Lunes, 04 Marzo 2024 21:02

Interseccionalidad

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill 

Palabras clave: Clase, raza, masculinidad, machismo, interseccionalidad.

Recientemente trabajé con mis alumnos de la FFyL BUAP la película “El Odio” (1995) de Mathieu Kassovitz, película francesa que se centra en un día vivido por tres jóvenes de un suburbio de París (uno judío, otro de ascendencia marroquí y el otro afrodescendiente, todos franceses, eso sí) justo después de que unos disturbios en el lugar pusieran la vida de uno de sus vecinos en riesgo, un joven llamado Abdel que fue atrozmente golpeado por la policía y está en el hospital. La cinta es una colección de peripecias, subidas y bajadas, líos con la policía, droga y violencia latente que tiene a los espectadores a la espera del estallamiento de un nuevo conflicto. En toda la trama, una de las constantes es el machismo, expresado de múltiples maneras, pero principalmente mediante amenazas, provocaciones, discursos violentos, misóginos, homofóbicos, bromas y un largo etcétera. Sin embargo, como realmente sucede con muchos otros fenómenos sociales, no podemos centrarnos sólo en ello, sino en otras circunstancias que agravan el machismo existente: la clase y la raza, por mencionar quizá los más evidentes en la película. Los tres amigos son machos, sí; pero también están racial y económicamente determinados en una sociedad profundamente racista y clasista. Para poder observar este fenómeno, hay autores que recurren a una categoría acuñada por una feminista afrodescendiente de Estados Unidos, Kimberlé Crenshaw, que denunciaba en el siglo pasado, que la discriminación hacia las mujeres cambiaba de perspectiva cuando se consideraban esos otros factores, es decir, no sólo era diferente, sino peor. La categoría que acuñó para enteder ese fenómeno fue la interseccionalidad. Según el libro Vidas de género, problemas globales, editado por Nadine T. Fernández y Katie Nelson para la iniciativa Libre Textos, la interseccionalidad “se refiere a la naturaleza interconectada de categorías sociales como raza, clase y género que crean sistemas superpuestos de discriminación o desventaja. El objetivo de un análisis interseccional es comprender cómo el racismo, el sexismo y la homofobia (por ejemplo) interactúan juntos para impactar nuestras identidades y cómo vivimos en nuestra sociedad”. Siguiendo esta perspectiva, el discurso, el comportamiento violento y la interpretación de la realidad que viven los personajes de “El Odio”, viene determinado por la discriminación y segregación de la que han sido objeto por su origen socioeconómico y por su raza, categoría nefasta, por cierto, construida por la modernidad después de la conquista de América para justificar la explotación de personas y territorios, cosa que expongo en otro espacio: “Raza y Capitalismo”.

Conversando con mi pareja, me comentaba que, con independencia de esas categorías, el machismo es lo que es y se manifiesta de la misma manera: con violencia. Cierto, el macho puede ser afrodescendiente, nahua, coreano, rico, pobre, clasemediero y ello viene determinado por la infección del modelo patriarcal occidental a todo el orbe. No obstante, como se demuestra en un estudio publicado en el mismo libro que cito con antelación, “Interseccionalidad y Masculinidad Normativa en el Nordeste de Brasil”, de Melanie Medeiros, quizá la expresión del machismo viene exacerbada a raíz de las frustaciones que tienen los sujetos al no poder cumplir con el modelo hegemónico de masculinidad. “La incapacidad de cumplir con las expectativas sociales y personales de masculinidad normativa puede hacer que algunos hombres se vean a sí mismos (o sean percibidos) como inadecuados (Wade y Ferree 2019). Wade y Ferree (2019) argumentan, de hecho, que a muchos, si no a la mayoría de los hombres, les resulta imposible realizar todas las características y comportamientos dominantes o idealizados asociados con la masculinidad normativa y, por lo tanto, con frecuencia se encuentran en una posición en la que podrían verse como fracasados en la masculinidad o al menos sentirse como si están fallando”. Por tanto, tal frustración se expresa, con demasiada frecuencia con violencia.

Como sea, los modelos y las categorías de análisis se constituyen para explicar a través de ellos fenómenos sociales, pero no deben ser contemplados como verdades universales. En América Latina, la masculinidad normativa adquirió características determinadas por su colonización y tiende a estar relacionada con la “blancura, la heterosexualidad y el estatus de clase media o alta”, según afirma Medeiros. Pero no necesariamente, apunta, el hecho de que no cumplan con este modelo, quiere decir que su jerarquía en el poder constitutivo patriarcal frente a las mujeres ha de ser diferente al de los que sí cumplen, es decir, pueden ser igualmente machos. No obstante, como lo he comentado, sí que pueden sentirse fracasados a la hora de no cumplir con el modelo dominante que, para colmo, cambia constantemente con lo que la incertidumbre y la frustración se incrementan y, por ende, su virulencia al afrontar los problemas cotidianos y sus relaciones familiares y de pareja. Como se ve, el asunto de las masculinidades es complejo y el del machismo también, sin duda. La interseccionaladidad es una herramienta más para entenderlo, sobre todo si lo que se quiere es contribuir a su eliminación. Sé que tal categoría fue elaborada desde uno de los feminismos y pudiera tener características propias que no necesariamente se pueden aplicar al estuio de las masculinidades. Pero es evidente que las categorías de raza, clase y género se interrelacionan para producir situaciones de discriminación y exclusión. Observarlo en su complejidad es fundamental para generar mejores relaciones entre las personas que integran nuestro mundo. 

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