Lunes, 15 Julio 2024 21:08

Ser hombre

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Palabras clave: machismo, homofobia, LGTBIQ+, masculinidad, retrocesos

En la entrega anterior hablé sobre un par de publicaciones que hice en el Facebook y de algunos comentarios hechos en ellas, que no sólo llevaban una carga machista, sino homofóbica y transfóbica, en especial relacionada con una imagen que decía “Un hombre también puede… no tener pene”. Esa imagen generó un cierto rechazo. Por supuesto, de inmediato me puse a pensar si es que para ser hombre es condición “sine qua non” tener pene. Hay quien piensa que el “sexo biológico” -aquel que alguien, en específico un médico, te asigna al nacer- es sinónimo del género, es decir que, si se nace con pene, pues se es hombre; si se nace sin él, pues entonces se es mujer. Si se nace con ambos genitales, se es hermafrodita y, mediante una cirugía, cuando la persona es todavía muy pequeña, se puede cancelar uno de los dos y definir el sexo biológico. Sin embargo, el género y la identidad de género, son cosas completamente diferentes y no necesariamente van de la mano con ese “sexo biológico”. Según el portal de PlanedParenthood, el “género es mucho más complejo. Es una categoría legal y social, y un conjunto de expectativas de la sociedad acerca del comportamiento, las características y la forma de pensar de las personas. Cada cultura tiene estándares sobre la forma en que las personas deben comportarse según su género. Por lo general también es ‘masculino’ o ‘femenino’. Sin embargo, en lugar de estar relacionado con las partes del cuerpo, tiene que ver con cómo se espera que te comportes según tu sexo”. Por otro lado, siguiendo con la misma publicación, la “identidad de género se trata de cómo te sientes tu mismx en relación a tu género y cómo lo expresas a través de tu forma de vestir, comportamiento y aspecto personal. Comienza muy temprano en la vida de una persona”. Por tanto, queda claro que el género y todo lo que le acompaña, en especial las expectativas que conlleva, es decir, aquello que se espera de “hombres y mujeres” es enteramente social y culturalmente construido.

Como afirma Josep M. Armengol en su libro “Reescrituras de la Masculinidad, hombres y feminismo” (Alianza, 2022), analizando la propuesta de Michel Foucault sobre la sexualidad, “Foucault parece considerar que la morfología es en sí misma el efecto de una epistemología hegemónica y que el poder construye lo que pretende simplemente representar. En su opinión, el cuerpo sólo es ‘sexuado’ a través de una serie de prácticas discursivas y relaciones de poder marcadas por el género, que le confieren una idea de sexo biológico o ‘natural’. De esta manera, la corporalidad solo tiene sentido en el contexto de las relaciones de poder”. Por tanto, es posible afirmar que el pene no hace al hombre, sino que es el patriarcado el que, con una postura machista, le adosa el pene al hombre y lo clasifica. Pero la cosa no queda ahí, por supuesto. El ser hombre, como he venido denunciando en esta columna, es ser macho -de preferencia alfa-, viril, de miembro prominente (es decir, de pene grande), proveedor, padre, esposo, amante, exitoso, valeroso, violento, capaz de defender a su manada y un largo etcétera de constructos machos. Y, según aquellos que dieron un comentario transfóbico en la imagen que relaté, alguien que no tiene pene, por supuesto que no es hombre y tampoco puede cumplir con todos los demás requisitos.  Pero entonces, ¿qué sucede con aquellos entes determinados como hombres al nacer, que portaron ropón azul, que se han vestido como hombres toda su vida y que, por supuesto, tienen pene – y lo han usado bastante, teniendo varios hijos-, pero que no se hacen cargo ni de la familia (o familias), ni de los pagos de escuela, servicios y un largo etcétera, son violentos verbal, física y psicológicamente, esos no son hombres aunque les cuelgue algo entre las piernas? Y si una persona que no tiene pene, pero cuya identidad de género es masculina y cumple con su familia, provee, es responsable, no les violenta, ¿no es hombre? Nuevamente pregunto, ¿es necesario tener pene para ser hombre? ¿Qué es ser hombre entonces?

El problema, que bien apunta en la introducción a su libro Armengol, es que, a la fuerza de universalizar la idea de hombre y de masculinidad y de equipararla a la de ser humano, se ha llegado a invisibilizar al hombre. “La idea errónea -dice- de que la experiencia masculina es igual a la experiencia humana ha influido en el trato que se le ha dado a las mujeres, al tiempo que ha limitado nuestras percepciones sobre los propios hombres”. Es como algo que diría Forest Gump, “el hombre es lo que el hombre hace”. Y ¿qué hace? Bueno, depende de lo que los grupos humanos, en el tiempo y en el espacio han definido. El asunto es que la cultura occidental, con el patriarcado y el machismo que le acompañan, se han encargado de estereotipar lo que es ser hombre, lo cual no sólo es erróneo sino profundamente injusto. Dejemos de preocuparnos porque existan mujeres que quieran ser hombres o cuya identidad sea masculina y preocupémonos mejor en entender y cuestionar qué es lo que nos hace ser hombres. Yo tengo pene, pero sé perfectamente que eso no me hace serlo; de igual manera, tampoco creo que todos los estereotipos que me han sido asignados me definen como tal. De hecho, como bien señaló una amiga hace tiempo, me encuentro en deconstrucción constante, comprendiéndome y cuestionándome para entender mi lugar en este mundo matraca y ser un mejor ser humano, no un mejor hombre.     

       

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