Lunes, 24 Febrero 2025 18:17

Internacional ultra macha

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Palabras clave: machismo, ultraderecha, nazismo, homofobia, totalitarismo.

El avance de la ultraderecha en el mundo, en especial en Europa (ver la más reciente elección en Alemania) supone retrocesos importantes en muchos niveles. Y, pese a que haya quien vea en ello los ritmos naturales de la democracia y crea que nada de lo que está ocurriendo en el mundo nos lleva por el camino de la violencia, la intolerancia, el racismo, el clasismo, la homofobia y la misoginia, inocencias aparte, hay que estar vigilantes de lo que ocurre en otras latitudes y observar cómo infectan a nuestro ya de por sí colonial, racializado, clasista y machista México; es más, no infectarán nada, más bien harán que salga del closet el facho que muchos connacionales tienen dentro. Como bien se señala en el editorial de La Jornada hace unos días,  a cuento del encuentro de la CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora) en territorio estadounidense para celebrar la llegada de Trump a la presidencia de ese país, cuando “en un mismo evento se vuelve práctica recurrente la glorificación del régimen que exterminó a decenas de millones de seres humanos y uno de los oradores habla de poner en marcha un exterminio, la comunidad internacional no puede actuar como si se tratara de un juego, sino asumir la existencia de un grupo identificado con el totalitarismo y que hoy por hoy gobierna al país con el mayor poderío militar del planeta. Al mismo tiempo, debe señalarse la responsabilidad de los grandes medios por facilitar la normalización de la extrema derecha al llamar polémicos, libertarios o ultraliberales a quienes piensan, hablan y se comportan como fascistas”. Debemos alertar sobre el peligro de normalizar acciones tan aparentemente inocuas como el saludo nazi, que hoy al parecer se volverá el saludo de guerra de la ultraderecha, también en México representada por el piadoso Verástegui que, sin empacho ni el más mínimo recato, asume el saludo ignorante o consciente (no sé qué sea peor) del significado simbólico que lleva en sí mismo.

Para efectos de esta columna, me centraré en el peligro del avance de estas corrientes ultra en la política, la empresa y la vida pública y privada en general, para desmantelar los logros que se han tenido a la fecha con respecto a género. El discurso de estos grupos, tanto en Europa como en América, no sólo es racista y clasista, sino es profundamente misógino, homofóbico y transfóbico. Como bien señala María Freixanet Mateo en un análisis político para el portal de Política y Prosa publicado en enero de 2024, “desde hace un tiempo, las encuestas sobre voto y valores de nuestra sociedad muestran cambios de tendencia en todo lo relativo a la igualdad. A la vez, evidencian la capacidad de la extrema derecha de conectar con una parte de los hombres jóvenes. El antifeminismo es una de las posiciones políticas fuertes y explícitas de la extrema derecha, así que se intuyen vasos comunicantes. (…) Que la extrema derecha recibe más apoyo entre hombres que entre mujeres hace tiempo que se sabe —el voto masculino en Vox dobla al femenino— y este es un patrón que se reproduce a escala global, por eso se suele decir que las mujeres actúan de freno a la extrema derecha. La cuestión es que la brecha se acentúa entre las personas jóvenes”. Eso evidentemente está sucediendo en Europa y, aunque no he encontrado datos al respecto en este instante, podría asegurar que el voto joven masculino se integró de forma importante a favor del partido ultra en Alemania. El énfasis que hace la autora con respecto al antifeminismo como un motor de tal apoyo no es trivial; de hecho, como lo mencioné en la columna que escribí sobre los contenidos “red pill”, el discurso antifeminista es muy exitoso en jóvenes que se ven frustrados porque no pueden cumplir con los estereotipos machistas actuales gracias a que encuentran menos mujeres “pasivas” que los acepten. Es decir, el machismo es un poderoso aliado de estas ideologías.

Una de las características del pensamiento fascista y que se explotó al máximo en los gobiernos de Mussolini en Italia, de Franco en España y de, por supuesto, Hitler en Alemania, es la idea de un “hombre fuerte” a cargo del poder. Esto es que el jefe de estado ha de ser enérgico, viril y debe luchar por lo correcto y los buenos principios. Todo ello suena claramente a estos dictadores, pero también a los del cono sur, como Videla, Pinochet o Banzer. De acuerdo con la praxis de este pensamiento, las mujeres deben estar en su rol histórico en el hogar y al cuidado de los niños y las “desviaciones” sexuales deben ser perseguidas. Los casos de Milei, Bolsonaro y de Verástegui no nos tienen que sorprender, pues las historias de Brasil, Argentina y México están repletas de grupos de ultraderecha persecutores y ajusticiadores; algo similar podemos ver en el resto de América (Canadá y Estados Unidos no se escapan de lo anterior). Es tiempo de estar alertas y de trabajar con ahínco desde nuestros espacios, desde la escuela, la familia y el trabajo para evitar que las atrocidades del pasado vuelvan disfrazadas ahora de movimientos justos en contra de las “perversiones” traídas por la “gran conspiración ‘woke’”, pretexto vacío pero poderoso que argumentan las instituciones e individuos ultra para marearnos en estos tiempos de incertidumbre. Ojo, mucho ojo.   

     

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