de plano, eliminarlas. Machismo disfrazado de supuesta comprensión y acompañamiento de las atletas.

La violencia de género en el deporte y relacionada con el mismo, es algo que se ha ido incrementando debido a la creciente participación de las mujeres en todas las disciplinas deportivas que existen. Y, como sostiene Cecilia Alemany, directora regional adjunta de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe y representante en Argentina en una entrevista publicada en el portal de ONU Mujeres, al “contrario de lo que sostienen instituciones deportivas, los propios acusados, sus compañeros y hasta medios de comunicación, la violencia basada en género es un asunto público. Desde ONU Mujeres reiteramos, además, que se trata de una práctica estructural y una de las violaciones más graves de los derechos de las mujeres, niñas y adolescentes. (…) Por eso, suscribimos la propuesta de que la Asociación del Fútbol Argentino, las federaciones deportivas y el deporte en general impulsen una norma que impida jugar o competir a atletas que enfrenten procesos judiciales por violencia de género”. Por supuesto, hay ejemplos mucho más sutiles de estas violencias, como el acoso, la discriminación, la utilización visual de las atletas -por su atractivo, el abuso sexual y las agresiones físicas cometidas hacia ellas por entrenadores y entrenadoras, abuso que ha sido sistemáticamente denunciado por las deportistas, con pocos resultados desafortunadamente. No se trata solamente de discriminar a las mujeres haciéndolas parecer débiles o inferiores en la vida cotidiana; ahora hay que hacerlo en el deporte, es decir, ya se les “dio” la oportunidad de participar en justas deportivas, de tener federaciones, de contar con arbitrajes, pero hay que controlarlas, manipularlas y explotarlas. El deporte se convierte ahora en otro espacio para depredarlas. Es necesario tomar acciones para vigilar, evitar, sancionar y erradicar estas violencias. Para ello, se requiere que, desde las federaciones, instancias gubernamentales, judiciales, medios de comunicación -quienes tienen un papel crucial en esta lucha- y la sociedad en su conjunto, se creen las condiciones propicias para que ejemplos como estos dejen de ser la norma en la vida deportiva del mundo.

      

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