Lunes, 29 Julio 2024 20:36

Tradwife

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Palabras clave: machismo, tradición, conservadurismo, influencer, redes, ficción

En recientes fechas, las redes sociales y los medios de comunicación han ocupado espacio para dedicarle a la controversia generada desde España a raíz de una tiktoker llamada Roro Bueno. El asunto es que la hoy influencer, pues tiene millones de seguidores y millones de vistas en sus videos, hace esencialmente videos de cocina y, lo que ha generado controversia, es que siempre inicia con algo así como “a mi novio Pablo se le antojaron unas galletas y se las haré” o “mi novio Pablo quería cereal con chocolate y no teníamos, pero le haré uno casero”. En casi todos sus videos, ella cocina o elabora objetos -construye un libro- para su novio y por ello, algunas mujeres integrantes de movimientos feministas la han tildado de promover el modelo de tradwife (algo así como esposa tradicional), tendencia con auge en Estados Unidos, llevada por mujeres que dicen retomar el modelo de “esposa tradicional” centrado en su marido y los hijos y el cuidado del hogar. Las mujeres que hacen estos contenidos suelen vestirse con ropa que recuerda la moda de los años cincuenta del siglo pasado pues es el modelo de mujer “americana” que a ellas les interesa representar. Es necesario precisar que, como muchas de las propuestas venidas de ese país, lo que vemos son productos mediáticos desarrollados para ganar dinero en TikTok, en Youtube o en Instagram, lo que a su vez trae patrocinios. En general, estas mujeres no son reales, es decir, no son lo que dicen representar: el modelo de tradwife; si lo fueran, no estarían desarrollando contenidos para ganar dinero, sino que esperarían pacientemente en casa al cuidado de las criaturas, en espera de que su marido les proveyera todo lo necesario.

En efecto, seamos claros. Una persona que se dedica al hogar de tiempo completo, con uno o dos hijos pequeños, poco tiempo tendrá para dedicarse a hacer videos, mucho más en América Latina. La mayoría de las mujeres que he visto en estos videos no cambia pañales, no batalla con las tareas de los hijos, no lava ropa, trapea, barre, sacude, remienda uniformes, cocina grandes cantidades y el largo etcétera que implica llevar un hogar. Son creadoras de contenido, son personajes y ese es su trabajo. Y, por lo mismo, no debiera preocuparnos que digan lo que digan en sus materiales. Pero la cosa no es tan simple. De hecho, el asunto es síntoma de problemas mucho más serios que requieren una discusión más a fondo y no sólo un revuelo en redes sociales. En realidad, estos contenidos, por más que parezcan inofensivos, tienen una carga ideológica y política, sutil, pero está ahí: abonan directamente al discurso ultraconservador que está llevando a las ultraderechas en el mundo a ganar espacio en Congresos, Ayuntamientos, Gubernaturas y hasta Presidencias -no en balde, esta tendencia creció a raíz de la Presidencia de Donald Trump en Estados Unidos-. Europa es muestra del avance de este pensamiento ultra, lo cual es alarmante si recordamos la historia del siglo XX en ese Continente. La tendencia tradwife se adhiere perfectamente a la crítica a los movimientos feministas, LGBTQI+, ecologistas y todo aquello que el pensamiento ultra califica de “socialista o comunista”, con todo el desatino que semejante afirmación conlleva.

No encuentro problema en que una mujer decida hacerse cargo del hogar; tampoco vería problema en que un hombre decidiera hacerlo. Para ello, eso sí, se requiere en América Latina y en muchas otras partes del mundo, incluidos Europa y Estados Unidos, que la pareja tenga mucho dinero. El modelo ideal de tradwife que se vende en redes, cocina platillos caros y exóticos; viste ropa costosa y a la moda; lleva maquillajes y trabajos de uñas envidiables y suele visitar lugares exclusivos. Lo que hacen con sus videos es contribuir al modelo patriarcal machista, pero también de clase y racial. Se podría argumentar que ellas y quienes les siguen no comulgan con partido político ninguno y que sólo hacen contenido para redes. Pero debemos reconocer que todo lo que hacemos, especialmente en lo público, lleva una carga política, dejemos la ingenuidad aparte. Yo, al escribir esta columna, asumo una postura y lo hago sin problemas; evidentemente no estoy nada cerca del pensamiento conservador y mucho menos de uno ultra. Un ejemplo indudable de lo contrario es que, de entre las personas que han defendido a Roro Bueno en nuestro país está el llamado “Temach” -otro personaje de redes sociales, sólo que este es adalid del machismo y del patriarcado- que ha dicho lo siguiente que retomo del diario deportivo Récord: “Lo que es revolucionario es hacer lo que se espera de ti, que hoy en día, es tratar con afecto a un hombre. Entonces, esta visionaria hizo lo que ninguna mujer se atrevería, decir ‘amo a mi novio y lo voy a consentir’. Generó un chin…go de rispidez, porque no puedes tapar el sol con un dedo. (…)  Entonces, una mujer bonita, con una voz agudita, que le cocina a su marido, toca en los lugares de atracción que tenemos todos los hombres y se vuelve ultraviral. En cuestión de días, se vuelve el arquetipo de lo que todos hombres quieren y entonces, todas las feministas se llenan de envidia. Antes era envidia de pen.... ¡Qué triste ser mujer y tenerle envidia a la feminidad, porque tu religión te prohibió explorarla! No es mi culpa, tú decidiste comportarte como macho”. Después de leer lo anterior, comprendo que los hombres como este individuo no quieren a una mujer que les cocine -de esas abundan en este país machirrín atiborrado de pensamiento conservador tradicional-, quieren a una chica como Roro -como bien apuntó el portal de Facebook “Mexicanas al Glitter de Guerra”-, joven, con esa vocecita inocente y tierna, esbelta, bonita, de tez clara y con esa facha de vulnerabilidad que, según algunos machirrines, es sumamente atractiva. O como cualquiera de las gringas como Nara Smith o a Estee C. Williams, guapas, recatadas pero sexis y siempre dispuestas a complacer a su macho. De hecho, recalco, esta tendencia también lleva una dinámica clasista y racista, pues el perfil de tradwife es esencialmente blanca -y si no, sexy-, vestida a la moda, bien arreglada y acomodada. El mayor problema quizá no está en que haya muchas mujeres que sigan esta línea, sino el que, reafirme lo que muchos machirrines creen -como hemos visto- y se produzca un retroceso en la construcción de masculinidades diferentes. Ellos buscan el personaje, la figura, el símbolo, no la realidad. De hecho, una tradwife deja de ser interesante cuando envejece, ¿o me equivoco, machirrines? Por supuesto, una mujer fuerte, dueña de sí misma, talentosa, de pensamientos y acción propios y, sobre todo, independiente, no interesa al machismo pues, definitivamente dirá: “¿Que a Pablo se le antojó un guiso o algún bocadillo? ¡Que se lo haga!”       

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